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miércoles, 12 de diciembre de 2018

BLOODY CHAINSAW GIRL (2016)

Toca disfrutar de una golosina nipona de consumo nocturno muy desprejuiciado (esperada para los amantes de este género) titulada "Bloody Chainsaw Girl". Una nueva demostración de que los japoneses, en lo referente al cine más gamberro, sangriento y pasado de tuercas, son los mejores. Sin discusión.
Quien no tenga referentes sobre este tipo de producciones podría padecer un fallo cardíaco o un desprendimiento de retina durante su visionado, o incluso sentirse desorientado por la sobredosis de referencias desconocidas con las que tropezará.
Por el contrario, si se está más o menos familiarizado con el inconfundible modo de entender el nuevo gore nipón, se volverá a encontrar con un festín hiper canalla, una nueva orgía hemoglobínica y descarada repleta de colegialas armadas, casquería ilimitada y un humor de otra galaxia, donde sólo se busca la diversión y el disfrute sensorial a toda costa, sin mayor complicación.
Un ejemplo de cómo los japoneses se desprenden durante aproximadamente 1 hora y cuarto de la gran cantidad de corsés de una sociedad reprimida y antisocial; una vía de escape para desahogar su rutina y ver en pantalla lo que siempre han querido hacer en sus pensamientos más oscuros; véase, verle las tetas a las escolares buenorras, trocear miembros humanos con una sierra eléctrica o hincharse a ver bragas mientras luchan dos chicas a muerte. En fin, el sueño de muchos chicos... japoneses.
Esta "Bloody Chainsaw Girl" nos vomita ya en sus primeros 10 minutos una dosis inconfundible de todos estos elementos, con un inicio de la acción frenética y delirante, presentándonos a la guapa Giko, la colegiala de marras, armada con una sierra eléctrica eliminando a mansalva a un grupito de ex-alumnos alterados, infectados y robotizados (todo junto), en una especie de apocalipsis mutante. Nada más y nada menos.


Una suerte de película desquiciada donde todo vale, pues hay proyectiles vaginales, cabezas cercenadas con pies metálicos, sangre a borbotones o absurdos ninjas de cuarta; y como ya es costumbre, nos deleita con las esperadas batallas a muerte en las azoteas con armas imposibles, profesores de instituto trastornados o subtramas de lo más surrealistas (¡¡ese examen de maquillaje!!). Todo esto acompañado de un ritmo non-stop y muchas ganas de juerga visual. En fin, irresistible.
Si bien es cierto que la película tiene momentos en que se desinfla en pro de secuencias menos inspiradas, no se le puede acusar de tomarse en serio a sí misma en absoluto, pues ni pierde su espíritu sinvergüenza ni aspira a más que a darnos carnaza que exorcice nuestros deseos más oscuros.


Se trata pues de un film moderadamente aceptable, si bien inferior a mejores producciones del género como "The Machine Girl", "Sukeban Boy" o "Mutant Girls Squad", y donde lo importante es llegar a contentar a un público muy fiel que ansía cada vez más desfase de locura y tripas; eso sí, todo desde una perspectiva dulcemente ingenua, algo irresponsable pero muy divertida. Una mezcla tan sugerente como imposible de comprender desde nuestra mirada occidental.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

THE DISASTER ARTIST (2017)

Con la concha de Oro de San Sebastián bajo el brazo, "The Disaster Artist" aterrizaba en Sitges para sorpresa de muchos, dentro de la maratón nocturna del último sábado. Desde su pre-producción hemos seguido con atención su desarrollo, pues en cuanto vimos que el guasón de James Franco ponía su lente en la ¿inolvidable? cinta de culto de Tommy Wiseau, entendimos que la espera valdría la pena. Y así ha sido.
Ante todo cabe aclarar que el film de Franco sólo se podrá disfrutar en su plenitud si previamente se conoce la desastrosa pero extrañamente irresistible pseudo-película del rocambolesco Wiseau.
Lo sencillo era huir despavorido de aquel disparate que filmó en 2003 el inefable Tommy, y por descontado también lo más saludable y prudente. Pero en una inexplicable alineación astral, todo aquello que fue "The Room", de mal hecha, filmada, montada, ideada e interpretada, se transformó en otra cosa, del todo incontrolable, que adquirió vida propia, transformándose en un monstruo del anti-cine con un efecto maravilloso, una excepción entre un millón que la convirtió en cinta de culto al instante.
Las circunstancias de aquel rodaje fueron un auténtico despropósito, un capricho temerario de un personaje enigmático con mucho dinero del que apenas se conoce nada, ni su procedencia (aunque algunas fuentes apuntan a Polonia), ni su estatus social o familiar ni de dónde ha obtenido su fortuna (él mismo financió el proyecto de su bolsillo, superando los 6 millones de dólares).
Todo eso, unido al desarmante resultado fílmico que fue "The Room", impulsaron a James Franco a retratar su propio Ed Wood, a dibujar un personaje que de pésimo y patético, se convierte en apasionante. Un chapucero inconsciente que se hace pasar por alguien de Nueva Orleans (todo indica que simplemente pasó allí una temporada), mal imitador de James Dean y de impredecible comportamiento, que sin embargo cautiva y despliega un carisma especial, que obliga a observarlo con atención.



