Frank (Johnny Depp) es un turista americano que viaja a Venecia para tratar de olvidar una relación pasada, pero se cruza en el tren con la enigmática Elise (Angelina Jolie), que a su vez resulta ser pieza clave en los planes de un poderoso mafioso que intenta atraparla para recuperar unos millones robados. Los dos escaparán continuamente de un torbellino lleno de intriga y de peligro para salvar sus vidas y su amor.
No detallaré más de su contenido por no llenaros de pájaros la cabeza, pues el resultado de tal propuesta tal vez hubiera funcionado con Cary Grant y Audrey Hepburn en los 50, pero con estos dos divos actuales la cosa no arranca ni empujando. Empezaré descubriendo mi animadversión por la Jolie, que poquito a poquito me va enseñando sus limitadísimas dotes para la actuación y que intenta equilibrar la balanza con sus insultantes y esqueléticos contoneos de escort, triste y lamentable hecho, sin lugar a dudas. Su condición de diva (aunque intente tocarnos la fibra con sus continuas aportaciones a Zimbaue, Moldavia o al Congo belga o con su veintena de adopciones exóticas familiares) no sirve de excusa, ya que cada poro de su inexpresiva cara está al servicio de su presunto glamour -odiosa condición ésta- y petulante comportamiento ante la cámara, que en vez de levantar otras cosas, consigue elevar el odio hacia su persona, siendo totalmente despreciable en su papel de autoconsagrada diosa. A Johnny Depp nos vale con darle una fuerte colleja, ya que resulta extraño como un individuo de reconocido criterio en el mundo del cine (actor fetiche de Tim Burton, director de obras peculiares como The Brave o íntimo amigo de Brando) se deje vapulear de esta manera en The Tourist y nos regale una tan pobre como risible actuación digna de actorcillos de talla baja. Si la película pretende apoyarse en sus dos pilares actorales (no hay cartel sin sus dos jetos ocupando el 99% del poster) y el telón veneciano de fondo, no hay nada más que decir. La historia no hay por donde pillarla, resultando tonta y aburrida amén de intentar ser glamourosa (¿ha quedado claro mi asco a esa condición?) y acabando con la santa paciencia de cualquier espectador con un poco de gusto cinematográfico. Ni las persecuciones lentísimas por los canales, ni los camarazos aéreos por Venecia ni el exceso de lujo y ostentación de la que hace gala la cinta sirven de mucho para ni tan siquiera despertar un mínimo de interés por este film, que de pretencioso, es infumable. Tan solo la incursión de los esbirros en la habitación de Depp y su siguiente huida por los tejados Venecianos merece un punto aparte, ya que me ha parecido distraida y digna, lamentablemente solo ocupa unos minutos y el interés se desvanece rápidamente, devolviéndonos al esquema de antes, tan vacío como ridículo (esa nota quemada y posteriormente recuperada mediante no sé qué proceso de reconstrucción a modo de puzzle es patética).
También el hecho de que el personaje de Frank confunda el idioma y se intente expresar en portugués es una pincelada de gracia acertada en mi opinión, pero no hay manera de salvar la vajilla en la presente película.
Mi consejo es que la evitéis como sea, que vuestros ojos no sean castigados con este engendro Hollywoodiense y que la elección sea otra mejor. Un producto engañoso, forzado, disfrazado de lujo pero llano y aburrido como pocos. Un desastre vamos.
Ni la sorpresa de reencontranos con Timothy Dalton en el papel de jefe de policía salva la papeleta, sin duda insalvable de todas todas.
Mi pretensión con esta crítica tan dura es bajar tanto el listón de la misma que si alguien tiene el valor de ponerse a verla, salga incluso contento al ver que tal vez mi ataque era desmesurado, pudiendo incluso valorar positivamente lo que ha visto. Esa es mi misión en esta vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario