Kitano es el jefe de una pequeña familia, el líder del clan le obligará a entablar una disputa con otra familia rival, para hacerse con su territorio y sus negocios. Esta maniobra inicial tendrá sus consecuencias, todas previstas por el líder del clan, que moverá con mucha sabiduria todas las fichas, para quedar siempre al margen de los diferentes enfrentamientos y recoger las ganancias. El personaje interpretado por Kitano, sospecha que le están manipulando, pero su deber hacia su líder le obliga a obedecer si rechistar.
El conflicto irá ganando intensidad y crudeza, a través de traiciones, manipulaciones y falsedades varias, unos y otros tratan de ascender y posicionarse mejor dentro de los respectivos clanes y otros sencillamente buscan sobrevivir. Todos saben que les manipulan, pero en muchos casos solo son peones en una gran partida que ya está en marcha.
Con un guión sencillo pero eficaz y la manera tan personal de hacer cine de "Beat" Takeshi, iremos viendo como se desarrolla esta guerra por el poder, como la violencia irá in crescendo a medida que nos acerquemos al final, así como ciertas muertes al más estilo Kitano. Brutales la del cohe o la tortura en la sala del dentista. En la última parte, es cuando el guión gana en matices y como si fuera el final de la primera parte de el Padrino, la violencia se acelera para ir liquidando a todo ser viviente y cerrar de una forma satisfactoria esta buena película.
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