"Disaster artist" mueve con inteligencia sus piezas, siempre respetando la figura de Wiseau pero repasando con incisivo humor su trayectoria en el cine, dándole cierta perspectiva filosófica e incluso atreviéndose a indagar sobre los valores de la amistad, algo que según parece, es fundamental para Tommy.
Una vez aceptas las normas, entiendes el cometido y logras conectar con la película (si es en grupo mejor que mejor, pues es una experiencia colectiva), la diversión está asegurada, ya que esa arrolladora atmósfera de comedia involuntaria que fue The Room, se traslada con acierto en la cinta de Franco, lo que es, sin duda, todo un éxito. Por último destacar el esfuerzo del actor norteamericano por mimetizarse con Wiseau, uno de los puntos fuertes de su película, y quizás uno de los papeles de su vida. Y no es broma...

domingo, 2 de diciembre de 2018

ERREMENTARI (EL HERRERO Y EL DIABLO)

El octavo día del pasado festival de Sitges 2017 amaneció con la fuerza y atrevimiento de "Errementari", una jugosa fábula vasca que nos llega apadrinada por Álex de la Iglesia, co-productor de la misma, y que a su vez significa el debut en la dirección del hasta ahora cortometrajista Paul Urkijo.
Confieso sin tapujos que desconocía del todo la  existencia de la leyenda del errementari (herrero en euskera), y quizás por esa razón me quedé completamente absorbido por su compleja maraña genérica y diversidad narrativa, su fresquísimo descaro cómico y esa enorme personalidad que posee, algo que agradecí acaloradamente.
Pero situémonos: en una región próxima a Álava, una década después de la 1ª Guerra Carlista (1843), un cargo del gobierno se persona para investigar un suceso en la herrería del pueblo. Allí habita casi como un ermitaño, en medio del bosque, un misterioso herrero llamado Patxi, considerado por los aldeanos como un asesino siniestro y solitario que incluso se relaciona con demonios. Accidentalmente, Usue, una niña huérfana del pueblo, se cuela en la herrería y destapará el increíble secreto que allí guardaba el herrero, para así cambiar definitivamente el devenir de la aldea.
Es de ley aplaudir, por encima de todo, su valiente capacidad para no obedecer los criterios establecidos por ningún género en concreto, pues merodea con desparpajo por varios de ellos sin llegar a someterse a ninguno. En ella encontraremos atractivos rasgos de un terror de cuento sombrío, fantasioso y distendido pero no por ello menos horripilante; también se percibe un estudiado tratamiento del entramado dramático, trasladando una fábula con niños de por medio, con la suficiente entereza e inteligencia como para que su peculiar y nada obvia moraleja tenga toda lógica, además de resultar muy adulta; y por último, pero no menos importante, es resaltar su excelente y nada convencional sentido del humor, casi diría que innovador, rebelde y muy sorprendente al que, por supuesto, acabé rindiéndome.



Agradezco muy efusivamente que no nos abrumaran con feos efectos digitales, y que el estupendo trabajo de maquillaje, aunque quede forzosamente guiñolesco, tuviera una fuerte impronta personal. Incluso en su tercio final, en la bajada a las mismísimas puertas del infierno, los juegos de iluminación y recursos de fotografía den una sencilla pero emocionante sensación de irrealidad, como de imaginario juvenil sin límites. Todo un gozo cinéfilo de difícil comparación, pues es única en su especie.
Resaltar el magnífico plantel actoral, empezando por el herrero, sobrio y acertadísimo Kandido Uranga, el demoníaco e inolvidable Sartael (Eneko Sagardoy) hasta la jovencísima Usue (Uma Bracaglia), todo un descubrimiento a su edad. Un film muy especial que proyecta una fuerte sensación de novedad, con una atmósfera de ensoñación y un poso final tan agradable como humilde. Una fiesta para los sentidos que si bien no enamorará a los más puristas, que seguramente no querrán/sabrán ser cómplices, sí merece mucha atención, tanto por su fuerza visual como por su sabia y variada conjunción. Arriesgada y simpática, destaca por ser una de las mayores sorpresas nacionales de la pasada edición del Sitges 2017.

domingo, 18 de noviembre de 2018

DEADTECTIVES (2018)

La primera piedra en el camino de este festival 2018 ha resultado ser la endeble ópera prima de un tal Tony West, cineasta con nombre de rapero cool, que nos arroja su híbrida y desafortunada propuesta, a medio camino entre "Cazafantasmas" y un mal episodio de Scooby-Doo.
Intrascendente, sin ideas y repleta de bobadas, "Deadtectives" (no sé si me gusta o no el título todavía), sigue a los responsables de un programa televisivo que ridiculiza lo paranormal solo por tener audiencia (de hecho existe uno en realidad, titulado "buscadores de fantasmas", que seguramente inspiró a West a cocinar este invento), pero al ver que peligra su show, acceden a ir a una mansión encantada en un remoto lugar de México. Los fantasmas que allí habitan, como era de prever, no son una farsa como hasta ahora.
Pues bien, contado esto, contado todo, pues es una mera excusa argumental para amontonar bromas frenéticamente, algunas lógicamente bien encajadas, pues el tema lo permite, pero en líneas generales bastante lamentables, pura diversión banal, pólvora mojada, sin ingenio ni cerebro.
Con un protagonista sobreactuado más su novia de regalo y un par de amigos cortos de entendederas dentro del pack, tenemos un cóctel que parece más bien el episodio piloto de una serie adocenada de aire británico, sin mayor recorrido y que a buen seguro funcionó mejor en la mesa de guionistas que en pantalla.


