Llegué a pedir en mi carta para los Reyes Magos, allá por el 91, que me trajeran una Señorita como aquélla. Mary (Julie Andrews en su salto a la gran pantalla por el que ganó el Oscar a Mejor Actriz Principal), cantaba, bailaba, jugaba y te ayudaba a recoger…envidiaba a aquellos niños por tener a su lado a tan maravillosa persona. A mis ojos de 6 años, le encantaban todo aquel colorido mundo lleno de ilusión y canciones. La película cuenta la historia de una familia inglesa con un padre banquero, una madre implicada en políticas y dos niños rebeldes que atormentan a todas las niñeras que llegan a la casa, con el único propósito de llamar la atención de sus tan ocupados padres. A todo esto, aparece una nueva institutriz, Mary Poppins, que cae del cielo colgada de su paraguas como si de un paracaídas se tratase, para poner patas arriba toda la seriedad y rectitud que caracteriza al Sr. Banks.
Todavía hoy soy capaz de cantar la mayoría de sus canciones, que no son pocas, y recordar cada uno de los trucos mágicos que guardaba en su maleta la extravagante nanny.
Remarcar las apariciones de Bert (un joven Dick Van Dyke que todos recordamos como Dr. Sloan en Diagnóstico Asesinato), un deshollinador, hombre orquesta, pintor… pues durante toda la película cada vez que le vemos trabaja de algo diferente. En concreto, destacar la lección de humanidad que le regala al Sr. Banks hacia el final del largometraje, digna de enmarque. En definitiva, uno de los films que recuerdo con más cariño y que, a día de hoy, todavía me hace llorar en la escena donde una señora mayor, sentada en las escaleras de la catedral, le da de comer migas de pan a las palomas.
Agradecemos esta aportación al blog a Eva García por su estimable colaboración.
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