¿Qué lleva a un individuo como yo a torturarse con filmes tan infumables?, ¿Será por su condición de rareza bizarra?, ¿O será porque en el fondo me gusta machacar mis agotadas neuronas?...desconozco la naturaleza de tal atracción, pero parece ser que nunca aprendo del todo la lección. Mientras mi compañero de blog se desmarca con clásicos indiscutibles, yo me flagelo con filmes de serie z, catastróficos cinematograficamente pero que satisfacen mi vena más enferma y oculta. Pero no nos distraigamos y repasemos pues de qué va este engendro. Un superhéroe llamado Kronos es enviado a la Tierra para combatir al malvado Dr.Gulik, que pretende, para sorpresa de todos, dominar el planeta. A través de un reloj de mercadillo - aunque eso es lo de menos- deja su apariencia humana para transformarse en Supersonic Man, un fornido héroe de mallas apretadas y poderes de toda índole (como la capacidad para transformar armas de fuego en bananas o de parar las balas como si a un macaco le tiras cacahuetes...) que defenderá a la raza humana.
Por supuesto, hay un doctor honrado y con fuertes valores que se verá secuestrado por el maléfico Gulik y su hija estará en peligro...y bla bla bla...El bochorno de su visionado es una experiencia irrepetible (literalmente, no en el buen sentido) y nos permite observar como el productor ejecutivo / guionista / director Joan Piquer (fallecido recientemente en enero de 2011) se aprovecha del tirón que ofreció Superman (Richard Donner 1978) para realizar un estrafalario remake castizo. Como bien dice Aguilar, es un hábil hombre de negocios y un pésimo cineasta, no me queda otra que reafirmarlo, una vez vista su obra espacial. El protagonista imitador de Clark Kent aquí se llama Paul (Antonio Cantafora) y va con aires de galán salchichero y un cuidado mostacho, pero al pronunciar la frase -¡Qué la fuerza de las galaxias sea conmigo!- y consultar su reloj, se transforma en el culturista superhéroe (un Richard Yesteran paupérrimo) que nos acaba de hundir en la miseria fílmica más absoluta con su presencia. Argumento es una palabra que le viene grande, ya que es una sucesión de explosiones, paparruchadas y elocuencia barata que se arremolinan creando este sub-producto nocivo para la salud, aunque se atrevan a citar a Shakespeare o darnos un sermón de moralidad en toda regla, resulta un deleznable insulto de guión, la verdad. La película se desarrolla entre Madrid, Alicante y Nueva York (aprovechando el Skyline en gran cantidad de planos, sea con el mamarracho éste cromado o sin él) y el espacio exterior, escenas estas, de un nivel algo dignificado, no me preguntéis porqué. Los efectos especiales no tienen absolutamente nada de especiales, ya que son un conjunto de torpes montajes de churrería que dan más risa que veracidad, acabando con nuestra paciencia en un tiempo récord.
El Dr. Gulik (Cameron Mitchell, y pensar que estuvo con Brando o Spencer Tracy) desarrolla su papel de manera grotesca e infantil, pero acaba resultando incluso gratificante tenerlo ahí, por su dosis de énfasis incontrolado. La presencia de un personaje borrachín que -se supone- es la nota graciosa del film acaba siendo del todo aberrante, con un Quique Camoiras hablando en castellano (la peli está rodada en inglés) y humillándose gratuitamente en pantalla. Este batiburrillo de pésimos efectos, lamentable guión y turbio reparto convierten a esta producción de serie Z en la peor adaptación de un superhéroe que yo haya visto jamás, incluso peor que la saga de Nicholas Hammond y su engarabatado The Amazing Spider-man, que puestos a recuperar, parece una obra maestra.Un par de datos que pienso han sido "salvables" son ciertos arreglos de decorado, que no tienen mala pinta del todo y algunos diálogos bien planteados, inocuos y estériles, pero bien ideados. El hecho de que a la hija del doctor (Diana Polakov, que por cierto, no prosiguió su carrera después de este doloroso experimento) se le ocurriera llamarle Supersonic Man en un momento determinado del film, no puede dar lugar inexplicablemente a que todo el mundo lo llame así, una más entre cientos de pifias que no consigo aclarar. Por último y dejando descansar vuestras pobres mentes haré especial mención al esbirro más poderoso del villano, un robot cuadrado (otra vez soy literal) incapaz de sostenerse y que dispara cohetes, tiene un lanzallamas en una mano y se mueve a 0,5 km/h entre otras llamativas y mortíferas armas. Una vez leída mi propia reseña, tengo la impresión de que, como mínimo, me ha trastocado mi bagaje cinéfilo, posicionándose a codazos en una de las peores posiciones de mi ránking personal; y es que, es una película que no dejará indiferente a nadie, todos opinaréis lo mismo, que es una adaptación para llorar. Entra dentro de ese grupo de películas low-budget tipo Capitán América (1990), The Punisher (1989), Los 4 fantásticos (1994) o la anteriormente mencionada The Amazing Spider-man, de 1977. Algún dia las revisionaré, cuando me haya recuperado de ésta.
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