Sin embargo, en mi afán de rescatar lo positivo de casi cualquier proyecto, trataré de extraer aspectos más acertados, como por ejemplo el diseño sorprendentemente espeluznante del fantasma de la muerte, los juegos idiomáticos constantes entre inglés/español o el tratamiento, desentonado pero en cierto modo respetable, de filmar correctamente el género sin que éste horrorice, rebajando tensiones y banalizando lo tétrico, tarea nada sencilla. No es un insulto a nadie, pero acaba siendo prescindible, casquería de festival

sábado, 10 de noviembre de 2018

ONE CUT OF THE DEAD (2018)

"One cut of the dead" se ha convertido en una de las grandes sorpresas del año, y ni sus creadores se lo acaban de creer. Nacida a partir del trabajo de unos estudiantes de cine en Japón, con apenas 27.000 dólares de presupuesto pero con mucho ingenio, pasión y amor; y eso se nota.
De estrenarse en solo 3 cines en territorio nipón y gracias al boca a boca, el fenómeno ha ido creciendo, hasta que meses después, el film aún esté colocado en el Top 10 nacional, con cerca de diez millones de dólares recaudados además de triunfar por cada festival donde se exhibe.
¿Es pues "One cut of the dead" merecedora de tanto revuelo?. Decididamente sí.
Era muy esperado la llegada de este film al certamen de Sitges y así se ha hecho notar en su primera proyección, en una Sala Tramuntana llena hasta la bandera, con casi todo el cast presente. Sin duda, dicha proyección se ha convertido en uno de los momentos más mágicos y emocionantes que he podido vivir en los 13 años que llevo asistiendo al festival catalán.
El proyecto se basa en la grabación de una película de Serie B sobre muertos vivientes, hasta que ésta se ve interrumpida por un auténtico apocalipsis zombi.
A todo aquel que se acerque a tan encantador film, cuanto menos sepa, mejor, porque su original guión es una de sus grandes bazas. Una obra que abre con un plano secuencia totalmente amateur algo discutible y que hace que empieces a dudar y preguntarte: ¿Pero qué estoy viendo?. Hasta que aparecen los zombis, claro, y el rodaje se convierte en un desmadre. No os digo nada más.
"One cut of the dead" rezuma amor por el cine por los cuatro costados. Y no solo amor, también pasión y cariño por el proyecto que se está levantando, con unos actores entregados y una merecida reivindicación del trabajo de todos los que están tras las cámaras y que se dejan la piel por su proyecto.



Un largometraje que se pasa en un suspiro, cuyos personajes son verdaderamente entrañables, de humor sano, muy gamberro, y unos giros de guión verdaderamente originales, que dan una nueva vuelta de tuerca al tan hastiado cine de no-muertos. Muy bien. Desde ya, mi favorita del año.
Aparecen los créditos finales, las luces de la sala Tramuntana se encienden y nos devuelven a la realidad. La sala estalla en aplausos y se pone en pie, girándose hacia los responsables allí presentes, que emocionados, se levantan con lágrimas en los ojos, agradeciendo la acogida. Cinco minutos de standing ovation y todos tan felices. Porque amamos el cine.

Adrián Roldán

viernes, 2 de noviembre de 2018

SUPERLOPEZ (2018)


Tras varios años tratando de encontrar financiación, por fin el proyecto cinematográfico para adaptar "Superlópez", el popular cómic de Jan, se ha convertido en realidad, y ya aterriza, nunca mejor dicho, en nuestras salas.
Sitges 2018 se ha reservado el privilegio de su estreno mundial, algo que su director, Javier Ruíz Caldera, natural de Viladecans, como fiel asistente al festival que ha sido durante años, le resultó un auténtico placer, pues ver proyectada su película en el enorme Auditori siempre es y será un orgasmo profesional.
Difícil empresa fue la concepción de su guion, ya que tomarse ciertas licencias en su traducción al cine podría haber hecho enfadar a una legión de seguidores puristas; sin embargo, haberse empeñado en respetar solo las viñetas de Jan a toda costa, hubiera podido, de igual forma, no funcionar en pantalla.
Por suerte, el film ha caído en buenas manos, y el cineasta catalán, fan declarado de los cómics, se ha esforzado en otorgar un equilibrio entre el original y su difícil traslación al lenguaje cinematográfico, consiguiendo un resultado ciertamente agradable, en tono y forma, muy divertido (aunque quizás en exceso políticamente correcto) y bastante fiel, además de agregar ideas nuevas, que enriquecen en su mayoría, la historia de base.
Uno de los principales retos era escoger bien al personaje central, pues todo orbitaba alrededor de sus expresiones, torpeza gestual y semblante cómico. Se barajaron nombres como José Mota (que creo, lo hubiera decantado mucho al puro gag), o Imanol Arias, que habiendo sido Anacleto en el previo proyecto del director, quedaba lógicamente descartado.


Tras meditarlo mucho y vencer sus posibles temores a no dar la talla, el cómico/actor Dani Rovira se enfundó finalmente el destartalado traje y asumió con descaro el desafío. Lo cierto es que nada se le puede reprochar al malagueño, más allá de algunos tics característicos e inevitables de su interpretación, casi nunca molestos. Si bien encarna a un Juan López algo más joven de lo esperado, consigue dotar al personaje de un cierto carisma y sabe plasmar la noble pero torpona forma de ser del paródico superman ibérico con bastante puntería, pudiendo afirmar que fue un acierto de cásting.
Acompañado por un elenco de rostros conocidos como el "chanante" Julián López (divertidísimo), Alexandra Jiménez (por la que siento especial predilección) o Maribel Verdú, se ha conseguido realizar una comedia ligera a la par que singular, con unos fantásticos efectos gráficos (por momentos incluso soberbios) y así hacernos disfrutar, esta vez en carne y hueso, del más famoso superhéroe catalán (recordemos que su nave se estrelló en Lleida).
Estamos frente a una cinta de aventuras sin mayor pretensión que hacernos disfrutar, que desprende humildad, respeto y cariño, subraya valores clásicos y que sabe, en todo momento, reírse de sí misma.
Algunos esgrimirán que le falta empuje, más mala uva o que se queda corta en su afán de retratar al héroe con bigote, pero al menos yo, he tenido una sensación muy similar al terminarla que cuando leía sus historietas. Misión cumplida entonces. ¡Ah!, y que alguien financie la secuela, gracias.

viernes, 19 de octubre de 2018

FESTIVAL DE SITGES 2018: JUEVES 11 DE OCTUBRE (DÍA 8)

