miércoles, 25 de mayo de 2011

ATMÓSFERA CERO (1981)

William T. O'Neil (un apañado Sean Connery) es un agente de la ley (aquí lo llaman Sheriff) que se traslada a una lejana colonia cerca de Júpiter donde un grupo de mineros trabaja sin descanso para extraer diversos minerales valiosos (me recuerda a Leviathan, pero esta fue bajo el agua). Al llegar observa como han sucedido algunas muertes inexplicables recientemente, y su investigación le descubrirá un tráfico de sustancias nocivas y mortales para los trabajadores. Las drogas suministradas consiguen una productividad mayor en los empleados pese a sus mortales efectos secundarios, pero el directivo encargado del lugar se descubre como un individuo despiadado que poco le importan las vidas de su grupo. Pronto empezará una cacería en contra de William por entrometerse, pero el sheriff guarda ases bajo la manga que sorprenderán al respetable. Admirable y humilde propuesta futurista donde el personaje principal, sin duda, se deja ver en el 90% de los planos, y que tenga la cara de Sir Connery pues, resultaría un acierto. El desarrollo es en el espacio exterior, pero la condensación atmosférica del film sucede mayoritariamente dentro de la claustrófobica fábrica, una nave de enormes dimensiones donde resulta difícil mantenerse cuerdo. Su mayor atractivo recae en una historia lineal, bien estructurada y fácil de seguir, manteniendo nuestra atención como si con miguitas de pan nos la fueran explicando, dándonos pistas ordenadas que seguimos junto con el sheriff para descubrir al malvado manipulador del lugar. Si bien no consigue un ambiente tan logrado como en su día lo hizo Alien, nos enseña sus valiosas armas convenciéndonos de su propuesta, y acercándonos a esa lejana nave de la órbita de Júpiter con algunos escasos planos.
Jugada con inteligencia, tiene la duración ideal y los diálogos son estupendos, únicamente afectados por el desenlace final de la trama, que nos enseña como se desenvuelve ante la inquietante llegada del grupo enviado para matarle (uno de los mejores tramos del film de largo) pero no esclarece el caso que llevaba entre manos, siendo una inacabada historia a interpretación del espectador.
El sonido ambiente es el responsable de que nos sintamos dentro del lugar y consigue provocar tensión en los momentos más necesarios, tarea orquestrada con excelencia por el maestro Jerry Goldsmith, con merecidisima nominación al Oscar por su labor.
A todo esto, mi conclusión es que es una historia que despierta atención e interés, con muchísimos aciertos técnicos, poca presuntuosidad y llena de vitalidad, pero que nos deja huecos sin aclarar y algunas escenas algo estiradas, como los forcejeos espaciales o incluso infantiles (cómo descubren la droga la doctora y él, analizándola con maniobras incoherentes).
Una opción cómoda y satisfactoria, pero inconclusa y con una clara obcecación hacia la desdicha que afronta en solitario el sheriff, desaprovechando las enormes posibilidades del resto del guión.

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