Geoffrey Radcliffe (Vincent Price) ha sido condenado a muerte por el asesinato de su hermano Michael, a quien se dice que mató en la mina propiedad de la familia para poder apoderarse de ella. Poco antes de ser ejecutado en la horca, recibirá la visita de su amigo el Dr. Frank Griffin (hermano del creador de la fórmula para ser invisible en la primera película) quien ha ido a despedirse de él.
Poco después, el preso desaparecerá sin dejar rastro, dejando a todo el mundo desconcertado con una fuga sin precedentes, sin forzar la celda ni ser visto por nadie.
A partir de este momento empezará una carrera por parte de la policía por atraparle y de Geoffrey para poder demostrar su inocencia. Sin embargo, la fórmula que permite la invisibilidad tiene un problema, ya que provoca la locura en aquellos que la toman, por lo que Frank seguirá investigando sin pausa en busca de un antídoto para devolverle a la normalidad cuanto antes. Esta es la primera de las secuelas que siguieron a la original El hombre invisible (1933), un clásico basado en la novela de H.G Wells y a pesar de que no llega a sorprender como la primera, sí que hay que agradecerle el elaborar un guión interesante y sólido que no solo se centra en montar unas cuantas fechorías de alguien dotado de invisibilidad y salir del paso. La trama de un asesinato por el cual se ha condenado a un inocente sirven a la perfección para justificar las nuevas andanzas del hombre invisible y generan interés en el espectador para seguir la trama.
Los efectos especiales están muy logrados (siendo nominados en los Oscar de ese año) y tienen algunos momentos notables como cuando la policía trata de localizarle mediante el uso de humo, el movimiento de ciertos objetos sin que se noten los cables o incluso el uso de la técnica de stop motion para conseguir atar a una persona.
Otro buen momento es cuando el hombre invisible va desvistiendo a un espantapájaros mientras va conversando con él o en la reaparición en que se van dibujando poco a poco las venas, músculos, etc... y que fue una labor artesanal de una sola persona, John P. Fulton, encargado de los efectos especiales que de nuevo lo vuelve a bordar.
El film combina de una manera acertada seriedad y momentos humorísticos, sin caer en bromas fáciles, consiguiendo un buen contraste que hace que funcione a la perfección.
Ha sido muy curioso, pero hay una escena que me ha dejado una sensación de haber encontrado el punto de inspiración para una película tan diferente y lejana en el tiempo, como es Leon el profesional. Ya que Leon huía de la policía disfrazándose como un miembro de los SWAT y pasando entre ellos simulando como si estuviera herido, pues aquí tenemos una escena muy parecida tanto en la situación como en la resolución.
Otro punto de interés es el saber que fue el primer papel de protagonista que tuvo un monstruo tan enorme del cine de terror como Vincent Price, a quien veremos más bien poco al encarnar al hombre invisible, pero que juega muy bien con su voz para darle personalidad a su actuación.
Para todos aquellos que disfrutéis de unos efectos especiales hechos con cariño y con técnicas totalmente alejadas de los omnipresentes ordenadores actuales y queráis pasarlo bien con una entretenida cinta de terror añeja pero que ha envejecido muy bien.
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