lunes, 30 de mayo de 2011

EL CUERVO (THE RAVEN) (1935)

La joven Jean Tatcher (Irene Ware), tendrá un grave accidente de coche al precipitarse por un terraplén, quedando muy mal herida y en estado de coma.
Los médicos se muestran muy pesimistas y dan como única alternativa llamar al retirado Doctor Vollin (Bella Lugosi), un eminente neurólogo, que inicialmente se negará a ayudarles, pero que tras la visita del padre de la chica, el juez Tatcher, acabará aceptando el reto de esta delicada operación. Las expertas manos del doctor la salvarán, y gracias a ello Jean y el Doctor tendrán a partir de entonces una relación muy cordial.
Vollin, como no podía ser de otra forma, se enamorará perdidamente de la joven, aunque ella ya está prometida y a punto de casarse (se siente). Estos impedimentos para conseguirla, harán que el Doctor busque vengarse de quienes le han privado de su felicidad y no andará con chiquilladas...
La casual llegada de un fugitivo, Edmond Bateman (Boris Karloff), solicitando al doctor que le opere la cara para cambiar de identidad, le proporcionarán la mano ejecutora de su sádica venganza.
Una película que me ha sorprendido desde el primer minuto, ya que solo arrancar tenemos una impactante escena inicial con el coche de Jean conduciendo a toda velocidad y bajo una fuerte tormenta, accidentándose al salirse en una curva. Con un ritmo que no tendrá ningún descanso desde ese momento y que sabe sacar un provecho increíble de su duración (58 minutos), sabiendo ir al grano sin que ello perjudique el resultado final. Lugosi y Karloff, dos de los gigantes del cine de terror de esos años, vuelven a coincidir aquí para dar con su mera presencia una gran personalidad a la película.
Los personajes de ambos están bien marcados y les van como anillo al dedo; en la primera aparición de Lugosi con la sombra de un cuervo disecado reflejándose en la pared de su despacho (y recitando el poema de Poe en el que se basa esta historia) ya intuimos que es un personaje como mínimo algo desquiciado. Por su parte, Karloff, haciendo de criminal, tendrá un interesante diálogo con él tratando acerca de la fealdad y la relación de esta con el poder de dañar a sus semejantes (evidentemente nada gratuito y base de lo que ocurrirá después).
La ambientación está cuidada y se ve reforzada por una combinación perfecta entre algunos elementos tan clásicos de ambientación gótica (el laboratorio escondido tras una entrada secreta, los aparatos de tortura construidos según los relatos de Poe) y elementos tan modernos como una consola que le permiten controlar a su antojo toda la casa, cerrando ventanas con planchas de acero, pasadizos ocultos, activando ascensores secretos que mueven habitaciones y que son todo un acierto.
Hay que destacar el buen maquillaje de Karloff (que de nuevo hace un gran papel), pero en algún plano cercano se echa en falta una mejor labor en la construcción del ojo paralizado, siendo un poco triste que se note tanto que simplemente está pintado sobre el maquillaje. Lugosi, un poco sobre actuado como en la mayoría de sus actuaciones, da vida a un demente con una crueldad que está incluso por encima de los cánones de esa época y sorprende alguna de las torturas planeadas por este genio del mal.
Destacaría algunas escenas que seguro que han inspirado muchas películas, como la sala llena de espejos con Karloff disparando contra ellos, o la parte final con los elementos de tortura (esa habitación en la que se van estrechando las paredes hasta aplastarte me recuerda a Indiana Jones o la sala de basuras de Star Wars).
El final está bien resuelto, pero como suele ser habitual, se ahorran algunos detalles que habrían sido jugosos y acaba un poco precipitadamente (ignoro si aquí la censura hizo algún recorte). Una muy buena película para todos los que quieran disfrutar con un clásico del cine de terror que no debería estar tan olvidado como está y que os animo que rescatéis.

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