
Nuestro primer contacto con los colaboradores del evento se podría considerar -sin ningún género de dudas- de magnífica. Espléndidos en su atención y con buenas dosis de entusiasmo en sus tareas, nos allanan el terreno para que disfrutemos de nuestras jornadas cinematográficas sin altercados ni imprevistos (además de entregarnos las acreditaciones+una guía del festival+bolsa nocturna+postal+horarios incluidos...todo un lujo).
Comenzamos nuestro periplo con el díptico para el serial de la TV por cable Masters of Horror que pese a estar editado hace algunos años, siempre es diferente en pantalla grande. Primero visualizamos el capítulo Chocolate, protagonizada por Henry Thomas (el Elliot de E.T) y tanto escrita como dirigida por el propio creador (y presente en la sala) Mick Garris. Un film modesto pero que despierta interés en su primera mitad, sobre todo en las primeras escenas "alucinatorias" del protagonista (su vivencia sexual psicológico-astral no tiene desperdicio), pero que adolece de cierta narrativa epidérmica (no hay apenas capas de lectura) y un exceso de modestia conceptual (no aspira a nada en concreto en su discurso).
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Aunque aún no esté consolidado, el NOCTURNA augura un futuro fértil |
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Un carismático Mick Garris presenció sus 2 films de terror que, según afirmó, nunca había visto de forma consecutiva |

Y por fin llegamos al plato fuerte del día (más bien de la noche, para ser consecuentes), el improcedente reboot de la mítica cinta de Tobe Hopper, La Matanza de Texas. Empañada de inicio por el insufrible sistema 3D, el film ofrece una intro por y para fans. Un refrito de imágenes de archivo que aceleran el pulso del cinéfilo y lo sitúan en la parrilla de salida ávido de más matanza en la ciudad tejana.
Sin embargo, tras un inicio monocorde y del todo "señalizado" (de manual, vamos), el film se inmola al no saber qué hacer con el excelente material de base, llegando incluso a lo bufonesco y sin aportar nada nuevo a una saga que ya se siente agotada de secuelas y remakes innecesarios.

Un guilty pleasure que el cinéfilo disfrutará mientras lo consuma (con guiños a Tobe incluidos, humor cafre y demás lindezas al servicio del divertimento), pero que debería situarlo donde merece cuando termina, forzosamente más cerca de la anécdota cinematográfica que de otra cosa.
Así pues, ponemos fin de esta manera a nuestro primer día de Nocturna, con una sensación de "festival" en su principal acepción de la palabra y dispuestos a seguir con la fiesta, que de eso se trata, de pasarlo bien con propuestas desquiciadas y virulentas.
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