sábado, 15 de octubre de 2011

TWIXT (2011)

Muchas de las películas que visitan el Festival de Sitges son verdaderas incógnitas para el espectador despistado. Obras de directores y actores desconocidos, a veces de países de cinematografía difícil como Indonesia o Hungría, que pese a ello suelen contar con un incondicional apoyo del público (a veces desmesuradamente entusiasta) que busca en ellas la película que revolucione el evento.
Por contra, se intuye una dureza desproporcionada a la hora de valorar nuevos proyectos de cineastas consagrados, como si tuvieran que igualar constantemente sus exitosos films o tocar siempre el mismo género.. Puede que sea el caso del nuevo proyecto presentado por Francis Ford Coppola, que este año nos trae "Twixt" y que jamás se podrá liberar del todo de la estela que dejaron sus "Padrinos", para lo bueno y para lo malo.
Según sus propias palabras, este nuevo film nace de un sueño suyo; un sueño inacabado debido a un súbito despertar y que fue incapaz de volver a él para acabarlo, por lo que empezó a escribir un guión que terminó por dirigir él mismo. Repasemos su sinopsis
El novelista Hall Baltimore (un Val Kilmer con pinta de Steven Seagal) llega a un pequeño pueblo para presentar su nuevo libro de terror, pero la expectación que levanta es nula y tan sólo hace acto de presencia el Sheriff Bobby LaGrange (un idóneo Bruce Dern), que dice tener una suculenta historia para su próximo libro.
Tras convencerlo, comienza a repasar las pruebas de un asesinato cometido cerca de aquél lugar, despertando el interés del escritor y abriéndole un interesante campo de investigación.
Según parece, un asesino en serie se está cobrando la vida de algunas jóvenes de manera brutal, torturas incluidas. Esa misma noche, durmiendo en su motel, Baltimore tiene un extraño sueño: Una misteriosa joven con colmillos vampíricos llamada V dice saber cosas sobre los terroríficos sucesos, y le acompaña en su imaginaria búsqueda dónde le sorprende además declarándose seguidora de su novela.
Sucede también que el mismísimo Edgar Allan Poe vivió en ese pueblo hace décadas, lo que despierta un tremendo interés en nuestro decadente novelista que realiza una insólita investigación paranormal dentro de un mundo gótico repleto de personajes pintorescos y lugares inhóspitos.
Noche tras noche, se sumerge en profundos sueños que lo trasladan a ese mundo de penumbra y oscuridad, de la mano del fantasma de Allan Poe, que le irá desvelando poco a poco lo sucedido.
Como si del cuento de Navidad de Dickens se tratara, Poe guía a nuestro protagonista y le muestra situaciones, actos y torturas realizadas por el sospechoso que esclarecerán el fatídico caso de asesinato, pero a su vez, se aproximará sin saberlo a una verdad muy personal, una verdad que lleva tiempo escondida dentro de él.
La película tiene un absorvente toque personal por parte de Coppola, digna de un director consolidado con delirios cinematográficos. Un proyecto hecho para sí mismo con suficiente entereza fílmica como para poder exhibirse, pero sin esa pretensión.


En conjunto me quedo con su atmósfera gótica, su espectacular tratado de la fotografía (escenas con un tono sepia, un solo color y un enfoque de cámara prodigioso) consiguen que no pase por alto su fabuloso atractivo. La historia está cuidada al detalle, con un ritmo a veces algo desesperante pero que funciona y nos salva del bostezo continuo.
La actuación de Kilmer es más que correcta (si obviamos el deteriorado aspecto que presenta y su malograda trayectoria) y protagoniza momentos destacables como las conversaciones con su mujer a través de webcam (el momento "bruja" causó unas buenas carcajadas) o sus expresiones de asombro contenido al ir descubriendo el nuevo mundo de los sueños conscientes.
La joven y fantasmal V (Elle Fanning, la niña de Super 8) luce unas pintas interesantes y su aportación no desmerece en absoluto, incluso diría que lo sabe enriquecer con esa mixtura de virginidad y vampirismo tan llamativa.
También el responsable de dar vida al mítico Edgar Allan Poe (el británico Ben Chaplin) consigue convencernos con su pálida imagen (cosas de la edición, obviamente) y actuar como un espectro vanidoso de inalterable serenidad que cautiva al escritor, ciego de admiración, y al respetable, que observa al famoso escritor como si fuera su verdadera aparición espectral.



Supongo que ese toque personal tan marcado de Coppola propiciará que sea una obra amada y odiada a partes iguales, e incluso que suscite la desaprovación del seguidor del Padrino, que verá trastocados sus planes al comprobar una obra muy diferente a su habitual registro (Drácula a un lado) y se decepcionará al no identificar el sello de su cineasta predilecto.
En mi opinión, es una pieza cinematográfica a tener en cuenta y que no merecía la lluvia de críticas desfavorables que le cayó en el festival de Toronto, desmesuradas sin duda.
Tan sólo el bochornoso sistema 3D y cierta confusión consciente en la trama aparta a este espectador ligeramente, pero puedo decir que la experiencia ha valido la pena y no salgo para nada defraudado, aunque tampoco demasiado entusiasmado.

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