El film que nos ocupa hoy, Inuyashiki (2018) se posiciona como el trabajo más destacable hasta el momento del director japonés, adaptando el manga de Hiroya Oku, creador de Gantz. De entre el ingente aluvión de live actions que asaltan Japón desde hace unos años (algo parecido a la invasión Marvel de Occidente), Inuyashiki está un escalón por encima de estas adaptaciones, por lo general algo chapuceras (aunque entretenidas).
Inuyashiki, un hombre de mediana edad y Hiro, un adolescente, son atrapados por un extraño rayo gracias al cual adquieren poderes especiales. Cada uno de ellos usará ese extraño poder de manera muy diferente.
La película destaca por presentar a un personaje inolvidable como es el del propio Inuyashiki, un hombre cincuentón cuya vida no puede ser peor, con una familia que lo desprecia y un trabajo terrible, hasta que, de un día para otro, se convierte en un cyborg con capacidades asombrosas.
Por otro lado tenemos a Hiro, el típico outsider adolescente del cine japonés, de padres separados y objeto de bullying en la escuela y cuyo odio y rabia irán convirtiéndolo poco a poco en un villano.
Destaca un intento por dar tridimensionalidad a los 2 antagonistas, dándole a cada uno un trasfondo y una razón de ser bastante lógica. Se rodea todo el metraje de un halo épico y dramático muy conseguido, manteniendo las vidas y desarrollo de Inuyashiki y Hiro en paralelo la mayor parte del tiempo, hasta estallar en su clímax final: una sorprendente matanza de “inocentes” en el centro de Shibuya con posterior batalla robótica llena de espectacularidad, donde destacan unos excelentes efectos especiales.
Destaca un intento por dar tridimensionalidad a los 2 antagonistas, dándole a cada uno un trasfondo y una razón de ser bastante lógica. Se rodea todo el metraje de un halo épico y dramático muy conseguido, manteniendo las vidas y desarrollo de Inuyashiki y Hiro en paralelo la mayor parte del tiempo, hasta estallar en su clímax final: una sorprendente matanza de “inocentes” en el centro de Shibuya con posterior batalla robótica llena de espectacularidad, donde destacan unos excelentes efectos especiales.
Inuyashiki, así, destaca siendo un film muy entretenido a pesar de sus giros dramáticos y tragedias personales exageradas (un tic del cine japonés que al ya acostumbrado no le molestará), pero decididamente espectacular, a la vez que reinterpreta el género superheróico tanto japonés como occidental a los nuevos tiempos. Notable.
Redactado por Ultraman
Una de las apuestas fuertes de Netflix para este año también se hizo un hueco en la programación del festival, y pese a estrenarse el próximo 12 de octubre en la famosa y cada vez más robusta plataforma, era una buena ocasión para exhibir su potencial dentro de Sitges.
El director del aclamado y violentísimo díptico "Redada Asesina", el galés Gareth Evans, consigue esta vez financiación británica para presentarnos "El apóstol", un film alejado de lo que hasta ahora planteaba su cine, y así terminar de demostrarnos sus altos conocimientos sobre el medio, técnico y artístico, que requiere una obra como la que nos trae.
Ambiciosamente rodada, su nuevo trabajo exhibe sobre todo una fotografía espléndida de una isla remota donde, en el año 1905, una secta en crisis secuestra a la hija de un pudiente para, tras cobrar el rescate, superar la época de sequía y poder continuar con garantías en su pequeña comunidad de feligreses. El hermano de ésta, Thomas, tratará de colarse en la comunidad para encontrarla, con el peligro de muerte que eso conlleva, pues obviamente allí esconden un extraño secreto que pocos conocen.
