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miércoles, 12 de diciembre de 2018

BLOODY CHAINSAW GIRL (2016)

Toca disfrutar de una golosina nipona de consumo nocturno muy desprejuiciado (esperada para los amantes de este género) titulada "Bloody Chainsaw Girl". Una nueva demostración de que los japoneses, en lo referente al cine más gamberro, sangriento y pasado de tuercas, son los mejores. Sin discusión.
Quien no tenga referentes sobre este tipo de producciones podría padecer un fallo cardíaco o un desprendimiento de retina durante su visionado, o incluso sentirse desorientado por la sobredosis de referencias desconocidas con las que tropezará.
Por el contrario, si se está más o menos familiarizado con el inconfundible modo de entender el nuevo gore nipón, se volverá a encontrar con un festín hiper canalla, una nueva orgía hemoglobínica y descarada repleta de colegialas armadas, casquería ilimitada y un humor de otra galaxia, donde sólo se busca la diversión y el disfrute sensorial a toda costa, sin mayor complicación.
Un ejemplo de cómo los japoneses se desprenden durante aproximadamente 1 hora y cuarto de la gran cantidad de corsés de una sociedad reprimida y antisocial; una vía de escape para desahogar su rutina y ver en pantalla lo que siempre han querido hacer en sus pensamientos más oscuros; véase, verle las tetas a las escolares buenorras, trocear miembros humanos con una sierra eléctrica o hincharse a ver bragas mientras luchan dos chicas a muerte. En fin, el sueño de muchos chicos... japoneses.
Esta "Bloody Chainsaw Girl" nos vomita ya en sus primeros 10 minutos una dosis inconfundible de todos estos elementos, con un inicio de la acción frenética y delirante, presentándonos a la guapa Giko, la colegiala de marras, armada con una sierra eléctrica eliminando a mansalva a un grupito de ex-alumnos alterados, infectados y robotizados (todo junto), en una especie de apocalipsis mutante. Nada más y nada menos.


Una suerte de película desquiciada donde todo vale, pues hay proyectiles vaginales, cabezas cercenadas con pies metálicos, sangre a borbotones o absurdos ninjas de cuarta; y como ya es costumbre, nos deleita con las esperadas batallas a muerte en las azoteas con armas imposibles, profesores de instituto trastornados o subtramas de lo más surrealistas (¡¡ese examen de maquillaje!!). Todo esto acompañado de un ritmo non-stop y muchas ganas de juerga visual. En fin, irresistible.
Si bien es cierto que la película tiene momentos en que se desinfla en pro de secuencias menos inspiradas, no se le puede acusar de tomarse en serio a sí misma en absoluto, pues ni pierde su espíritu sinvergüenza ni aspira a más que a darnos carnaza que exorcice nuestros deseos más oscuros.


Se trata pues de un film moderadamente aceptable, si bien inferior a mejores producciones del género como "The Machine Girl", "Sukeban Boy" o "Mutant Girls Squad", y donde lo importante es llegar a contentar a un público muy fiel que ansía cada vez más desfase de locura y tripas; eso sí, todo desde una perspectiva dulcemente ingenua, algo irresponsable pero muy divertida. Una mezcla tan sugerente como imposible de comprender desde nuestra mirada occidental.

domingo, 25 de noviembre de 2018

SWORD MASTER 3D (2016)