Tras varios años tratando de encontrar financiación, por fin el proyecto cinematográfico para adaptar "Superlópez", el popular cómic de Jan, se ha convertido en realidad, y ya aterriza, nunca mejor dicho, en nuestras salas.
Sitges 2018 se ha reservado el privilegio de su estreno mundial, algo que su director, Javier Ruíz Caldera, natural de Viladecans, como fiel asistente al festival que ha sido durante años, le resultó un auténtico placer, pues ver proyectada su película en el enorme Auditori siempre es y será un orgasmo profesional.
Difícil empresa fue la concepción de su guion, ya que tomarse ciertas licencias en su traducción al cine podría haber hecho enfadar a una legión de seguidores puristas; sin embargo, haberse empeñado en respetar solo las viñetas de Jan a toda costa, hubiera podido, de igual forma, no funcionar en pantalla. 
Por suerte, el film ha caído en buenas manos, y el cineasta catalán, fan declarado de los cómics, se ha esforzado en otorgar un equilibrio entre el original y su difícil traslación al lenguaje cinematográfico, consiguiendo un resultado ciertamente agradable, en tono y forma, muy divertido (aunque quizás en exceso políticamente correcto) y bastante fiel, además de agregar ideas nuevas, que enriquecen en su mayoría, la historia de base.
Uno de los principales retos era escoger bien al personaje central, pues todo orbitaba alrededor de sus expresiones, torpeza gestual y semblante cómico. Se barajaron nombres como José Mota (que creo, lo hubiera decantado mucho al puro gag), o Imanol Arias, que habiendo sido Anacleto en el previo proyecto del director, quedaba lógicamente descartado.

Rovira como Superlópez
Tras meditarlo mucho y vencer sus posibles temores a no dar la talla, el cómico/actor Dani Rovira se enfundó finalmente el destartalado traje y asumió con descaro el desafío. Lo cierto es que nada se le puede reprochar al malagueño, más allá de algunos tics característicos e inevitables de su interpretación, casi nunca molestos. Si bien encarna a un Juan López algo más joven de lo esperado, consigue dotar al personaje de un cierto carisma y sabe plasmar la noble pero torpona forma de ser del paródico superman ibérico con bastante puntería, pudiendo afirmar que fue un acierto de cásting.
Un café con leche y un cruasán, cosas que no cambian
Acompañado por un elenco de rostros conocidos como el "chanante" Julián López (divertidísimo), Alexandra Jiménez (por la que siento especial predilección) o Maribel Verdú, se ha conseguido realizar una comedia ligera a la par que singular, con unos fantásticos efectos gráficos (por momentos incluso soberbios) y así hacernos disfrutar, esta vez en carne y hueso, del más famoso superhéroe catalán (recordemos que su nave se estrelló en Lleida).
Estamos frente a una cinta de aventuras sin mayor pretensión que hacernos disfrutar, que desprende humildad, respeto y cariño, subraya valores clásicos y que sabe, en todo momento, reírse de sí misma.
Algunos esgrimirán que le falta empuje, más mala uva o que se queda corta en su afán de retratar al héroe con bigote, pero al menos yo, he tenido una sensación muy similar al terminarla que cuando leía sus historietas. Misión cumplida entonces. ¡Ah!, y que alguien financie la secuela, gracias.

J.A.


"Valley of Shadows" (Skyggenes Dal), primer largometraje de Jonas Gulbrandsen, es una extraña aportación noruega al mundo del fantástico, tímidamente cautivador y ¿sobre?cargado de imágenes sugerentes, casi gélidas, donde no todo funciona pero que sí logra impregnarnos de una atmósfera de ensoñación, que juguetea con lo esotérico, y aportando al género algo más sobre ese desconocido pero apasionante subcultura escandinava sobre lo mágico y eterno.
Estamos ante una pequeña historia de un niño de apenas 6 años, Aslak, que vive junto a su madre en una zona remota de Noruega. Una trágica noticia que conmociona a la mujer, de inmediato precipita al introvertido joven a tratar de entender lo sucedido y embarcarlo en un viaje de crecimiento personal, en solitario, tanto físico como espiritual, a través del impresionante entorno natural noruego, percibiendo desde la óptica intacta de un niño los misterios y realidades del mundo que le rodea.
Lo subjetivo se distorsiona aquí con la realidad de forma severa, a niveles casi metafísicos, dentro de un film que tiene su principal baza en el enclave donde todo sucede, pues la fuerza de la Naturaleza otorga, por sí sola, un enorme poderío visual. Reminiscencias culturales autóctonas (que a buen seguro se me/nos escapan), junto a otras fuentes más manidas como la licantropía o el imaginario infantil se dan la mano dentro de un contexto que bebe de lo gótico y lo terrorífico, pero sobre todo de lo sensorial, convirtiéndose en una experiencia cercana a lo íntimo.
Razonablemente interesante, el filme sin embargo cae a menudo en el tedio por su fuerte apuesta de un ritmo en exceso onírico y pausado, afectado de demasiada intencionalidad emotiva. Sin el menor género de dudas, se trata de un diminuto proyecto repleto de valores, capas psicológicas y diferentes lecturas acerca de la transición generacional, el crecimiento espiritual o la difícil aceptación de una pérdida, además de servir como terapia al autor, en mayor o menor grado.

El pequeño Aslak, en su periplo vital

Poderosas imágenes cargadas de poesía inundan el pequeño film noruego

A pesar de que el fondo y la forma son coherentes entre sí (cosa que aplaudo), llegan también a provocar, al mismo tiempo, dos caras de una misma moneda. Lo que sirve a Gulbrandsen como escenario de su triste y educativa narración, nos adormila y a veces anestesia, a poco que desconectemos un minuto (que sucede). Su apagada puesta en escena, silenciosa y contemplativa, aunque bella y visualmente agradable, acaba por resultar narcotizante, y la omnipresencia del niño protagonista, expresión paroxística del ario de ojos azules y pelo dorado, enfría más si cabe la obra.
No resulta encomiable pero aporta un poco de aire nuevo al cine fantástico con sello de autor, además de indagar en conceptos complejos del ser humano, explorando campos de difícil transitar. Eso siempre se agradece, aunque el espectador no se enamore.