Lógicamente, las películas que desmesuran su metraje para poder contar su historia (El Apóstol supera el par de horas) irremediablemente caen más a menudo en incongruencias de guion, agotamiento por parte del espectador o incluso pérdida de interés en las tramas que la forman, pese a lucir notablemente e incluso llamar nuestra atención en su bloque inicial, por lo general el más lúcido. La tortuosa narrativa de Evans nos convence durante su primera mitad, presentando personajes, situaciones y escenarios muy interesantes, situándonos en el lugar de manera concreta e invitándonos sin esfuerzo a empatizar con el asunto del secuestro (no tanto ya con el hermano, algo insípido y quizás desentonado debido a su rostro propio de un anuncio de perfumes).
Es pues en su bloque central donde, a pesar de permanecer todavía interesados, se rebaja mucho el efecto inicial, convirtiéndose en una película más sobre comunidades sometidas al gurú de turno que dice comunicarse con deidades. Con una factura más que notable, elegante trabajo sonoro y buena ambientación sin duda, pero lejos de ser recordada por nada más.
Si a eso le sumamos un segmento final, en mi opinión, chirriante por ambicioso y a veces fallido por alambicado, el resultado es, pese a los momentos sorprendentes de violencia propias del autor y un par de poderosas escenas (su llegada al pueblo, ese padre acorralando a su hija encinta..), un film interesante de indiscutibles aspectos técnicos pero carente de alma, casi nunca memorable y por momentos agotador. Una apuesta llamativa para que conste en Netflix, y que seguramente funcione muy bien ahí, pero que el tiempo situará entre el grueso de producciones estigmatizadas que ni satisface al público general ni al que aprecia lo exquisito.
Redactado por el verdadero Apóstol, Jesús Álvarez
A pesar de la fama y el larguísimo recorrido (cuasi interminable) de esta mítica saga, la proyección de "Santo contra el doctor muerte (1973)" era mi primera aproximación al orondo y entrañable enmascarado de plata. Dentro del Festival de Sitges, la pequeña y humilde sala Brigadoon es el último refugio del cinéfilo, un lugar que te acoge para ofrecer joyitas escondidas y muy raras de encontrar para el aficionado.
Grandes momentos he vivido en esta sala, donde destaco el visionado de las obras más bizarras de Jesús Franco, la cita anual obligada con algún documental sobre el splatter italiano o la inolvidable sesión de Rape Zombie 2 y 3.
En esta ocasión, y con motivo del homenaje a la estupenda Helga Liné, se proyectó la cinta que nos ocupa, uno de los films clave de la saga del luchador mexicano. Ya la sinopsis es demencial: Unos ladrones entran en un museo y causan daños en el cuadro Los Borrachos de Velázquez. Se le encarga la restauración de la obra al doctor Mann, sin saber que es precisamente uno de los criminales.
Lo que Mann hará será sustituir el cuadro por una réplica. Además, tiene a varias mujeres secuestradas en su castillo. Aprovechando que el luchador y agente secreto Santo se encuentra en España, las autoridades le piden que investigue el caso junto con el detective Paul.
Una de las apuestas fuertes de Netflix para este año también se hizo un hueco en la programación del festival, y pese a estrenarse el próximo 12 de octubre en la famosa y cada vez más robusta plataforma, era una buena ocasión para exhibir su potencial dentro de Sitges.
El director del aclamado y violentísimo díptico "Redada Asesina", el galés Gareth Evans, consigue esta vez financiación británica para presentarnos "El apóstol", un film alejado de lo que hasta ahora planteaba su cine, y así terminar de demostrarnos sus altos conocimientos sobre el medio, técnico y artístico, que requiere una obra como la que nos trae.
Ambiciosamente rodada, su nuevo trabajo exhibe sobre todo una fotografía espléndida de una isla remota donde, en el año 1905, una secta en crisis secuestra a la hija de un pudiente para, tras cobrar el rescate, superar la época de sequía y poder continuar con garantías en su pequeña comunidad de feligreses. El hermano de ésta, Thomas, tratará de colarse en la comunidad para encontrarla, con el peligro de muerte que eso conlleva, pues obviamente allí esconden un extraño secreto que pocos conocen.
