Un profesor de Harvard (Bill Pullman), se desplaza a Haití para investigar acerca de unos polvos que dicen pueden devolver la vida a los muertos, y se verá envuelto en una investigación trillada por intereses de todo tipo (casualmente, hace pocos días vi la noticia de un suceso similar en esas tierras, gente que decía poder levantar de sus tumbas a los fallecidos, es el cuento de nunca acabar).
Bill Pullman está en el 95% de los planos, y seguimos la historia a través suyo (literalmente, encerrado en un ataúd, estamos a oscuras y escuchamos los golpes desde fuera) y comprobamos que tal vez como bien indica Aguilar en su Biblia, en manos de otro visionario hubiese podido ser excelente. Es una película con buenas intenciones, con algún detalle destacado pero en su mayoría bastante comercial, capaz de estrenarse en los cines de cualquier centro comercial. Hay destape, zombies (lo que aquí llamamos guarros, porque simplemente van sucios y con caras de after) y un clavazo escrotal que nos dolió a todos. Total, necesaria para comprender el cine zombie pero poco más.
Quizás la verdadera gracia está en haberse distanciado del mundo zombie concebido por Romero y crear un mundo de ultratumba alternativo, aunque personalmente, menos atractivo. Zombies pacíficos y casi educados no resultan aterradores, ni mucho menos.
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