Primer contacto por mi parte con la filmografía del hongkonés Yee Tung-Shing, más conocido internacionalmente como Derek Yee, naturalmente para evitar pronunciaciones embarazosas más allá de sus fronteras. Actor en activo desde el año 1977 y realizador de sus propias películas desde 1986, el cineasta asiático ha venido asumiendo cada uno de los aspectos de las mismas, desde el guión hasta la producción. Algo de lo más habitual por otro lado viniendo del mercado asiático.
Yee nos trajo en Sitges  2017 curiosamente su film número 17, "Sword Master 3D", una suerte de homenaje de su primer papel como protagonista y al que en buena medida le debe su éxito, hablo de la cinta de culto, "Duelo a muerte", de los Shaw Brothers.
Con todas las herramientas tecnológicas a su alcance, Yee nos trae una obra repleta de logros técnicos, CGI de máximo nivel, magníficos efectos de post-producción, imagen ultra nítida y por qué no, también el aparatoso sistema 3D, gafitas incómodas incluidas. Todo para tratar de conservar intacto el espíritu de los wuxia de antaño, aumentar las dosis de acción non-stop y revitalizar (perdón, quería decir re-comercializar), el género chino por antonomasia.
Caprichosamente, parece lograr su cometido tan sólo cuando nada de eso está presente, pues tanta digitalización desnaturaliza la aventura, inclinándola hacia el ya incontrolable magnetismo de los videojuegos.
La historia de este "maestro de la espada" versa, como no podía ser de otra forma, sobre la figura de un poderoso luchador que finge su muerte para aprender de la vida más allá de sus cómodas instancias, alojándose en un burdel, nada menos.
A su vez, otro artista marcial de notables habilidades, busca combate con él porque ya no encuentra rival, pero al enterarse de su "muerte", deambula sin misión ni objetivos, yéndose lentamente a la mala vida y enemistándose con quien menos debe... hasta que la verdad le sea revelada.
Una vez hayamos salido de la hipnosis que provocan sus irresistibles imágenes cargadas de belleza, saciado de sus estupendas coreografías milimétricas y maravillado con la perfección técnica de su puesta en escena, podremos valorar en su justa medida el "fondo" de la película, porque ahí está, casi asfixiado, ahogado entre tanta "forma".



Nada que objetar del cuidado con la que filma el asiático ni de su capacidad creativa. Nada que objetar de su esquema cultural, cuidadoso y seguro riguroso. Tampoco nada que objetar del grupo artístico, pues todos, bellos y esbeltos, saben posicionarse y conseguir las acrobacias que se les piden. Lo que sucede es que todo esa parafernalia de circo, parece estallar como un globo cuando acaba la obra, cual historia sin emoción ni lecciones valiosas. Sólo queda un incómodo vacío de nimio significado, de tiempo mal invertido y desgaste innecesario. Un título más al montón, que satisface emocionalmente a los implicados mucho más que al espectador, y que sirve, de largo, para añorar la humildad y honestidad del wuxia en su esencia más primaria, pues en este caso, menos ha sido siempre más.

viernes, 16 de noviembre de 2018

OPERATION RED SEA (2018)

Hace 2 años, Dante Lam emocionó a un servidor con "Operation Mekong (2016)" y su despliegue de set-pieces de acción imposible, frenética y de ciencia ficción, pero al parecer no tuvo suficiente hemoglobina derramada en el celuloide.
La nueva locura de Lam, "Operation Red Sea" multiplica por 100 los tics y gusto por la acción por parte del director. Una película que no mantiene conexión con la anterior más allá del título y parte del cast. En China, el éxito ha sido abrumador, convirtiéndose en la segunda película más taquillera de la historia del país.
El corazón de la trama narra cómo la Marina del Ejército Popular de Liberación lanza una operación de rescate para salvar a un rehén en Ihwea y desata, en consecuencia, una batalla feroz con rebeldes y terroristas.
"Operation Red Sea" (Hong hai hang dong, 2018) es una experiencia alucinante en todos los sentidos. El despliegue de burradas que van pasando por delante de nuestros ojos es tal que no puedes evitar pasártelo en grande. Set-pieces de acción rodadas magistralmente con un grado de tensión casi insoportable y sobre todo con un nivel de gore que ni Peter Jackson en sus inicios. No se hacen concesiones; soldados enemigos, civiles y niños son atrapados por las balas y las bombas siendo despedazados y desmembrados. Todo un festival sanguinolento que se complementa con una exaltación del ejército chino y un patriotismo que acaba por resultar divertidísimo por delirante.



Un film en definitiva de excelente factura técnica y buen manejo de la tensión, y que si uno se la toma medio en broma, se convertirá en una fiesta inolvidable. Bravo de nuevo por Dante Lam, pero a ver cómo es capaz de superar esta carnicería.
Por cierto, hay que tenerlos muy cuadrados para seleccionar a "Operation Red Sea" como la representante china en los próximos Oscars de Hollywood.