J.A.

jueves, 11 de octubre de 2018

FESTIVAL DE SITGES 2018: SÁBADO 6 DE OCTUBRE (DÍA 3)

La primera piedra en el camino de este festival 2018 ha resultado ser la endeble ópera prima de un tal Tony West, cineasta con nombre de rapero cool, que nos arroja su híbrida y desafortunada propuesta, a medio camino entre Cazafantasmas y un mal episodio de Scooby-Doo.
Intrascendente, sin ideas y repleta de bobadas, "Deadtectives" (no sé si me gusta o no el título todavía), sigue a los responsables de un programa televisivo que ridiculiza lo paranormal solo por tener audiencia (de hecho existe uno en realidad, titulado "buscadores de fantasmas", que seguramente inspiró a West a cocinar este invento), pero al ver que peligra su show, acceden a ir a una mansión encantada en un remoto lugar de México. Los fantasmas que allí habitan, como era de prever, no son una farsa como hasta ahora.
Pues bien, contado esto, contado todo, pues es una mera excusa argumental para amontonar bromas frenéticamente, algunas lógicamente bien encajadas, pues el tema lo permite, pero en líneas generales bastante lamentables, pura diversión banal, pólvora mojada, sin ingenio ni cerebro.
Con un protagonista sobreactuado más su novia de regalo y un par de amigos cortos de entendederas dentro del pack, tenemos un cóctel que parece más bien el episodio piloto de una serie adocenada de aire británico, sin mayor recorrido y que a buen seguro funcionó mejor en la mesa de guionistas que en pantalla.

El cast, en una imagen promocional
Sin embargo, en mi afán de rescatar lo positivo de casi cualquier proyecto, trataré de extraer aspectos más acertados, como por ejemplo el diseño sorprendentemente espeluznante del fantasma de la muerte, los juegos idiomáticos constantes entre inglés/español o el tratamiento, desentonado pero en cierto modo respetable, de filmar correctamente el género sin que éste horrorice, rebajando tensiones y banalizando lo tétrico, tarea nada sencilla. No es un insulto a nadie, pero acaba siendo prescindible, casquería de festival.

Redactado por Jesús Álvarez


Había mucha expectación tras los primeros avances de Mandy, presentando una idea de base insuperable como es ver a un cada vez más desbocado Nicolas Cage, ensangrentado y motosierra en mano, enfrentándose a una secta pseudo-católica y demás criaturas del averno. Y así lo demostraba una kilométrica cola que daba la vuelta al Auditori Melià siendo poco más de las 8 y media de la mañana.
El resultado final, seguro que no era lo que esperaban exactamente muchos de los espectadores. Mandy presenta a Red (Cage), un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy. Un día, mientras da un paseo abstraída, Mandy se cruza sin saberlo con el líder de una secta que desarrolla una obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan, y en el proceso, hacen añicos la vida de Red. Decidido a vengarse y equipado con toda clase de artilugios, pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
El film está dirigido de manera muy personal por Panos Cosmatos, quien te introduce en una experiencia visual única y original que espantará o se adorará a partes iguales. Un estilo visual surrealista, un viaje lisérgico donde predominan ambientes con filtros rojos muy marcados y una sempiterna banda sonora a ritmo de una estruendosa guitarra eléctrica compuesta por el tristemente fallecido Jóhann Jóhannsson.
La obra se compone de dos partes muy diferenciadas. Una primera hora hipnótica, densa y lenta, situada mayoritariamente en una cabaña, donde Cage y su compañera son asaltados por la secta de tarados cristianos, ya que el líder de ésta, como he avanzado, dice sentirse maravillado y deslumbrado por la mujer del gran Nicolas.
Una primera mitad que cabalga entre la fascinación y el hastío con un tempo inesperado para el que se esperaba una fiesta gore con Cage masacrando villanos desde el minuto 1. En la segunda hora vemos la tan deseada venganza, donde los “Jesus Freaks” son masacrados. Es destacable la desagradable presencia de una especie de cenobitas motoristas del infierno que harán pasar un mal rato a nuestro anti-héroe.
Nicolas Cage sigue dándolo todo a nivel interpretativo, a pesar de encadenar bastantes films de muy dudosa calidad, y ofrece una interpretación intensa y pasada de vueltas (la escena del lavabo es gloriosa en ese sentido, con una botella de vodka siendo bebida como si fuera agua).


Mandy es irregular pero fascinante en su forma y estilo visual; logra trasladarte a un mundo tenebroso y al infierno de una forma literal gracias al poder de sus imágenes y la maquiavélica e inolvidable banda sonora, que funciona como una invocación al mismísimo demonio.
El resultado es curioso, hipnótico y cansino a partes iguales. La historia está mil veces vista y se antoja repetitiva, pero es en el poder de sus imágenes donde Mandy merece una oportunidad. Recomendable.

