miércoles, 5 de septiembre de 2012

FRANKENSTEIN Y EL HOMBRE LOBO (1943)

A lo largo de la historia del cine ha habido multitud de franquicias exitosas que han sido explotadas hasta la saciedad merced de inacabables secuelas; la última vuelta de tuerca una vez agotadas las ideas y como única opción para seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro suelen ser los crossovers, donde se cruzan en una misma película distintos personajes del estudio en cuestión. Sabedores éstos que tienen practicamente asegurado repetir el éxito que cosecharon por separado sin demasiado esfuerzo ni recursos. Esta ha sido, y es, una práctica muy recurrente, ya que simplemente tirando de los clichés más identificativos de cada uno de ellos y poco más ya tenemos el refrito en cuestión.
El más reciente y exitoso sin duda alguna sería la megaproducción de Los Vengadores, film de superhéroes que ha sabido combinar inteligentemente a los diferentes personajes de la Marvel que ya habían tenido sus producciones en solitario (muchas de ellas mediocres). Sin embargo, lo más habitual no es un gran resultado, en este sentido podemos recordar otras relativamente recientes como Alien vs. Predator o Freddy vs. Jason, deleznables en ambos casos. Pero aún podemos retroceder bastante más en el tiempo para encontrarnos otros intentos similares como en el cine nipón de la década de los 50-60 con King Kong vs. Godzilla, por ejemplo.

Grandísima ambientación digna de los mejores clásicos
Los Estudios Universal, tuvieron una década dorada en los años 30, en el que lograron algo que se dice pronto, como es la realización de una serie de películas que ya forman parte del imaginario actual de todos nosotros, unos iconos imperecederos del cine de terror con títulos míticos como Frankenstein, La momia, Drácula, La novia de Frankenstein o El hombre lobo.
Secuencias de la transformación de Talbot
Pero ya en la década de los 40, con las ideas mucho menos frescas, se inclinaron por una continua explotation de los éxitos que antaño les hicieran grandes, tanto en forma de secuelas como cruzando los caminos de varias de sus criaturas, en esta ocasión el monstruo creado por el Dr. Frankenstein y el hombre lobo. La cuestión es que con relativamente pocos medios y unos guiones no muy desarrollados lograban unos más que buenos ingresos al tener una buena respuesta por parte del público que seguía siendo fiel a sus creaciones originales.
Ya transformado y en busca de una nueva víctima
La película que os traigo hoy sobre todo me despertó la curiosidad por saber como se las apañaban para cruzar ambos personajes y ver si iba a tener un mínimo de pies y cabeza o desde el primer momento iba a llevarme las manos a la cabeza mientras exclamaba un sonoro "Oh, my God...". Sorprendentemente no está mal pensado el punto de encuentro entre ambas criaturas, pero no nos avancemos y vayamos por el principio.
En un arranque excelente, recordando a las ambientaciones de sus mejores obras, somos testigos de como un par de desventurados se adentran en un tétrico cementerio en plena noche de luna llena (lo sé, pinta mal para ellos). Su intención es entrar en la cripta de la rica familia Talbot y robar el anillo y otras joyas con las que se rumorea en el pueblo, fue enterrado el joven Lawrence Talbot (Lowney Chaney Jr.). Para su sorpresa al abrir la tumba, el cadáver al ser iluminado por la luz de la luna llena resucita apresando a uno de los intrusos, mientras el otro huye despavorido.
Esa misma madrugada aparece inconsciente y herido un hombre en una calle de la ciudad de Cardiff, siendo conducido de urgencia al hospital con una grave fractura craneal. Para sorpresa del Dr. Mannering que le atiende, el enfermo al día siguiente se muestra practicamente recuperado del todo a pesar de la operación que se le ha practicado y dice ser Lawrence Talbot. Al comprobarlo y tener la confirmación de que murió 4 años atrás, le toman por un demente y lo encierran (si decir siempre la verdad no es bueno).

 
No obstante, para desgracia de Talbot con la llegada de la noche la transformación en hombre lobo se repite y vuelve a matar, siendo la gota que colma el vaso y con la conciencia cargada de remordimientos por la multitud de muertes causadas desde que fue maldecido, huye de allí para buscar en Europa del Este a Maliva, la vieja gitana que conocía al hombre que le transmitió la maldición a Talbot.
Su deseo es dejar de ser una amenaza para todos ya sea encontrando alguna cura o en última instancia conseguir morir definitivamente. La solución que le propone la gitana es ir en búsqueda de un famoso doctor que logró traspasar los misterios de la vida y la muerte, y que tal vez pueda ayudarle: el Dr. Frankenstein... y así es como se inicia un camino que acabará cruzando el camino de ambos personajes (no está mal, ¿verdad?).