Adrián Roldán

miércoles, 14 de noviembre de 2018

INUYASHIKI (2018)

Muchos conocimos a Shinsuke Sato gracias al enorme revuelo que montó la festiva proyección de "I am a hero" en 2015, la adaptación del célebre manga de zombis de Kengo Hanazawa.
Desde entonces, al director le han llovido nuevos proyectos relacionados con los live-actions de animes y mangas varios, desde la nueva "Death Note: El nuevo mundo (2016)" a la esperada adaptación de "Bleach (2018)".
El film que nos ocupa hoy, "Inuyashiki", se posiciona como el trabajo más destacable hasta el momento del director japonés, adaptando el manga de Hiroya Oku, creador de Gantz. De entre el ingente aluvión de este tipo de cine que asalta Japón desde hace años (algo parecido a la invasión Marvel en Occidente), "Inuyashiki" está un escalón por encima de estas adaptaciones, por lo general algo chapuceras, aunque entretenidas.
El citado Inuyashiki, un hombre de mediana edad, y Hiro, un adolescente corriente, son atrapados por un extraño rayo gracias al cual adquieren poderes especiales. Cada uno de ellos usará ese extraño poder de manera muy diferente.
La película destaca por presentar a un personaje inolvidable, un hombre cincuentón cuya vida no puede ser peor, con una familia que lo desprecia y un trabajo terrible, hasta que de un día para otro, se convierte en un cyborg con capacidades asombrosas.
Por otro lado tenemos a Hiro, el típico outsider teenager del cine japonés, de padres separados y objeto de bullying en la escuela, que cuyo odio y rabia irán convirtiéndolo, poco a poco, en un villano. Destaca un intento por dar tridimensionalidad a los dos antagonistas, dándole a cada uno un trasfondo y una razón de ser bastante coherente.



Se rodea todo el metraje de un halo épico (y dramático) muy conseguido, manteniendo las vidas y desarrollo de la pareja protagonista en paralelo la mayor parte del tiempo, hasta estallar en el clímax: una sorprendente matanza de “inocentes” en el centro de Shibuya con posterior batalla robótica llena de espectacularidad, donde destacan unos  efectos especiales sobresalientes. 
Inuyashiki, así, se erige como un film muy entretenido a pesar de sus giros dramáticos y tragedias personales exageradas (un tic del cine japonés que al ya acostumbrado no le molestará), pero decididamente espectacular, a la vez que reinterpreta el género superheróico tanto japonés como occidental a los nuevos tiempos. Notable.

Adrián Roldán

lunes, 12 de noviembre de 2018

AFTER MY DEATH (2017)

En una cinematografía coreana cada vez más comercializada y algo repetitiva (aunque cada año localicemos 4 o 5 joyitas interesantes), se agradece una aproximación a lo mejor que ofrece el cine independiente, cada vez más oculto, del país del soju.
"After my death (Choe Manheun Sonyeo, 2017)" venía precedida por varios premios de gran importancia en festivales coreanos, y ha sorprendido gratamente a un servidor, encontrándose con toda una experiencia, incómoda y por momentos inquietante, pero muy interesante.
Una chica de instituto muere una noche, y al día siguiente la policía empieza a investigar los pormenores del trágico suceso. Una compañera de clase es sospechosa de haberla estado molestando y sale a la luz un posible bullying en clase. Mientras, la madre sufre buscando respuestas y el instituto intenta hacer todo lo posible por volver a la normalidad y salir adelante. El arranque del film engancha de primeras con la policía investigando el supuesto suicidio y a los posibles sospechosos de ello, que bien podrían encontrarse, fácilmente, en su propia clase.
Ahí es cuando asistimos a un cúmulo de pistas falsas, caminos que no llevan a ninguna parte y un misterio que parece crecer cada vez más a medida que nuevos descubrimientos se van conociendo. Una película que como ya afrontaron con gran acierto clásicos del reciente cine coreano como "Princesa (2013)" o "Un monstruo en mi puerta (2014)", se adentran en la parte más oscura y violenta de la difícil etapa del adolescente.



"After my death", a pesar de su calidad, se queda un escalón por debajo de las previas mencionadas, pero es capaz de introducirnos durante un par de horas en una atmósfera rara, agónica y asfixiante, con sorprendentes momentos inquietantes de violencia psicológica y física, además de un final, que a pesar de la primera reacción de insatisfacción que pueda provocar por abstracta, es coherente y acertada, generando más preguntas que respuestas. Una obra que va creciendo con el tiempo y la distancia. Ciertamente interesante.