Lógicamente, las películas que desmesuran su metraje para poder contar su historia (El Apóstol supera el par de horas) irremediablemente caen más a menudo en incongruencias de guion, agotamiento por parte del espectador o incluso pérdida de interés en las tramas que la forman, pese a lucir notablemente e incluso llamar nuestra atención en su bloque inicial, por lo general el más lúcido. La tortuosa narrativa de Evans nos convence durante su primera mitad, presentando personajes, situaciones y escenarios muy interesantes, situándonos en el lugar de manera concreta e invitándonos sin esfuerzo a empatizar con el asunto del secuestro (no tanto ya con el hermano, algo insípido y quizás desentonado debido a su rostro propio de un anuncio de perfumes).
Es pues en su bloque central donde, a pesar de permanecer todavía interesados, se rebaja mucho el efecto inicial, convirtiéndose en una película más sobre comunidades sometidas al gurú de turno que dice comunicarse con deidades. Con una factura más que notable, elegante trabajo sonoro y buena ambientación sin duda, pero lejos de ser recordada por nada más.
Thomas, a su llegada al pueblo, pensando su plan de rescate |
Redactado por el verdadero Apóstol, Jesús Álvarez
A pesar de la fama y el larguísimo recorrido (cuasi interminable) de esta mítica saga, la proyección de "Santo contra el doctor muerte (1973)" era mi primera aproximación al orondo y entrañable enmascarado de plata. Dentro del Festival de Sitges, la pequeña y humilde sala Brigadoon es el último refugio del cinéfilo, un lugar que te acoge para ofrecer joyitas escondidas y muy raras de encontrar para el aficionado.
Grandes momentos he vivido en esta sala, donde destaco el visionado de las obras más bizarras de Jesús Franco, la cita anual obligada con algún documental sobre el splatter italiano o la inolvidable sesión de Rape Zombie 2 y 3.
En esta ocasión, y con motivo del homenaje a la estupenda Helga Liné, se proyectó la cinta que nos ocupa, uno de los films clave de la saga del luchador mexicano. Ya la sinopsis es demencial: Unos ladrones entran en un museo y causan daños en el cuadro Los Borrachos de Velázquez. Se le encarga la restauración de la obra al doctor Mann, sin saber que es precisamente uno de los criminales.
Lo que Mann hará será sustituir el cuadro por una réplica. Además, tiene a varias mujeres secuestradas en su castillo. Aprovechando que el luchador y agente secreto Santo se encuentra en España, las autoridades le piden que investigue el caso junto con el detective Paul.
Con más de 50 títulos en su haber, la saga de Santo es una de las más largas de la historia del cine y abarca desde la seminal "Santo contra Cerebro del Mal (1958)" hasta ya entrados los primeros años 2000. ¡Cuál ha sido mi sorpresa durante el visionado del presente film!.
Lejos de encontrarme con una cinta aburrida y cutre de serie Z (así es la fama que arrastra la saga), Santo contra el doctor muerte (entrega nº 42 de la serie), resulta una entrega divertidísima y deliciosamente ingenua e inocente.
A pesar de que su extenso metraje para un proyecto de estas características (cuasi 100 minutazos) se haga muy cuesta arriba, la película es un despliegue pulp con mad doctors, enemigos imposibles, bases secretas subterráneas, compuertas, trampas mortales, muchas jovenzuelas luciendo palmito y un superhéroe permanentemente enmascarado y que es todo un galán con las féminas pero duro de pelar cuando se le requiere. Además, Liné (la verdadera protagonista), rezuma atractivo y buen hacer como espía y no somos excesivamente torturados con interminables batallas insípidas de lucha libre mexicana con Santo mostrando sus pectorales. Muy divertida muestra de Serie B. Seguiremos con la saga.
Lejos de encontrarme con una cinta aburrida y cutre de serie Z (así es la fama que arrastra la saga), Santo contra el doctor muerte (entrega nº 42 de la serie), resulta una entrega divertidísima y deliciosamente ingenua e inocente.
