El primer film de terror rodado por Alfred Hitchcock supuso un antes y un después en la historia del cine y dentro de su filmografía en concreto, pues para según qué personas (Jerry Lewis, por ejemplo), el cineasta británico fue demasiado lejos e incomodó a multitud de espectadores en su estreno.
Tras hacerse con los derechos anónimamente del libro "Psycho", de Robert Bloch, Hitchcock tenía muy claras sus intenciones: realizar una película de bajo presupuesto (ni un millón de dólares), con actores de TV ya conocidos (de su propia serie) y escatimando costes para rentabilizar al máximo su inversión.
La jugada le salió de maravilla y su recaudación superó con creces lo soñado por el londinense, además de lograr consolidarse como un clásico indiscutible del género, exprimido y estudiado al máximo hasta nuestros días.
En sí, sin dejarme llevar por su gloria preconcebida, trataré de ser ecuánime en mi juicio y volcar mis impresiones como si de una película desconocida se tratase, valorándola según mi experiencia con ella.
Marion Crane (Janet Leigh) es una joven y guapa trabajadora de Phoenix que no está viviendo su vida como a ella le gustaría, viéndose a escondidas con Sam a la hora del almuerzo y estancada sin remedio en su cotidianidad.
Un viernes, su jefe le encarga hacer el ingreso bancario de 40.000 atrayentes dólares, lo que despierta en ella el ansia de cambiar de vida y acaba por escaparse con el dinero en busca de Sam. En su trayecto de huida termina hospedándose en un recóndito motel de carretera para cobijarse de la lluvia que le impide conducir en condiciones. Lo que no se esperaba Marion, es que Norman Bates (Anthony Perkins en el papel de su vida), un joven taxidermista que regenta el lugar junto con su madre, acabará convirtiendo su estancia en la peor de sus pesadillas. Posteriormente, un detective privado contratado por sus preocupados allegados "disfrutarán" de las comodidades del hospicio de los Bates, aunque de maneras bien distintas.
Lo que a primera vista parecía un simple film en el amplio grueso del género, acabó por ofrecer una calidad muy superior en todos sus apartados, obligándonos a crear un punto y aparte en ella y dedicándole mucha más atención de la que a priori, cabría esperar. Si bien es cierto que Hitchcock la concibió en blanco y negro para evitar truculencia desmesurada (en color hubiese sido muy gore), el film sigue estando por debajo del nivel de violencia y pornografía visual que describía la novela original, mucho más macabra y horrenda (por ejemplo, en la ducha, ruedan cabezas), lo que incita a pensar que se vio inevitablemente afectada por las condiciones morales de una época.
El ejercicio psicológico del maestro aquí es brutal, dibujando un personaje inicial (que no central) repleto de contrastados detalles visuales casi imperceptibles (Marion lleva la ropa interior blanca de entrada, pero se vuelve negra cuando ha manchado sus manos con el robo) y comportamientos intrigantes, como el escasísimo pestañeo mientras escapa en su coche (aumentando la sensación de extrema preocupación y atención a su alrededor) o incluso los nerviosos movimientos de Norman, claros e incómodos efectos de un psicótico estrés traumático aún sin desvelar.
Su sencillez en el seguimiento de la historia es un arma de doble filo para el espectador, pues consigue encaminarnos a todos como ovejitas hasta esa ducha donde Marion, acompañada del frenético sonido de viento de Bernard Hermann, es acuchillada en la que quizás, sea la escena de terror por excelencia en la historia de este arte.
El sujeto inestable propietario del solitario motel, Norman, pasa de ser un viejo, gordo y calvo en la novela de Bloch a un muchacho atento y servicial (e incluso bien parecido, según se mire) en el film, lo que aumenta nuestra sensación de incredulidad ante los horribles acontecimientos que luego suceden y nos incita a controlar nuestros prejuicios.
Una vez enfocada la trama en su vertiente más "psicópata"(cuando ya se nos desvela algún que otro asesinato), nos vemos atrapados en su atmósfera de tensión, de una precisión y exquisitez como en pocas ocasiones se ha logrado filmar, llevándonos exactamente donde quiere Hitchcock hasta hacernos sentir verdaderos escalofríos internos, olvidándonos de fechas, épocas o actores. Sobrepasa el tiempo y se adueña de nuestros temores, y por esa razón, merece tanto reconocimiento histórico.
Sus fotogramas no tienen desperdicio alguno, desde el mítico "momento ducha" asesinando a Janet Leigh (la madre de Jamie Lee Curtis, por cierto, otra musa del terror, pero esta vez de los ochenta), pasando por las conversaciones de Norman con su malhumorada progenitora o con el detective, hasta el momento final, con esa silla girando enseñándonos a la madre oculta, sin duda, muchos puntos álgidos del mundo del cine.
Por contra, y entendiendo que no son más que pequeñeces en comparación con sus aciertos, hay algunos detalles menos propicios, como el innecesario discurso final del psiquiatra (explicándonos todo lo que hemos visto y neutralizando definitivamente cualquier interpretación del espectador), lo rápido que vemos lo qué sucede en realidad dentro de la casa (antes incluso de que hablen con el sheriff) o el momento final en el sótano, pecando de cierta precipitación y falta de intensidad interpretativa.
Sin duda, ese último discurso formaba parte de las condiciones comerciales de la época (aunque elocuentes, me sobran esas aclaraciones) y seguro que la teatralidad en alguna función del film está así concebida adrede, pero que resultaron pequeñas piedras en el camino de un visionado, que aunque increíble, también tuvo sus diminutos inconvenientes.
Psicosis significó la última película en blanco y negro del espléndido cineasta inglés (cada vez me gusta más este señor), y tal vez, su obra más rentable a la vez que conocida. Uno de esos extraños films que la gran mayoría de personas conoce o sabe de su existencia, pero que no se han sentado a degustarla con la atención que merece.
Nominada a 4 estatuillas en 1960 (director, actriz secundaria, fotografía y dirección artística), no recibió en su día más gloria de la que los académicos de aquellos tiempos supieron digerir, pues se adelantó a su época en muchos aspectos, por el bien del cine.
Su secuela "Psicosis 2: El regreso de Norman Bates" 23 años después, parece que aún guarda cierto interés que pronto destaparé (ando detrás de ese DVD), hecho que desgraciadamente no prometen poder ofrecernos ni su tercera ni su cuarta parte, sin hablar del calco irrespetuoso que realizara Gus Van Sant en 1998, del todo intolerable.
Así pues, ahí va una delicatessen terrorífica para gourmets, un plato exquisito que consigue agradar unánimemente a público y crítica, y eso, como ya sabéis, nunca es tarea fácil.
Por cierto, y de manera anecdótica me gustaría apuntar que en realidad existe un hospedaje de similares características cerca del lugar, llamado MOTEL BATES y con un muchacho en la puerta igual de amable (que también tiene madre, seguro), así que si andáis cerca, ya sabéis....
No hay comentarios:
Publicar un comentario