Adrián Roldán

domingo, 11 de noviembre de 2018

THE OUTLAWS (2017)

"The outlaws" ha sido una de las sorpresas coreanas del 2018, gracias a una trama que combina el sobado y repetitivo thriller coreano con el policíaco, y todo aderezado con grandes dosis de humor. Estamos ante un film sin pretensiones, cuyo único objetivo, que no es poco, es hacer pasar un buen rato al espectador.
La historia sigue a Jang Chen, recién llegado de China, que trabaja como prestamista en una sórdida zona de Chinatown, Seúl. A su vez, Ma Suk-Do hace lo propio, pero como detective en la misma área. Él trata de mantener la paz, mientras dos pandillas chino-coreanas se enfrentan por el poder.
La factura técnica de esta "The outlaws" es sencillamente impecable, además de contar con una dirección en lo concerniente al ritmo del todo imparable, donde no se escatiman esfuerzos por ofrecer algún momento truculento, totalmente marca de la casa.
Pero el alma del presente film no es otro que Ma Dong Seok, actor que había aparecido en innumerables producciones (siempre como secundario), pero que tras su carismática participación en aquella adrenalínica "Train to Busan (2016)",  se encuentra en un momento muy dulce en su carrera; y no es para menos, aunque de algún modo se esté convirtiendo en una suerte de Bud Spencer a la coreana.
Su personaje, el teniente de policía de dudosos métodos, cascarrabias y que a la mínima reparte cachetadas a los delincuentes, se desvela realmente divertido. Una interpretación que hace que un film, a priori mil veces visto, haga que eleve el nivel hacia convertirlo en un producto notable, digno de verse.



"The outlaws" es una cinta de acción destacable y muy entretenida, de ritmo endiablado y con ajustadas (y realmente acertadas) dosis de humor, diversión y drama, tan característico en el cine contemporáneo coreano.

Adrián Roldán

martes, 6 de noviembre de 2018

THE NIGHT COMES FOR US (2018)

Ver una cinta de hostias orientales es una tradición Gareth Evans creó una de las obras definitivas del cine de acción mostrando un ritmo desenfrenado, una violencia descarnada y unas luchas de artes marciales que quitaban el hipo. Después vino Timo Tjahjanto, un director procedente del género de terror más “disgusting” (VHS 2, Macabre...), agarró a la estrella de The Raid, Iko Iwais, y nos lo hizo pasar pipa a todos hace dos años con "Headshot (2016)", una nueva muestra de acción y hostias sin concesiones.
inapelable en el Festival, y "The night comes for us" no la iba a dejar escapar. La dupla de films de "The Raid" causaron una pequeña revolución en 2011 y 2014, respectivamente. Desde Indonesia, el inglés
Pero si Headshot era un producto que podríamos considerar de videoclub, pese a sus grandes aciertos, Tjahjanto se supera a sí mismo con una de las obras definitivas del género.
"The night comes for us (2018)" cuenta la historia de Ito, un hombre que trabajaba para la mafia, el cuál tendrá que proteger a una joven y escapar de su anterior banda criminal, en una violenta batalla en las calles de Jakarta.
Producida por Netflix, la cual permitió al director total libertad para hacer las burradas que quisiera, el film es un espectáculo alucinante que no da tregua. Da igual que la historia sea más fina que el papel de fumar, que ya ni recuerdas por qué están luchando ni el por qué de tantas muertes, y que hay personajes que vienen y van solo con la excusa de ofrecer alguna escena de acción más, la película te quita el aliento.