A pesar de que su extenso metraje para un proyecto de estas características (cuasi 100 minutazos) se haga muy cuesta arriba, la película es un despliegue pulp con mad doctors, enemigos imposibles, bases secretas subterráneas, compuertas, trampas mortales, muchas jovenzuelas luciendo palmito y un superhéroe permanentemente enmascarado y que es todo un galán con las féminas pero duro de pelar cuando se le requiere. Además, Liné (la verdadera protagonista), rezuma atractivo y buen hacer como espía y no somos excesivamente torturados con interminables batallas insípidas de lucha libre mexicana con Santo mostrando sus pectorales. Muy divertida muestra de Serie B. Seguiremos con la saga.
Redactado por Adrián Roldán
One cut of the dead (2018) se ha convertido en
una de las grandes sorpresas del año y ni sus creadores se lo creen. Nacida a
partir del trabajo de unos estudiantes de cine en Japón, con apenas 27.000
dólares de presupuesto pero con mucho ingenio, pasión y amor. Y eso se nota.
De estrenarse en 3 cines en todo Japón y gracias al boca a boca el fenómeno ha ido creciendo hasta que, meses después, el film aún esté colocado en el Top 10 nacional, con cerca de 10 millones de dólares recaudados además de triunfar por todo aquel Festival de cine que pase.
¿Es One cut of the dead merecedora de tanto revuelo? Decididamente sí. Era esperado la llegada de este film a Sitges y así se ha hecho notar en su primera proyección en una Sala Tramuntana llena hasta la bandera, con casi todo el cast presente. Sin duda, dicha proyección se ha convertido en uno de los momentos más mágicos y emocionantes que he podido vivir en los 13 años que llevo asistiendo a Sitges.
De estrenarse en 3 cines en todo Japón y gracias al boca a boca el fenómeno ha ido creciendo hasta que, meses después, el film aún esté colocado en el Top 10 nacional, con cerca de 10 millones de dólares recaudados además de triunfar por todo aquel Festival de cine que pase.
¿Es One cut of the dead merecedora de tanto revuelo? Decididamente sí. Era esperado la llegada de este film a Sitges y así se ha hecho notar en su primera proyección en una Sala Tramuntana llena hasta la bandera, con casi todo el cast presente. Sin duda, dicha proyección se ha convertido en uno de los momentos más mágicos y emocionantes que he podido vivir en los 13 años que llevo asistiendo a Sitges.
El proyecto se basa en la grabación de una película de serie B sobre muertos vivientes, hasta que ésta se ve interrumpida por un auténtico apocalipsis zombi.
A todo aquel que se acerque a tan
encantador film, cuanto menos sepa mejor, porque su original guión es una de sus
grandes bazas. Una obra que abre con un plano secuencia totalmente amateur algo discutible y que hace que empieces a dudar y preguntarte: ¿Pero qué estoy
viendo? Hasta que aparecen los zombis, claro, y el rodaje se convierte en un
desmadre. No os digo nada más.
One cut of the dead rezuma amor por el cine por
los cuatro costados. Amor, pasión y cariño por el proyecto que se está levantando,
con unos actores entregados y una merecida reivindicación del trabajo de todos los que
están tras las cámaras y que se dejan la piel por su proyecto.
Un largometraje que se pasa en un suspiro, cuyos personajes son verdaderamente entrañables, con un humor sano, muy gamberro, y unos giros de guión verdaderamente originales, que dan una nueva vuelta de tuerca al tan hastiado cine de zombis. Muy bien. Desde ya, mi favorita del año.
Un largometraje que se pasa en un suspiro, cuyos personajes son verdaderamente entrañables, con un humor sano, muy gamberro, y unos giros de guión verdaderamente originales, que dan una nueva vuelta de tuerca al tan hastiado cine de zombis. Muy bien. Desde ya, mi favorita del año.
