Cuarto y último martirio de la saga Deathstalker, que como era previsible, se ha convertido en una experiencia todavía más atroz que sus dos anteriores entregas (y ya era difícil). A pesar de recuperar al musculoso héroe de la primera parte, Rick Hill, y de contar con una compañera de reparto que dejaba tras de sí una legión de seguidores como Maria Ford (la actriz de serie B favorita de Tarantino), el desastre no se pudo evitar.
En esta ocasión, la acción comienza cuando la despiadada Kana (y sus dos buenas razones) organiza un torneo dentro de sus dominios para ver quién es el más fuerte del país (o de lo que sea). Como no, Deathstalker asistirá acompañado de una fiel acompañante llamada Dionara, que para colmo de males, se desvelará como una princesa desterrada con sed de venganza (es imperdonable que sigan por estos derroteros).
Tras los primeros días de campeonato, Deathstalker descubrirá que no es sólo hospitalidad lo que propone Kana, sino que convierte en un ejército de hombres-piedra a los guerreros que allí participan mediante un brebaje parecido al vino. Pues ya está, el argumento es ese, y no hay nada más desolador para un defensor del film original que ver como su personaje se descalabra secuela tras secuela sin que nadie sepa darle el vigor cinematográfico que un día poseyó.
El film, sin duda alguna el peor de los cuatro, está escrito, producido y dirigido por Howard R.Cohen (guionista de la primera y la tercera entregas), y que demuestra una incapacidad total para el cine, presentando una película del todo inadjetivable de pésima que resulta.
Vuelve a recalentar fotogramas de la primera (aunque cambie radicalmente el escenario de las luchas o muestre a personajes que ni salen en ésta), insulta al espectador mostrándonos combates entre mujeres guerreras que ni saben coger una espada (las peores coreografías de la historia), y trata de imitar al pintoresco hombre-cerdo de la primera con patéticas máscaras de osos o leones en la cabeza de algún extra despistado.
Dantescos efectos globales (esas rocas cayendo, madre mía), nula musicalidad (literalmente, no hay banda sonora en los momentos más necesitados) o unas interpretaciones dolorosas (incluso del bueno de Rick, desentendido totalmente) hacen que sus 75 minutos de metraje hayan sido de los más lamentados de mi cinefilia.
Rodada en Bulgaria con mayoría de actores búlgaros (hecho que, lamentablemente, se percibe), Deathstalker 4:Match of titans es un film sin atmósfera ni condición, tan vacía como prescindible y obligatoriamente arrinconable. Ni sus recatadísimos momentos lésbicos o algún que otro destete a destiempo sirven ya para nada, y lo que todavía es peor, ni tan sólo para echar unas risas.
Estoy realmente convencido de que ni el más desprejuiciado amante de la serie B sería capaz de verle algo positivo al film de Cohen, una clara muestra de una decadencia y una falta de talento desmesurada.
En fin, un film deleznable, aburrido y en su mayoría execrable (salvaría algún detalle de humor como el levantamiento de faldas del héroe y ciertos paños menores algo aprovechables) que pone de nuevo en entredicho mi supuesto gusto cinematográfico o mi incapacidad para evitar sufrimientos autoinflingidos.
En esta ocasión, la acción comienza cuando la despiadada Kana (y sus dos buenas razones) organiza un torneo dentro de sus dominios para ver quién es el más fuerte del país (o de lo que sea). Como no, Deathstalker asistirá acompañado de una fiel acompañante llamada Dionara, que para colmo de males, se desvelará como una princesa desterrada con sed de venganza (es imperdonable que sigan por estos derroteros).
Tras los primeros días de campeonato, Deathstalker descubrirá que no es sólo hospitalidad lo que propone Kana, sino que convierte en un ejército de hombres-piedra a los guerreros que allí participan mediante un brebaje parecido al vino. Pues ya está, el argumento es ese, y no hay nada más desolador para un defensor del film original que ver como su personaje se descalabra secuela tras secuela sin que nadie sepa darle el vigor cinematográfico que un día poseyó.
El film, sin duda alguna el peor de los cuatro, está escrito, producido y dirigido por Howard R.Cohen (guionista de la primera y la tercera entregas), y que demuestra una incapacidad total para el cine, presentando una película del todo inadjetivable de pésima que resulta.
Vuelve a recalentar fotogramas de la primera (aunque cambie radicalmente el escenario de las luchas o muestre a personajes que ni salen en ésta), insulta al espectador mostrándonos combates entre mujeres guerreras que ni saben coger una espada (las peores coreografías de la historia), y trata de imitar al pintoresco hombre-cerdo de la primera con patéticas máscaras de osos o leones en la cabeza de algún extra despistado.
Dantescos efectos globales (esas rocas cayendo, madre mía), nula musicalidad (literalmente, no hay banda sonora en los momentos más necesitados) o unas interpretaciones dolorosas (incluso del bueno de Rick, desentendido totalmente) hacen que sus 75 minutos de metraje hayan sido de los más lamentados de mi cinefilia.
Rodada en Bulgaria con mayoría de actores búlgaros (hecho que, lamentablemente, se percibe), Deathstalker 4:Match of titans es un film sin atmósfera ni condición, tan vacía como prescindible y obligatoriamente arrinconable. Ni sus recatadísimos momentos lésbicos o algún que otro destete a destiempo sirven ya para nada, y lo que todavía es peor, ni tan sólo para echar unas risas.
Estoy realmente convencido de que ni el más desprejuiciado amante de la serie B sería capaz de verle algo positivo al film de Cohen, una clara muestra de una decadencia y una falta de talento desmesurada.
En fin, un film deleznable, aburrido y en su mayoría execrable (salvaría algún detalle de humor como el levantamiento de faldas del héroe y ciertos paños menores algo aprovechables) que pone de nuevo en entredicho mi supuesto gusto cinematográfico o mi incapacidad para evitar sufrimientos autoinflingidos.
Nada que ver con el cine...
ResponderEliminarMe has quitado el comentario. Increible
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