"The night comes for us" es la culminación del género, una obra que aglutina el silat (las artes marciales indonesas), el cine de acción de Hong Kong, las artes marciales chinas y el gore cartoon de "La historia de Ricky (1991)". 
Las escenas de acción, salvajes y sanguinolentas a más no poder, son un festival de la carne hecha trizas, donde cualquier objeto puede ser usado para matar, un espectáculo cartoon pero no necesariamente cómico que nos shockea a cada segundo y que no deja de superarse. Un film que pese a sus dos horas largas de duración no da respiro desde el minuto uno, a pesar de algún pequeño bajón de ritmo en su meridiano.
Iko Iwais vuelve a demostrar sus habilidades, aunque cambiando a un registro algo más oscuro, cosa que se agradece, y Timo Tjahjanto ofrece una clase magistral de dirección realizando varias acciones en paralelo y sin perder en ningún momento el pulso o el ritmo. 
"The night comes for us" es de obligado visionado para los amantes de las tullinas sin complejos, del gore salvaje y de la acción desenfrenada. Inolvidable.

Adrián Roldán.

lunes, 5 de noviembre de 2018

LEGEND OF THE DEMON CAT (2017)

Atraído más por la comodidad horaria que por un interés específico, me acomodo en la butaca del Retiro para tratar de deleitarme con "Legend of the Demon Cat (Kuukai, 2017)", una co-producción chino-japonesa de corte histórica y generoso metraje, la cual incorpora elementos fantásticos y que, salvando las obvias distancias estético-culturales, se decía era deudora del estilo Sherlock Holmes.
Pues bien, lo cierto es que una vez dejas de asombrarte por la sugerente aunque inocua y muy estudiada belleza de sus encuadres, todos impecables hasta el delirio, sus milimétricas vestimentas de época o su clásico dinamismo teatral (los actores se mueven rígidos, casi como si estuviesen en un tablero), y pensamos en despojar la película de sus aparentemente fabulosos aspectos formales, descubrimos que nos queda un relato algo raquítico, seguro basado en alguna leyenda milenaria intocable por esos lares, pero carente de mayor entidad más allá de jugar a enseñar valores de parvulario.
Impacta comprobar como, en una impecable paleta de colorido visual tan de quirófano, incomprensiblemente añaden un gato negro digital, el demoníaco del título, que más bien nos recuerda al de la serie Sabrina, aquél minino deslenguado de nombre Salem. Ese hecho, por tonto que parezca, nos saca de la película a cada momento, pues la trama gira entorno al pequeño felino, que a causa de unos sucesos muy, pero que muy extraños, acaba siendo poseído por el único testigo de un misterioso asesinato.



A lo largo de sus más de dos horas de relato, por momentos muy cuesta arriba, descabalgué de la película varias veces, pues aunque sí contenga minutos de interés debido a que abre una investigación por un homicidio, los Holmes y Watson asiáticos de postín (aquí un monje japonés y una suerte de poeta pelmazo), nunca llegan a conectar con el espectador, que jamás es cómplice de la trama.
Es más, vivimos la pseudo-aventura desde la lejanía, sin apenas aclararnos con lo que allí acontece, solo boquiabiertos por su espectacular belleza formal, pues el tejido conceptual es tal, que ocasiona un verdadero caos narrativo, desembocando en un popurrí de datos cruzados solo al alcance de las mentes más despiertas. No parece ser mi caso. Y menos en la sobremesa.


Así pues, estamos ante un proyecto con un envoltorio precioso que, a pesar de la densidad intelectual de la que alardea, se siente más como un quiero y no puedo, un producto que peca de ambicioso y se trastabilla en el intento. Más aburrida que conseguida y mucho más vacía de lo que parece, pese a tener un concept art realmente soberbio

jueves, 1 de noviembre de 2018

TUMBBAD (2018)

Se avecinan nuevos tiempos para el cine con sabor hindú. Aparquemos esos prejuicios que muchos tenemos sobre películas interminables repletas de recatadas coreografías, empachos de colores vivos e historias de amor caducas que instauró Bollywood. La India también tiene su parte outsider, y aunque con embudo todavía, parece que nos van llegando producciones prometedoras, de nuevos autores que quieren romper los moldes de su país y así pulverizar fronteras, pues a la vista está que tienen muchas cosas que contar.
Una serie de filmes que de un tiempo a esta parte podemos ir degustando online o incluso por Netflix (caso de la divertidísima "Baaghi", entre otras) y cómo no, también en festivales, están sembrando el optimismo en el público occidental, pese a las claras trabas culturales que impiden su total análisis o comprensión. Es el caso de "Tumbbad", una de las pocas proyecciones hindúes dentro de la programación del Sitges 2018, y que tras el buen sabor de boca que nos dejó "Psycho Raman" dos años antes, no tardamos en decidir escogerla.
La historia recae en esta ocasión sobre un joven que vive en las afueras de la ciudad de Tumbbad junto a su hermano, su madre y una bisabuela monstruosa a la que alimentan como pueden, pues lleva décadas casi momificada, sorprendentemente con vida, aunque bajo el raro influjo de algún tipo de maldición.
Solo la anciana embrujada parece conocer el secreto de un tesoro escondido, lo que llevará al joven a cometer todo tipo de imprudencias a lo largo de los años, aumentando su obsesión y dejándose llevar por la avaricia una vez descubre el misterioso lugar (una suerte de útero infernal), costándole incluso vidas ajenas y poniendo en riesgo a su propia familia.