Aparecen los créditos finales, las luces
de la Tramuntana se encienden y nos devuelven a la realidad. La sala estalla en
aplausos y se pone en pie girándose hacia el cast del film, que emocionados, se
levantan con lágrimas en los ojos agradeciendo la acogida. 5 minutos de
aplausos y todos tan felices, porque amamos el cine.
Redactado por el galán e internacional Adrián Roldán
La tarde del viernes, con Ron Perlman como invitado de honor en el Auditori, asistimos al estreno mundial de su primer proyecto como productor (además de reservarse el papel protagónico), en el thriller de tono crepuscular "Asher".
Lo poco que sabíamos sobre dicho proyecto no resultaba muy prometedor, pues timoneaba el director de la ridícula "Instinto Básico 2", el argumento sonaba a un mil veces visto y la pareja ¿estelar? no auguraba mucha química en pantalla, sin olvidarme del papelito de un ya septuagenario Richard Dreyfuss. Sin embargo, esos prejuicios estaban casi todos equivocados; y digo casi, porque a pesar de ofrecer material de interés, no todo fueron sorpresas positivas. Lamentablemente.
La historia de un ex-agente del servicio de inteligencia israelí, ahora reconvertido a asesino a sueldo afincado en Brooklyn, no sólo muestra una rara pero sin duda acertada dosificación de sus momentos de acción ad hoc, sino que además fluctúa entre el drama intimista con tintes urbanos y el thriller más lacónico, añadiendo incluso destellos de humor fino, casi imperceptibles.
El personaje de Asher (un Perlman sostenido por limitado), funciona bien mientras desempeña su letal oficio, en lo que son los mejores momentos de la cinta, ciertamente originales (su modus operandi es genial), y que invitaban a soñar con un film más potente, mejor de lo que cabía esperar. Unos diálogos inteligentes rubrican las secuencias clave, y dotan a esta "Asher" de una elegancia inesperada, además de una puesta en escena pensada y sin prisas, cercana al mejor cine de Jarmusch. Que no es baladí.
Lo que ocurre es que una vez adentrados en lo magro de la historia se nos van acumulando los tópicos, y si nos paramos a despojar la obra de su "forma" (casi siempre magnífica), para quedarnos con el "fondo", ahí comienzan los problemas. Pulsiones típicas y otra love-story no por trágica menos común, embozan el resultado final, arrastrándolo a lo convencional. Quizás precisaba de un mayor metraje alrededor del personaje central, pues su pasado queda desdibujado y podría haber sido una historia interesante a explorar.
Pero lo peor estaba por llegar, y es que su secuencia de cierre, si se mantiene así en su edición final, resulta del todo penosa, una resolución sonrojante, propia de bolsilibro, que mejor olvidarla. Impropia y tremendamente inadecuada, un tropezón argumental imperdonable que aún se puede subsanar si A contracorriente films, distribuidora de lujo en nuestro país, le pone remedio.
Por lo demás, se trata de una cinta digna, de cierta elegancia formal, con sus más y sus menos, que sobresale en este tipo de producciones por su delicado tratamiento del género y su peculiar sentido del ritmo.
Teclado aporreado por Jesús Álvarez
La sorpresa de la jornada, e incluso del festival, se vivió la medianoche del viernes al sábado, en un abarrotado pero por costumbre confortable auditorio del Hotel Melià. Los afortunados allí presentes vivimos una experiencia inolvidable, un ritual cinematográfico solo posible compartiendo pantalla, silencio y oscuridad junto una multitud, sumándonos todos a la orgía lisérgica que concibió Gaspar Noé.
"Climax" se venía anunciando como una especie de prolongación de su previa "Enter the Void (2009)", donde drogas, música, baile y sexo colisionan para formar una locura sensorial, muy aplaudida por un sector pero vilipendiada por muchos otros, sin duda más conservadores. Lo cierto es que su nuevo trabajo nos vuelve a hablar de eso, en efecto, pero con el añadido de sufrir tal mutación fílmica que de algún modo, la película cobra vida propia, pues palpita y retumba de distinta manera en cada uno de nosotros, fagocitándonos, molestándonos, fascinándonos.