Redactado por Adrián Roldán


Las críticas previas anunciaban “el film que ha hecho renacer el cine de terror argentino”, entre otras lindezas. No puedo estar más en desacuerdo con esta muestra más bien justita de cine fantasmagórico, con muchos tics a Expediente Warren, el Japan Horror y la comedia argentina más descafeinada.
Aterrados (2017) presentaba todos los elementos para salir airoso: un prólogo espeluznante y efectivo, una buena ambientación con todo un vecindario siendo aterrorizado por presencias y maldiciones fantasmales y unos para-psicólogos que intentan detener la amenaza espectral.
Su punto fuerte (que el film entre en materia desde el minuto 1) es a la vez su punto débil, ya que nos encontramos con una película forzada, que no dedica tiempo a calentar a la audiencia, ni prepara un ambiente de terror incómodo, ni crea unos personajes mínimamente bien construidos. Todo parece artificial, desde esos para-psicólogos de postín que no se los cree nadie y claramente deudores de la ola Expediente Warren, hasta esos golpes de humor a la argentina que no paran de sacarte de la cinta (el momento cadáver del niño en la cocina es totalmente risible).
A su favor he de decir que Aterrados funciona como una montaña rusa de emociones y golpes de efecto constantes, un tren de la bruja de apenas 85 minutos con criaturas extrañas, fantasmas, sustos y sangre. Consigue varios momentos truculentos como el mencionado prólogo, las visitas nocturnas del extraño ente al vecino, o su descontrolada y efectiva recta final. Pero Aterrados no cambia ni la historia del género de su país ni la de ningún lado, siendo una obra pasable y divertida pero falseada y “sin sangre”.


Su director, Demián Rugna, ya lo dijo en la presentación pre-film: “Llevaba 9 años con esta historia bajo el brazo y nadie la quería, hasta que cuando por fin me la ofrecieron hacer, la realicé sin ganas”. Pues se ha notado.

Redactado por Adrián Roldán

domingo, 7 de octubre de 2018

FESTIVAL DE SITGES 2018: VIERNES 5 DE OCTUBRE (DÍA 2)

Muchos conocimos a Shinsuke Sato gracias al enorme revuelo que montó la festiva proyección de I am a hero en 2015, la adaptación del célebre manga de zombis de Kengo Hanazawa. Desde entonces, al director le han llovido nuevos proyectos relacionados con los live actions de animes y mangas varios, desde la nueva Death Note: El nuevo mundo (2016) a la esperada adaptación de Bleach (2018).
El film que nos ocupa hoy, Inuyashiki (2018) se posiciona como el trabajo más destacable hasta el momento del director japonés, adaptando el manga de Hiroya Oku, creador de Gantz. De entre el ingente aluvión de live actions que asaltan Japón desde hace unos años (algo parecido a la invasión Marvel de Occidente), Inuyashiki está un escalón por encima de estas adaptaciones, por lo general algo chapuceras (aunque entretenidas).
Inuyashiki, un hombre de mediana edad y Hiro, un adolescente, son atrapados por un extraño rayo gracias al cual adquieren poderes especiales. Cada uno de ellos usará ese extraño poder de manera muy diferente.
La película destaca por presentar a un personaje inolvidable como es el del propio Inuyashiki, un hombre cincuentón cuya vida no puede ser peor, con una familia que lo desprecia y un trabajo terrible, hasta que, de un día para otro, se convierte en un cyborg con capacidades asombrosas.


Por otro lado tenemos a Hiro, el típico outsider adolescente del cine japonés, de padres separados y objeto de bullying en la escuela y cuyo odio y rabia irán convirtiéndolo poco a poco en un villano.
Destaca un intento por dar tridimensionalidad a los 2 antagonistas, dándole a cada uno un trasfondo y una razón de ser bastante lógica. Se rodea todo el metraje de un halo épico y dramático muy conseguido, manteniendo las vidas y desarrollo de Inuyashiki y Hiro en paralelo la mayor parte del tiempo, hasta estallar en su clímax final: una sorprendente matanza de “inocentes” en el centro de Shibuya con posterior batalla robótica llena de espectacularidad, donde destacan unos excelentes efectos especiales. 


Inuyashiki, así, destaca siendo un film muy entretenido a pesar de sus giros dramáticos y tragedias personales exageradas (un tic del cine japonés que al ya acostumbrado no le molestará), pero decididamente espectacular, a la vez que reinterpreta el género superheróico tanto japonés como occidental a los nuevos tiempos. Notable.

Redactado por Ultraman



Una de las apuestas fuertes de Netflix para este año también se hizo un hueco en la programación del festival, y pese a estrenarse el próximo 12 de octubre en la famosa y cada vez más robusta plataforma, era una buena ocasión para exhibir su potencial dentro de Sitges.
El director del aclamado y violentísimo díptico "Redada Asesina", el galés Gareth Evans, consigue esta vez financiación británica para presentarnos "El apóstol", un film alejado de lo que hasta ahora planteaba su cine, y así terminar de demostrarnos sus altos conocimientos sobre el medio, técnico y artístico, que requiere una obra como la que nos trae.
Ambiciosamente rodada, su nuevo trabajo exhibe sobre todo una fotografía espléndida de una isla remota donde, en el año 1905, una secta en crisis secuestra a la hija de un pudiente para, tras cobrar el rescate, superar la época de sequía y poder continuar con garantías en su pequeña comunidad de feligreses. El hermano de ésta, Thomas, tratará de colarse en la comunidad para encontrarla, con el peligro de muerte que eso conlleva, pues obviamente allí esconden un extraño secreto que pocos conocen.
Lógicamente, las películas que desmesuran su metraje para poder contar su historia (El Apóstol supera el par de horas) irremediablemente caen más a menudo en incongruencias de guion, agotamiento por parte del espectador o incluso pérdida de interés en las tramas que la forman, pese a lucir notablemente e incluso llamar nuestra atención en su bloque inicial, por lo general el más lúcido. La tortuosa narrativa de Evans nos convence durante su primera mitad, presentando personajes, situaciones y escenarios muy interesantes, situándonos en el lugar de manera concreta e invitándonos sin esfuerzo a empatizar con el asunto del secuestro (no tanto ya con el hermano, algo insípido y quizás desentonado debido a su rostro propio de un anuncio de perfumes).
Es pues en su bloque central donde, a pesar de permanecer todavía interesados, se rebaja mucho el efecto inicial, convirtiéndose en una película más sobre comunidades sometidas al gurú de turno que dice comunicarse con deidades. Con una factura más que notable, elegante trabajo sonoro y buena ambientación sin duda, pero lejos de ser recordada por nada más.
Thomas, a su llegada al pueblo, pensando su plan de rescate
Si a eso le sumamos un segmento final, en mi opinión, chirriante por ambicioso y a veces fallido por alambicado, el resultado es, pese a los momentos sorprendentes de violencia propias del autor y un par de poderosas escenas (su llegada al pueblo, ese padre acorralando a su hija encinta..), un film interesante de indiscutibles aspectos técnicos pero carente de alma, casi nunca memorable y por momentos agotador. Una apuesta llamativa para que conste en Netflix, y que seguramente funcione muy bien ahí, pero que el tiempo situará entre el grueso de producciones estigmatizadas que ni satisface al público general ni al que aprecia lo exquisito.