A raíz de un concepto mitológico abstracto por el cual una diosa originó (dio a luz, más bien) el universo, Tumbbad juega su gran baza, crear gracias a un magnífico trabajo de fotografía una atmósfera idónea de oscuridad y tinieblas, con rincones tétricos de tonos apagados y muy cercana al horror, que impregna los momentos más poderosos de la película, llegando en ocasiones a percibirse como de pesadilla.
Todas y cada una de las secuencias que se dan lugar en el interior de ese gigantesco útero maligno y su diabólico custodio de las monedas aportan una excelente sensación de portentosa irrealidad, destacable tensión y un muy acertado misticismo.



Incluso algunos segmentos aislados del resto del desenlace central se agradecen, pero no alcanza a ser un ejercicio equilibrado de interés en su totalidad, deshinchándose 3 o 4 veces en su árida sección intermedia (sobre todo en lo referente a su contenido más costumbrista), no siendo capaz de igualar sus impresionantes momentos álgidos.
Se agradecen sin duda los nuevos vientos procedentes del país asiático, y a buen seguro irán llegando cada vez más obras maestras. Mientras tanto, tratemos de disfrutar de estas peculiares muestras de un fantástico diferente, que sin llegar a ser perfectas, son realmente dignas e interesantes.

domingo, 14 de octubre de 2018

FESTIVAL DE SITGES 2018: MARTES 9 DE OCTUBRE (DÍA 6)

Se avecinan nuevos tiempos para el cine con sabor hindú. Aparquemos esos prejuicios que tenemos sobre películas interminables repletas de  recatadas coreografías, empachos de colores vivos e historias de amor caducas que instauró Bollywood. La India también tiene su parte outsider, y aunque con embudo todavía, parece que nos van llegando producciones prometedoras, de nuevos autores que quieren romper los moldes de su país y así pulverizar fronteras, pues a la vista está que tienen muchas cosas que contar.
Una serie de filmes que de un tiempo a esta parte podemos ir degustando online o incluso por Netflix (caso de la divertidísima Baaghi, entre otras) y cómo no, también en festivales, están sembrando el optimismo en el público occidental, pese a las claras trabas culturales que impiden su total análisis o comprensión. Es el caso de "Tumbbad", una de las pocas proyecciones hindúes dentro de la programación del Sitges 2018, y que tras el buen sabor de boca que nos dejó "Psycho Raman" dos años antes, no tardamos en decidir escogerla.
La historia recae en esta ocasión sobre un joven que vive en las afueras de la ciudad de Tumbbad junto a su hermano, su madre y una bisabuela monstruosa a la que alimentan como pueden, pues lleva décadas casi momificada, sorprendentemente con vida, aunque bajo el raro influjo de algún tipo de maldición.
Solo la anciana embrujada parece conocer el secreto de un tesoro escondido, lo que llevará al joven a cometer todo tipo de imprudencias a lo largo de los años, aumentando su obsesión y dejándose llevar por la avaricia una vez descubre el misterioso lugar (una suerte de útero infernal), costándole incluso vidas ajenas y poniendo en riesgo a su propia familia.


A raíz de un concepto mitológico abstracto por el cual una diosa originó (dio a luz, más bien) el universo, Tumbbad juega su gran baza, crear gracias a un magnífico trabajo de fotografía una atmósfera idónea de oscuridad y tinieblas, con rincones tétricos de tonos apagados y muy cercana al horror, que impregna los momentos más poderosos de la película, llegando en ocasiones a percibirse como de pesadilla.
Todas y cada una de las secuencias que se dan lugar en el interior de ese gigantesco útero maligno y su diabólico custodio de las monedas aportan una excelente sensación de portentosa irrealidad, destacable tensión y un muy acertado misticismo.