Sin apenas guion, mucha libertad creativa y con cierta premura por llegar a tiempo a Cannes, Noé concibió el film (su primer "Rated"), como una impactante pesadilla visual, donde el LSD y el alcohol extraen nuestras pulsiones más primarias hasta casi volver a la etapa primate, convirtiendo la fiesta con bailarines de inicio en una intensa bacanal, orgánica y pasional, repleta de onirismo surreal y demencia gestual, propiciando un género cinematográfico propio, intuyo que quizás nuevo, denominado ya por algunos como danza thriller.
Todo acontece en el interior de un edificio abandonado, antes una antigua escuela, en un gélido paraje sin concretar, a mitad de los 90. Un grupo de bailarines, casi todos franceses, celebran, bailan, aúllan, ríen, festejan, conversan y beben sangría por, en principio, haber sido seleccionados por una prestigiosa coreógrafa. Lentamente, eso sí, las sensaciones cambian. Parece que alguien ha echado algo en la bebida, ocasionando un progresivo delirio global, alucinatorio y peligroso, que convierte el lugar en un infierno sensitivo, donde hay cabida para el humor (sin censuras), la violencia, el sexo e incluso la muerte.
Filmada con nervio y en todo momento explorando sus propios límites, el argentino nos subyuga con un viaje tan brutal como hipnótico e inusual, que no todos querrán hacer (imagino a mucho público incómodo e indignado), exponiéndonos a una tortura algo mareante y repetitiva pero cautivadora, tribal e intensa como pocas. Un trippy jamás antes rodado, del cual salgo agotado pero fascinado, maravillado por su enérgica anarquía conceptual.
Personalmente creo que la obra de Gaspar Noé solo puede tener un recorrido lógico cuando es exhibida en salas (algo parecido a "The Rocky Horror Picture Show"), y que pronto la etiquetarán como cinta de culto, pero jamás podrá satisfacer a nivel doméstico, pues ni está planteada para eso ni embriagará a nadie en una pequeña pantalla.
Redactado por un cada vez más "flipao" Jesús Álvarez
Perlman, en el Auditori |
Lo poco que sabíamos sobre dicho proyecto no resultaba muy prometedor, pues timoneaba el director de la ridícula "Instinto Básico 2", el argumento sonaba a un mil veces visto y la pareja ¿estelar? no auguraba mucha química en pantalla, sin olvidarme del papelito de un ya septuagenario Richard Dreyfuss. Sin embargo, esos prejuicios estaban casi todos equivocados; y digo casi, porque a pesar de ofrecer material de interés, no todo fueron sorpresas positivas. Lamentablemente.
La historia de un ex-agente del servicio de inteligencia israelí, ahora reconvertido a asesino a sueldo afincado en Brooklyn, no sólo muestra una rara pero sin duda acertada dosificación de sus momentos de acción ad hoc, sino que además fluctúa entre el drama intimista con tintes urbanos y el thriller más lacónico, añadiendo incluso destellos de humor fino, casi imperceptibles.
El personaje de Asher (un Perlman sostenido por limitado), funciona bien mientras desempeña su letal oficio, en lo que son los mejores momentos de la cinta, ciertamente originales (su modus operandi es genial), y que invitaban a soñar con un film más potente, mejor de lo que cabía esperar. Unos diálogos inteligentes rubrican las secuencias clave, y dotan a esta "Asher" de una elegancia inesperada, además de una puesta en escena pensada y sin prisas, cercana al mejor cine de Jarmusch. Que no es baladí.
