sábado, 25 de junio de 2011

DOCTOR TERROR (1965)

Dos grandes del terror, Christopher Lee y Peter Cushing se reunen en esta cinta episódica del 65 que además contó con una de las primeras apariciones en pantalla de Donald Sutherland.
Cinco hombres están sentados en un compartimento de un tren, un músico, un arquitecto, un crítico de arte, un recién casado y un hombre de familia. La llegada de un sexto hombre, de aspecto siniestro y muy misterioso será clave en sus futuros ya que se descubrirá como el Doctor Schreck, o lo que es lo mismo, como el Doctor Muerte.
Con sus cartas del tarot, les irá convenciendo uno a uno de sus poderes predictivos, descubriéndoles su cercana muerte de maneras bien distintas, pero con un denominador común.
La película se divide pues en 5 historias, conducidas a través de la principal en el compartimento del tren (la más interesante) y nos descubre maneras bien distintas de vivir el terror.
En su primer relato nos muestra como un arquitecto es enviado al caserón donde él nació para hacer un estudio de mejora. Lo que no sabe es que un ancestral hombre lobo necesita de su linaje para sobrevivir y será presa del monstruoso licántropo. En su siguiente historia (la más floja) se nos presenta a un sereno hombre de familia, con mujer e hija que vuelven a casa para advertir que una nueva planta les ha crecido en el jardín en un tiempo asombroso. La dichosa plantita parece tener inteligencia y no se deja podar ni cortar, teniendo que llamar a especialistas para su estudio. Es ahí cuando se descubre que las plantas poseen cerebro (pura serie B) y que acorralarán a la familia atormentándolos.
La tercera crónica nos pone en la piel de un músico de jazz que tras plagiar una sintonía prohibida de una tribu verá como le persigue la magia Voodoo, acabando con su apaciguada vida.
En el episodio siguiente, el escéptico crítico de arte Franklyn Marsh (Lee, en el segmento más interesante) critica duramente a un famoso artista en una exposición de arte, y éste, en clara venganza personal, lo humilla haciéndole quedar como un auténtico farsante al comprobar que su pintura favorita estaba ciertamente pintada por un primate. Tras atropellar al artista en un momento de rabia, éste pierde una mano, que perseguirá al irascible Frank hasta acabar con su vida.
El último episodio nos muestra como un recién casado (un pipiolo Sutherland) descubre que su esposa es un vampiro, que sale cada noche por la ventana en busca de su medicina.
Puestos a hacer una valoración general, lo más destacado de la cinta es su pluralidad de conceptos, ya que contiene licantropía, vampirismo, vudú, manos asesinas y plantas inteligentes, que dotan irremediablemente de encanto al conjunto.
Si a eso se le suma el excelente juego psicológico en el tren y la magnífica caracterización de Cushing como el Doctor muerte, el terror está servido.
La mejor filmación de todas es la cuarta, dónde Christopher Lee hace gala de una presencia cinematográfica impresionante, actuando casi en solitario y siendo de largo el más destacado del reparto. Podríamos decir que la historia del hombre lobo nos deja un poco en ascuas, la de las plantas distrae nuestra atención al ser tan inofensiva, y la del músico abusa de ritmos y canciones hasta casi hastiarnos. Las dos últimas son precisamente las de más interés, y las responsables de transformar esta pieza terrorífica en una pequeña joyita del género.
Su visionado es calmado y agradable, en consonancia con ese estilo de horror que tanto se estilaba otrora, y en nada semejante al actual descontrol de sustos y portazos con un exagerado sonido surround.
En definitiva, una unión de actores míticos que consiguen inmortalizar historias de un terror algo suavizado pero de tremendo encanto. Un placer poder haber viajado junto a ellos en ese tren.

2 comentarios:

  1. La vi de pequeñito, y sólo recordaba a Peter Cushing con su sombrero en el compartimento del tren. Él y su archienemigo vampiro tenían una presencia en pantalla SUBLIME

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  2. Con su mera presencia enriquecen el producto de tal manera que parece mejor de lo que es. Este film sin la escena del tren resultaría del montón. Tiene un encanto particular ese compartimento.

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