Incluso algunos segmentos aislados del resto del desenlace central se agradecen, pero no alcanza a ser un ejercicio equilibrado de interés en su totalidad, deshinchándose 3 o 4 veces en su árida sección intermedia (sobre todo en lo referente a su contenido más costumbrista), no siendo capaz de igualar sus impresionantes momentos álgidos.
Se agradecen sin duda los nuevos vientos procedentes del país asiático, y a buen seguro irán llegando cada vez más obras maestras. Mientras tanto, tratemos de disfrutar de estas peculiares muestras de un fantástico diferente, que sin llegar a ser perfectas, son realmente dignas e interesantes.

J.A.
The outlaws (2017) ha sido una de las sorpresas coreanas del año, gracias a una trama que combina el sobado y repetitivo thriller coreano, con el policíaco, aderezado con grandes dosis de humor. Un film sin pretensiones cuyo único objetivo es hacer pasar un buen rato al espectador.
En la película, Jang Chen llega de China y trabaja como prestamista en una sórdida zona de Chinatown en Seúl. Mientras tanto, Ma Suk-Do es un detective en dicha área. Él trata de mantener la paz, mientras que dos pandillas chino-coreanas luchan por el poder.
La factura técnica del film es impecable y una dirección de ritmo imparable donde no se rechaza ofrecer algún momento truculento marca de la casa. Pero el alma del film no es otro que Ma Dong Seok, actor que había aparecido en innumerables films como secundario pero que tras su carismática participación en la adrenalinica Train to Busan (2016) el hombre se encuentra en un momento dulce en su carrera y no es para menos aunque se esté convirtiendo en el Bud Spencer coreano. Su personaje, el del teniente de policía de dudosos métodos, cascarrabias y que a la mínima reparte cachetadas a los delincuentes se antoja divertidísimo. Una interpretación que hace que un film a priori de tono ya muy visto haga que suba el nivel hacia un producto notable y digno de verse.


The outlaws (2018) es una cinta muy destacable y entretenida, de ritmo endiablado y con ajustadas y acertadas dosis de humor, diversión y drama (que también tiene que haber en un producto coreano).

Redactado por Adrián Roldán

sábado, 11 de agosto de 2018

DRAGON BALL Z: LA RESURRECCIÓN DE "F" (2015)

Tadayoshi Yamamuro llevaba colaborando en el dibujo, desarrollo y contenido de Dragon Ball (DB) desde sus inicios en el anime, allá por 1986. Ha trabajado en todas las sagas, canónicas o no, además de en un gran número de películas y OVAS a lo largo de los años, siendo pues parte fundamental del éxito animado de la franquicia.
Ya en 2015, tras el aclamado y "tsunámico" resurgir de la serie, tanto televisiva como del propio manga (aunque sea con el pincel de un imitador con talento como Toyotaro), Yamamuro dirige al fin su primer largo y lo hace con un título cuanto menos singular en la historia de DB, "La Resurrección de F".
Esto merece un poco de contextualización: el tema musical titulado "F" (obviamente haciendo referencia a Freezer), del grupo metal nipón "Maximum the Hormone", al parecer llamó tanto la atención del sensei Toriyama allá por 2008 que acabó germinando no sólo en la idea de resucitar al villano de villanos para una futura entrega, sino en convertirle de nuevo en un personaje muy relevante para el devenir de la misma, además con transformación power-up incluida.
Todo sumado a que la implicación de Toriyama fue más notable que nunca y que el realizador escogido sabía perfectamente el terreno que pisaba, el resultado fue más interesante e inteligente de lo que cabía esperar. De entrada, La resurrección de F respeta la línea argumental correcta, combina con habilidad los requisitos establecidos para una producción de este estilo (véase, villano poderoso, humor, combates, muchos personajes, alguna sorpresa y final a gusto de la audiencia), además de permitirse innovar en varios aspectos de la fórmula, sabiendo pues distanciarse del resto de producciones calcadas en fondo y forma.
Argumentalmente se nos presenta al insignificante Sorbet, miembro del equipo administrativo del ejército extinto de Freezer, resucitando a su emperador mediante las bolas terrestres y con la inestimable ayuda de Pilaf y su pandilla (además sin hacer mucho ruido, conscientes de que pueden ser fácilmente liquidados allí).
Freezer, recuperado gracias a las últimas tecnologías, pues estaba literalmente troceado y fulminado por Trunks, planea entrenarse por primera vez en su existencia y así volver fortalecido tiempo después.

