M, EL VAMPIRO DE DUSSELDORF (1931)

Uno tras acabar de ver esta película, se lamenta de que hoy en día mucha gente desconozca su existencia y en muchos casos casi de la obra completa de su director, Fritz Lang. Esta es una de esas que debería ser obligatoria verla en algún momento de la vida, disfrutarla y quedarse boquiabierto con todo el poder de sus imágenes y la manera tan moderna de rodar que por aquel 1931 era totalmente innovador. En mi caso he tenido la suerte de ver el DVD editado por Criterion, con una imagen muy bien restaurada, una edición de lujo que este peliculón se merecía. Aquí nos encontramos en Dusseldorf, principios del siglo XX, donde un asesino de niños anda suelto atemorizando a la gente que ve impotente como la policía no sabe dar con el criminal. La primera escena en que vemos en paralelo como una madre espera la llegada de su hija a casa, como va cocinando, poniendo la mesa, etc... y por otro lado como la pequeña sale del colegio y se va hacia su casa mientras juega con una pelota, combina muy bien las imágenes. Delante de un poste publicitario donde podemos leer un cartel en el que se ofrecen 10.000 marcos por la captura de este monstruo, la pequeña va haciendo rebotar su pelota y de repente vemos la sombra de un hombre que se inclina hacia ella, no hay duda de quien es. La muerte de la pequeña será explicada con toda inteligencia, evitando todo tipo de imágenes crudas o violentas, pero con unas elipsis perfectas nos queda claro que ha pasado con ella: vemos rodar su pelota sobre el campo y atrapado entre los hilos eléctricos de un poste telefónico vemos el globo que llevaba con ella, sin palabras. Esta nueva muerte hará que la gente llegue al límite de su paciencia, y exija de una vez por todas que la policía encuentre al monstruo que ya ha matado 8 niños, los ciudadanos empiezan a desconfiar de todo el mundo generando una oleada de denuncias sin fundamento que colapsará al cuerpo policial. Por su parte la policía hace todo lo que puede y todo lo que sabe, pues los métodos utilizados para localizar a un asesino en serie dejan mucho que desear: redadas y registros en los barrios bajos y en los locales de mala reputación creen que es la forma de dar con él, pues están convencidos que evidentemente es un criminal que seguramente ya ha sido fichado en otras ocasiones. Por desgracia nuestro hombre es una animal de dos caras, una persona afable mientras su yo interior está dormido y un monstruo insaciable cuando su deseo despierta y empieza a silbar esa tonadilla que es el preludio de una nueva muerte. Veremos unas secuencias donde los capos de la policía y los del gremio del crimen se reunen cada uno por su lado para buscar soluciones, unos con intención clara de atrapar al asesino y los otros para acabar con este acoso del que son víctimas día tras día con tantas redadas y detenciones y por el cual no pueden ejercer su trabajo diario (muy bueno este punto). La solución de los primeros pasa por hacer más redadas y los segundos deciden que ellos deben atrapar al monstruo usando a informadores que puedan pasar totalmente desapercibidos: los mendigos.
La búsqueda del monstruo por parte de unos y otros seguirá, y es fantástica la manera que tiene Fritz Lang de localizarle, "marcarle" y perseguirle hasta la saciedad, inolvidable. Peter Lorre, un clásico encarnando al malo de la película en muchas otras ocasiones, aquí lo borda haciendo de asesino torturado por ese instinto que le obliga a matar una y otra vez, su monólogo final es brutal y cierra de una forma redonda este clasicazo. La historia, la manera de contarla y la vigencia que sigue teniendo 80 años después de ser rodada, hace que sea un crimen perdérsela. No lo dudéis.