Con un hype por las nubes y una sala, no os engaño, hasta arriba de entusiasmados y muy nerviosos fanáticos de la franquicia (obviamente luciendo sus innumerables camisetas, mochilas y demás con la imagen icónica de Myers), presenciamos una experiencia grupal inolvidable, y no tanto por la calidad final del producto, sino más bien por el impresionante ambiente que es capaz de generar el visionado de una película, aún en nuestros días.
40 años después del estreno del original de Carpenter, y obviando las pseudo-secuelas, remakes y derivados durante este período (no por ello desechables, ni mucho menos), la nueva entrega se presenta como la continuación canónica del original, con un Michael Myers ya entrado en años escapando del sanatorio mental donde ha estado ingresado 4 décadas en silencio absoluto, y haciéndolo, curiosamente, la noche de Halloween.
La alarmante nula originalidad de la propuesta poco importa a estas alturas, pues siempre se puede girar el prisma y darle una explicación cariñosa como si de un homenaje al género se tratara. A mí no me cabe la menor duda de que la jugada es a tres bandas.
Una protectora Jamie Lee Curtis trata de que su familia no sufra como ella |
Por un lado, una historia previsible pero sobradamente contrastada asegura una buena recepción de cara al seguidor, que la convertirá en rentable (y más aquí con Jamie Lee Curtis retomando el rol de Laurie Strode). También busca rescatar la fórmula de asesino con cuchillo, antes pura serie B, dotándola de presupuesto y trayéndola al mainstream, algo que, seguramente, se empiece a realizar en masa con otros títulos, vistos los resultados (a ver cuánto tardan los buenos de Jason o Freddy en reaparecer).
Michael Myers no se rehabilita ni un pelo |
Irónicamente, lo que antes resultaba sexista (cuando simplemente era el paroxismo más básico del terror), ahora, visto desde el lado opuesto, se aprecia como un síntoma de fortaleza sexual femenino, una cumbre por fin conquistada que no admite el mismo rasero crítico.
El director de "Superfumados", David Gordon Green, enfoca su mirada sin demasiada personalidad, copiando planos y secuencias completas del original y aunque, eso sí, asesinando más de lo habitual, incapaz de lograr un clima verdaderamente terrorífico, tan solo briznas de lo que fue, en parte por el uso inteligente de la música propia de la saga, actualizada por el propio Carpenter para la ocasión, y de nuevo inolvidable.
Es más significativa por el efecto social que conlleva que por su calidad como película; más estudiada que lograda y, aunque nos alegre volver a ver asesinar al imponente e icónico Myers, no es más que la misma jugada repetida, una trampa de despacho a la que caemos conformes y encantados, pero no convencidos ni ciegos. Un slasher de fogueo que no pasará de ser un mero guilty pleasure para una generación entera.
J.A.
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