Sorbet y Tagoma, invocando a Shenron
Freezer resucitado, el villano por antonomasia
Su regreso, acompañado de un millar de soldados de pacotilla, no hará más que provocar un episodio casi de corte honorífico, como un sparring de lujo para comprobar los progresos de Gokuh y Vegeta, entrenados ahora por Whiss, y que a la postre, será el leitmotiv de esta historia.
El propio Whiss, en un momento de la película, repasa sendos puntos débiles de la pareja saiyan. Mientras que Gokuh peca de tranquilidad y exceso de confianza, Vegeta está en constante tensión, algo que limita sus progresos. Precisamente en este punto radica el significado de la propuesta, pues aunque la visita e intento de venganza del villano sea bienvenida por todos nosotros (F es siempre F), este lío no es más que una lección para su nuevo entrenamiento, aprender a equilibrar emociones y saber ser más o menos despiadado (primero Vegeta apiadándose y luego un Gokuh resolutivo).

Un ejército tan numeroso como debilitado
Conteniendo la primera avalancha entre todos
Las virtudes superan a los defectos en esta nueva entrega. En lo referente a su forma, ofrece dibujos de muy alta calidad, notables sombreados y un meticuloso mimo por las transiciones (esos magníficos zooms), acompañados de un excelente e innovador trabajo sonoro (incluir un tema metal no es baladí). Por contra, algunos momentos de alborotado combate a lo gameplay o los inevitables tics nipones (asumidos ya por los fans) no empañan demasiado el resultado final.
Podríamos decir, por ejemplo, que el propio Freezer no había estado nunca antes tan bien trazado en pantalla, y que protagoniza probablemente la secuencia de mayor impacto del film, su llegada a la Tierra.
En lo relativo al fondo, se agradece el control sobre los tiempos y las pausas, con un prólogo acertado y unos 25 minutos iniciales sin la presencia de Gokuh. Muestra respeto por la formulación establecida (e imagino exigida) por la productora, pero sabe serpentear con éxito ese corsé y enriquecer la trama con ingredientes interesantes, tales como desviar la atención hacia el aprendizaje más que al enfrentamiento puro, remarcar psicologías en los 3 principales personajes o recuperar esencias perdidas (ese Krilyn sin pelo, humor revisado y más compensado, ya que últimamente era en exceso infantil, o la sana evocación del espíritu de lo sucedido en Namek, en todos los sentidos posibles).

Golden Freezer, el power-up más brillante
Vegeta Blue disfrutando de lo lindo
Art original de Tori para el proyecto
Para más inri, está repleta de guiños curiosos. Gokuh replicando ante Freezer el mítico puñetazo de una pulgada de Bruce Lee, Gohan con un chándal sospechosamente similar a otro del maestro Toriyama, la estimable presencia del patrullero Jaco o (y esto ya es más personal) el entrañable enfado de Shenron al no ser tratado lingüísticamente con el respeto que merece.
Así pues, celebro que Yamamuro haya estado al timón, pues ha colaborado dando un empujón hacia delante ofreciendo al fan una historia razonablemente bien estructurada (la versión TV con mucho más metraje ayuda a enlazar con la serie además), devolviendo la confianza perdida en este tipo de aportaciones del anime y cuidando aspectos técnicos que, como ya sabemos todos, se descuidan muy a menudo.
Para concluir, repasaré el significado de los nombres como de costumbre. En el rincón de los villanos, tenemos a Sorbet (de sorbete), Tagoma (de "tamago", o huevo), Shisami (anagrama de Sashimi), y por el otro lado tenemos al citado Jaco, que debe su nombre al Jakoten, una delicada pasta hecha de pescado.
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