Solo la criatura puede ayudarle a encontrar los documentos del Doctor Frankenstein

Todo lo contado hasta ahora ocupa más de la mitad de su corto metraje (70 minutos) y a nivel de ritmo, guión y ambientación se muestra bastante superior a lo que inicialmente sugería el título, siendo un dignísimo entretenimiento de terror de corte clásico, llegando al punto culminante con el descenso a las ruinas de la mansión de Frankenstein y el casual descubrimiento en la caverna helada de la critaura. Señalar la buena recreación de esta (ver las dos fotos de arriba) y la consecución por parte de Lowney Chaney Jr de una buena interpretación, sentida y que trasmite la crisis con la que vive en todo momento por su maldición.
Desgraciadamente en el tramo final pierde un poco de fuerza la historia, pues a partir de la resurrección del monstruo creado por Frankenstein (encarnado por Bela Lugosi), tenemos esa ligera sensación de que se estanca un poco.



Decir que la interpretación que nos regala Lugosi sea seguramente uno de los peores Frankenstein que haya habido en el cine, no es ninguna exageración. No solo porque su imagen y físico distan mucho de la original de Karloff (lo que se debió reír si lo vio), lo peor es su horrenda actuación, que más parece una caricatura del original que otra cosa, quedando aquí como un zoquete torpón cada vez que se mueve, consiguirnfo que sea imposible que nos lo podamos tomar muy seriamente.
Más interesante es este hecho si pensamos que Lugosi tuvo la oportunidad de interpretar a la criatura en la obra original, pero que declinó la oferta y acabó recayendo en manos de Boris Karloff, quien con su actuación y un gran maquillaje lograría crear una de las grandes e imperecederas imágenes del cine de terror. Pensar por un momento que Lugosi podría haber perpetrado algo similar que aquí en la original me pone la piel de gallina, me estremezco solo con pensarlo, demos gracias al destino por ahorrarnos semejante tortura.
Es en este tramo final cuando se acusa el que estemos ante una secuela más, habiendo ciertos puntos que sin ser malos, quizás no sean todo lo redondos que necesitaba la trama para llevar la obra a cotas más altas, como la "conversión" de Mannering de amable doctor a mad doctor, si bien necesaria para poder cerrar la historia, se ve algo forzada y poco coherente con su personalidad, pero la corta duración del film exigía ir al grano.

La ansiada pero brevísima pelea...
Y finalmente es una lástima que nos quedemos con las ganas de un mayor duelo entre las que son las estrellas reales de toda la función: El hombre lobo y el monstruo de Frankenstein, que tienen unos pocos segundos para redimir sus diferencias, se hubiera agradecido darles más cancha en este sentido.
Con todo lo comentado el resultado es más que decente teniendo en cuenta que ya estamos en un periodo de cierta decadencia en las producciones de terror de la Universal, una buena distracción que no defrauda aunque tampoco llega a entusiarmar. Se nota en todo caso que detrás del guión estaba alguien de nivel, como fue Curt Siomark, responsable también del escrito de obras de terror como: El hombre invisible vuelve (1940), El hombre lobo (1941), Yo anduve con un zombie (1943) o El hijo de Drácula (1943).
Cartel original que destacaba la pelea entre ambos
Del director Roy William Neil comentar que inició su andadura en tales menesteres en el cine mudo y que posteriormente trabajó para la Columbia Pictures, donde destacaría con dos películas: La estatua vengadora, con Bette Davis, y la segunda Horror en el cuarto negro en el año 1935, contando con Boris Karloff como actor principal. Un más que notable film de terror que llamó la atención de los Estudios Universal que decidieron hacerse con sus servicios, desarrollando con ellos gran parte del resto de su carrera. Una prolífica década donde dirigiría nada menos que 10 de las adaptaciones de Sherlock Holmes que protagonizarían Basil Rathbone y Nigel Bruce (de las que ya hemos comentado unas cuantas); la película que tenemos hoy entre manos y cerró su labor en la dirección poco antes de morir, con una cinta de cine negro titulada Ángel negro que contó con otro famoso actor como fue el gran Peter Lorre.
Como detalle final sorprende el cartel original de la película en el que podemos ver enzarzados en una lucha encarnizada a ambas criaturas y que debió ser un reclamo tan convincente como engañoso, pues solo hay unos breves segundos al final en el que tiene lugar una escena parecida y que visto lo visto fue un buen gancho para engatusar a los espectadores ávidos de una pelea de tal calibre que tal vez debieron quedar algo decepcionados.


1 comentario:

  1. Pues mira tú por donde el hecho de mezclar así a los personajes me parece ingenioso. Incluso que lo metan en un psiquiátrico es una buena idea.
    Qué pena que no se enzarcen en una pelea sin tregua, hubiese apostado por la agilidad y destreza del hombre lobo antes de la fuerza monstruosa del torpe Franky.
    Quizás es lo mismo que pensaron los responsables de aquél film llamado Monster Brawl, que los mete a todos en un ring y ...¡a luchar!...jeje

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