Lo que ocurre es que una vez adentrados en lo magro de la historia se nos van acumulando los tópicos, y si nos paramos a despojar la obra de su "forma" (casi siempre magnífica), para quedarnos con el "fondo", ahí comienzan los problemas. Pulsiones típicas y otra love-story no por trágica menos común, embozan el resultado final, arrastrándolo a lo convencional. Quizás precisaba de un mayor metraje alrededor del personaje central, pues su pasado queda desdibujado y podría haber sido una historia interesante a explorar.
Pero lo peor estaba por llegar, y es que su secuencia de cierre, si se mantiene así en su edición final, resulta del todo penosa, una resolución sonrojante, propia de bolsilibro, que mejor olvidarla. Impropia y tremendamente inadecuada, un tropezón argumental imperdonable que aún se puede subsanar si A contracorriente films, distribuidora de lujo en nuestro país, le pone remedio.
Por lo demás, se trata de una cinta digna, de cierta elegancia formal, con sus más y sus menos, que sobresale en este tipo de producciones por su delicado tratamiento del género y su peculiar sentido del ritmo.
Teclado aporreado por Jesús Álvarez
La sorpresa de la jornada, e incluso del festival, se vivió la medianoche del viernes al sábado, en un abarrotado pero por costumbre confortable auditorio del Hotel Melià. Los afortunados allí presentes vivimos una experiencia inolvidable, un ritual cinematográfico solo posible compartiendo pantalla, silencio y oscuridad junto una multitud, sumándonos todos a la orgía lisérgica que concibió Gaspar Noé.
"Climax" se venía anunciando como una especie de prolongación de su previa "Enter the Void (2009)", donde drogas, música, baile y sexo colisionan para formar una locura sensorial, muy aplaudida por un sector pero vilipendiada por muchos otros, sin duda más conservadores. Lo cierto es que su nuevo trabajo nos vuelve a hablar de eso, en efecto, pero con el añadido de sufrir tal mutación fílmica que de algún modo, la película cobra vida propia, pues palpita y retumba de distinta manera en cada uno de nosotros, fagocitándonos, molestándonos, fascinándonos.
Sin apenas guion, mucha libertad creativa y con cierta premura por llegar a tiempo a Cannes, Noé concibió el film (su primer "Rated"), como una impactante pesadilla visual, donde el LSD y el alcohol extraen nuestras pulsiones más primarias hasta casi volver a la etapa primate, convirtiendo la fiesta con bailarines de inicio en una intensa bacanal, orgánica y pasional, repleta de onirismo surreal y demencia gestual, propiciando un género cinematográfico propio, intuyo que quizás nuevo, denominado ya por algunos como danza thriller.
Todo acontece en el interior de un edificio abandonado, antes una antigua escuela, en un gélido paraje sin concretar, a mitad de los 90. Un grupo de bailarines, casi todos franceses, celebran, bailan, aúllan, ríen, festejan, conversan y beben sangría por, en principio, haber sido seleccionados por una prestigiosa coreógrafa. Lentamente, eso sí, las sensaciones cambian. Parece que alguien ha echado algo en la bebida, ocasionando un progresivo delirio global, alucinatorio y peligroso, que convierte el lugar en un infierno sensitivo, donde hay cabida para el humor (sin censuras), la violencia, el sexo e incluso la muerte.
Filmada con nervio y en todo momento explorando sus propios límites, el argentino nos subyuga con un viaje tan brutal como hipnótico e inusual, que no todos querrán hacer (imagino a mucho público incómodo e indignado), exponiéndonos a una tortura algo mareante y repetitiva pero cautivadora, tribal e intensa como pocas. Un trippy jamás antes rodado, del cual salgo agotado pero fascinado, maravillado por su enérgica anarquía conceptual.
Personalmente creo que la obra de Gaspar Noé solo puede tener un recorrido lógico cuando es exhibida en salas (algo parecido a "The Rocky Horror Picture Show"), y que pronto la etiquetarán como cinta de culto, pero jamás podrá satisfacer a nivel doméstico, pues ni está planteada para eso ni embriagará a nadie en una pequeña pantalla.
Redactado por un cada vez más "flipao" Jesús Álvarez
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