Redactado por el verdadero Apóstol, Jesús Álvarez


A pesar de la fama y el larguísimo recorrido (cuasi interminable) de esta mítica saga, la proyección de "Santo contra el doctor muerte (1973)" era mi primera aproximación al orondo y entrañable enmascarado de plata. Dentro del Festival de Sitges, la pequeña y humilde sala Brigadoon es el último refugio del cinéfilo, un lugar que te acoge para ofrecer joyitas escondidas y muy raras de encontrar para el aficionado.
Grandes momentos he vivido en esta sala, donde destaco el visionado de las obras más bizarras de Jesús Franco, la cita anual obligada con algún documental sobre el splatter italiano o la inolvidable sesión de Rape Zombie 2 y 3.
En esta ocasión, y con motivo del homenaje a la estupenda Helga Liné, se proyectó la cinta que nos ocupa, uno de los films clave de la saga del luchador mexicano. Ya la sinopsis es demencial: Unos ladrones entran en un museo y causan daños en el cuadro Los Borrachos de Velázquez. Se le encarga la restauración de la obra al doctor Mann, sin saber que es precisamente uno de los criminales.
Lo que Mann hará será sustituir el cuadro por una réplica. Además, tiene a varias mujeres secuestradas en su castillo. Aprovechando que el luchador y agente secreto Santo se encuentra en España, las autoridades le piden que investigue el caso junto con el detective Paul.


Con más de 50 títulos en su haber, la saga de Santo es una de las más largas de la historia del cine y abarca desde la seminal "Santo contra Cerebro del Mal (1958)" hasta ya entrados los primeros años 2000. ¡Cuál ha sido mi sorpresa durante el visionado del presente film!.
Lejos de encontrarme con una cinta aburrida y cutre de serie Z (así es la fama que arrastra la saga), Santo contra el doctor muerte (entrega nº 42 de la serie), resulta una entrega divertidísima y deliciosamente ingenua e inocente.
A pesar de que su extenso metraje para un proyecto de estas características (cuasi 100 minutazos) se haga muy cuesta arriba, la película es un despliegue pulp con mad doctors, enemigos imposibles, bases secretas subterráneas, compuertas, trampas mortales, muchas jovenzuelas luciendo palmito y un superhéroe permanentemente enmascarado y que es todo un galán con las féminas pero duro de pelar cuando se le requiere. Además, Liné (la verdadera protagonista), rezuma atractivo y buen hacer como espía y no somos excesivamente torturados con interminables batallas insípidas de lucha libre mexicana con Santo mostrando sus pectorales. Muy divertida muestra de Serie B. Seguiremos con la saga.

Redactado por Adrián Roldán



One cut of the dead (2018) se ha convertido en una de las grandes sorpresas del año y ni sus creadores se lo creen. Nacida a partir del trabajo de unos estudiantes de cine en Japón, con apenas 27.000 dólares de presupuesto pero con mucho ingenio, pasión y amor. Y eso se nota.
De estrenarse en 3 cines en todo Japón y gracias al boca a boca el fenómeno ha ido creciendo hasta que, meses después, el film aún esté colocado en el Top 10 nacional, con cerca de 10 millones de dólares recaudados además de triunfar por todo aquel Festival de cine que pase.
¿Es One cut of the dead merecedora de tanto revuelo? Decididamente sí. Era esperado la llegada de este film a Sitges y así se ha hecho notar en su primera proyección en una Sala Tramuntana llena hasta la bandera, con casi todo el cast presente. Sin duda, dicha proyección se ha convertido en uno de los momentos más mágicos y emocionantes que he podido vivir en los 13 años que llevo asistiendo a Sitges.
El proyecto se basa en la grabación de una película de serie B sobre muertos vivientes, hasta que ésta se ve interrumpida por un auténtico apocalipsis zombi.
A todo aquel que se acerque a tan encantador film, cuanto menos sepa mejor, porque su original guión es una de sus grandes bazas. Una obra que abre con un plano secuencia totalmente amateur algo discutible y que hace que empieces a dudar y preguntarte: ¿Pero qué estoy viendo? Hasta que aparecen los zombis, claro, y el rodaje se convierte en un desmadre. No os digo nada más. 
One cut of the dead rezuma amor por el cine por los cuatro costados. Amor, pasión y cariño por el proyecto que se está levantando, con unos actores entregados y una merecida reivindicación del trabajo de todos los que están tras las cámaras y que se dejan la piel por su proyecto.
Un largometraje que se pasa en un suspiro, cuyos personajes son verdaderamente entrañables, con un humor sano, muy gamberro, y unos giros de guión verdaderamente originales, que dan una nueva vuelta de tuerca al tan hastiado cine de zombis. Muy bien. Desde ya, mi favorita del año.
 
Un "sospechoso" con parte del cast de One cut of the dead tras la proyección

Aparecen los créditos finales, las luces de la Tramuntana se encienden y nos devuelven a la realidad. La sala estalla en aplausos y se pone en pie girándose hacia el cast del film, que emocionados, se levantan con lágrimas en los ojos agradeciendo la acogida. 5 minutos de aplausos y todos tan felices, porque amamos el cine.

