Inclasificable film francés del 2010 donde por primera vez en la historia del cine (al menos que yo sepa), el protagonista es nada más y nada menos que un neumático. Dicho neumático se llama Robert, y un día se despierta para comenzar un viaje que le llevará a descubrir su verdadera naturaleza, sus límites (es capaz de aplastar un alacrán pero no logra destruir una botella...) sus virtudes (poderes telepáticos revienta cabezas) y sus gustos personales (programas en la TV de coches, chicas desnudas....¿sigo?).
Mientras tanto, un grupo de afortunados personajes siguen sus aventuras a través de prismáticos, como si de una película en directo se tratase, todos engañados por un farsante que sólo busca el negocio, caiga quién caiga.
Esta absurdez surrealista consigue lo imposible; ser muy entretenida y mantener al descolocado espectador atento a la próxima secuencia, como buscando desesperadamente entender algo del conjunto de sinsentidos que representa esta cinta. Lo primero que nos dicen al comenzar el film es que algunas grandes producciones cinematográficas se basan en hechos sin razón (no reason), y que porqué no contemplar el extremo del asunto, con un protagonista imposible con problemas aún más imposibles. La propuesta es del todo singular, muy atrevida y demostrando una inteligencia muy aguda, sin olvidar un encanto underground muy entrañable. El seguimiento que el perplejo público le hace al neumático mientras se ducha, se baña o se mira al espejo son muy significativos, convenciéndonos de la fuerza y arrebato que tiene el soporte audiovisual en nosotros, colándonos cualquier cosa que rezume cine aunque sea con argumentos inconcebibles. Una lección de aborregamiento global que nos tiene que enseñar a despertar en nosotros un espíritu crítico, sabiendo escoger cine de cierta personalidad y calidad, esquivando el fast-food cinematográfico. Para más inri, el film desprende grandes dosis de explosiones cerebrales y asquerosidades varias, acercándose a un género nada comercial como es el gore, haciéndola aún más indigesta de lo que ya resulta. Extraña, jocosa y crítica, esta sátira del cine dentro del cine encantará a unos pocos y cabreará a muchos otros, pero obsequia innegables capacidades para alejarse de lo estándar, y alejarse muchísimo. Escenas como el envenenamiento global al público (de todas las edades y razas además) digno de un séquito zombie, el personaje del sheriff que es el único que sabe que todo es una farsa y las muertes sangrientas son, en conjunto, una fórmula tremendamente arriesgada que no será una maravilla del séptimo arte, pero que inyecta una desbordante personalidad al resultado final. Y yo me quedo con eso. El apartado técnico no destaca para bien pero no es insufrible como cabría esperar, ni sus interpretaciones son malas en absoluto, pero sí se nota una desidia a la hora de poner los puntos sobre las ies, ya que bajo ese techo de incongruencias argumentales, aquí todo vale.
Casi un mediometraje (78 minutitos), se proyectó en el festival de Sitges del pasado año 2010, entrando incluso a concurso. Algo inaudito una vez presenciado su metraje.
No pienso pues recomendar este film, pero si le he encontrado un potencial interesante y he salido escaldado de su visionado, que me imagino es lo que su director pretendía. En resumen, una bobada inteligente, si es que eso es posible.
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