Redactado por el galán e internacional Adrián Roldán


Perlman, en el Auditori
La tarde del viernes, con Ron Perlman como invitado de honor en el Auditori, asistimos al estreno mundial de su primer proyecto como productor (además de reservarse el papel protagónico), en el thriller de tono crepuscular "Asher".
Lo poco que sabíamos sobre dicho proyecto no resultaba muy prometedor, pues timoneaba el director de la ridícula "Instinto Básico 2", el argumento sonaba a un mil veces visto y la pareja ¿estelar? no auguraba mucha química en pantalla, sin olvidarme del papelito de un ya septuagenario Richard Dreyfuss. Sin embargo, esos prejuicios estaban casi todos equivocados; y digo casi, porque a pesar de ofrecer material de interés, no todo fueron sorpresas positivas. Lamentablemente.
La historia de un ex-agente del servicio de inteligencia israelí, ahora reconvertido a asesino a sueldo afincado en Brooklyn, no sólo muestra una rara pero sin duda acertada dosificación de sus momentos de acción ad hoc, sino que además fluctúa entre el drama intimista con tintes urbanos y el thriller más lacónico, añadiendo incluso destellos de humor fino, casi imperceptibles.
El personaje de Asher (un Perlman sostenido por limitado), funciona bien mientras desempeña su letal oficio, en lo que son los mejores momentos de la cinta, ciertamente originales (su modus operandi es genial), y que invitaban a soñar con un film más potente, mejor de lo que cabía esperar. Unos diálogos inteligentes rubrican las secuencias clave, y dotan a esta "Asher" de una elegancia inesperada, además de una puesta en escena pensada y sin prisas, cercana al mejor cine de Jarmusch. Que no es baladí.


Lo que ocurre es que una vez adentrados en lo magro de la historia se nos van acumulando los tópicos, y si nos paramos a despojar la obra de su "forma" (casi siempre magnífica), para quedarnos con el "fondo", ahí comienzan los problemas. Pulsiones típicas y otra love-story no por trágica menos común, embozan el resultado final, arrastrándolo a lo convencional. Quizás precisaba de un mayor metraje alrededor del personaje central, pues su pasado queda desdibujado y podría haber sido una historia interesante a explorar.
Pero lo peor estaba por llegar, y es que su secuencia de cierre, si se mantiene así en su edición final, resulta del todo penosa, una resolución sonrojante, propia de bolsilibro, que mejor olvidarla. Impropia y tremendamente inadecuada, un tropezón argumental imperdonable que aún se puede subsanar si A contracorriente films, distribuidora de lujo en nuestro país, le pone remedio.
Por lo demás, se trata de una cinta digna, de cierta elegancia formal, con sus más y sus menos, que sobresale en este tipo de producciones por su delicado tratamiento del género y su peculiar sentido del ritmo.

Teclado aporreado por Jesús Álvarez

La sorpresa de la jornada, e incluso del festival, se vivió la medianoche del viernes al sábado, en un abarrotado pero por costumbre confortable auditorio del Hotel Melià. Los afortunados allí presentes vivimos una experiencia inolvidable, un ritual cinematográfico solo posible compartiendo pantalla, silencio y oscuridad junto una multitud, sumándonos todos a la orgía lisérgica que concibió Gaspar Noé.
"Climax" se venía anunciando como una especie de prolongación de su previa "Enter the Void (2009)", donde drogas, música, baile y sexo colisionan para formar una locura sensorial, muy aplaudida por un sector pero vilipendiada por muchos otros, sin duda más conservadores. Lo cierto es que su nuevo trabajo nos vuelve a hablar de eso, en efecto, pero con el añadido de sufrir tal mutación fílmica que de algún modo, la película cobra vida propia, pues palpita y retumba de distinta manera en cada uno de nosotros, fagocitándonos, molestándonos, fascinándonos.
Sin apenas guion, mucha libertad creativa y con cierta premura por llegar a tiempo a Cannes, Noé concibió el film (su primer "Rated"), como una impactante pesadilla visual, donde el LSD y el alcohol extraen nuestras pulsiones más primarias hasta casi volver a la etapa primate, convirtiendo la fiesta con bailarines de inicio en una intensa bacanal, orgánica y pasional, repleta de onirismo surreal y demencia gestual, propiciando un género cinematográfico propio, intuyo que quizás nuevo, denominado ya por algunos como danza thriller.
Todo acontece en el interior de un edificio abandonado, antes una antigua escuela, en un gélido paraje sin concretar, a mitad de los 90. Un grupo de bailarines, casi todos franceses, celebran, bailan, aúllan, ríen, festejan, conversan y beben sangría por, en principio, haber sido seleccionados por una prestigiosa coreógrafa. Lentamente, eso sí, las sensaciones cambian. Parece que alguien ha echado algo en la bebida, ocasionando un progresivo delirio global, alucinatorio y peligroso, que convierte el lugar en un infierno sensitivo, donde hay cabida para el humor (sin censuras), la violencia, el sexo e incluso la muerte.


Filmada con nervio y en todo momento explorando sus propios límites, el argentino nos subyuga con un viaje tan brutal como hipnótico e inusual, que no todos querrán hacer (imagino a mucho público incómodo e indignado), exponiéndonos a una tortura algo mareante y repetitiva pero cautivadora, tribal e intensa como pocas. Un trippy jamás antes rodado, del cual salgo agotado pero fascinado, maravillado por su enérgica anarquía conceptual.
Personalmente creo que la obra de Gaspar Noé solo puede tener un recorrido lógico cuando es exhibida en salas (algo parecido a "The Rocky Horror Picture Show"), y que pronto la etiquetarán como cinta de culto, pero jamás podrá satisfacer a nivel doméstico, pues ni está planteada para eso ni embriagará a nadie en una pequeña pantalla.

Redactado por un cada vez más "flipao" Jesús Álvarez
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