Cuando los directores franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury firmaron en 2007 la inquietante película "À lìntérieur (inside)" , algunos augurábamos un futuro muy prometedor, repleto de joyas cinematográficas procedentes del país vecino y actual rey del género.
La estupenda labor de maquillaje y su cuidada atmósfera sentó algunos precedentes en el cine de terror francés, disparando las apuestas por este par de realizadores, que prometían cambiar la manera de concebir terror en Europa.
Ahora, tras su segundo trabajo exhibido recientemente en Sitges, hemos despertado de ese sueño y la desilusión era lo único que aterraba al respetable.
La película a la que hago alusión es "Livide", que bien se podría describir como una aproximación hacia el manido asunto de las mansiones encantadas y los seres fantasmagóricos que allí habitan. La historia comienza con la joven Lucy, una encantadora joven que en tareas de cuidadora, visita a su nueva paciente, la señora Jessel.
La anciana está en coma cerebral pero mantenida por sus ausentes hijos gracias a un respirador artificial, y para rizar el rizo, está totalmente sola en una vasta y vieja mansión, alejada del mundanal ruido. Lucy descubrirá que la inquietante señora Jessel (postrada en una cama dentro de una habitación que da un mal rollo antológico) esconde según parece un aparente tesoro. Atraída por la posibilidad de agenciárselo, convence a sus amigos William y Ben para entrar de noche y buscar el preciado objeto valioso.
Lo que no saben es que una serie de extraños sucesos sobrenaturales les atraparán en aquella mansión provocándoles un terror inimaginable a Lucy y sus atrevidos socios. El film funciona a ráfagas, pero acaban siendo del todo insuficientes y bajo mi criterio no salva la papeleta para acabar resultando tediosa al mismo tiempo que nos deja indiferentes. Largas escenas de presunto terror no logran su cometido, haciéndonos desfallecer de aburrimiento mientras suceden (la agotadora secuencia de su entrada en la mansión, del todo alargada e innecesaria, por poner un ejemplo), y un abuso aletargador de su pretendida sórdida atmósfera, que ocupa el 90% del metraje sin merecerlo.
Con intenciones de transformar en pantalla lo malsano en poesía cinematográfica peca de pretenciosa, jugando con música clásica y escenas en ralentí, creando una comunión de conceptos que no funcionan, aunque el intento es digno de admiración.
Sus escalofriantes personajes ocultos bien dignifican el film (la anciana demacrada o sus vampíricas niñas bailarinas son un claro ejemplo), pero al final sólo se sostiene por sus apuñalamientos, degollaciones y demás atrocidades (el público aplaudía esas secuencias con euforia colectiva, lo que habría que analizar detenidamente), dejándonos un mediocre pastiche de género con cierta gracia (no la suficiente) en su recta final. La historia resulta confusa en su desarrollo, los actores no pueden hacer nada más y su atractivo se diluye tan rápido que acabamos pidiendo la hora al proyectista, hartos de imágenes repetitivas sin razón.
La escena final es de bochorno colectivo y para nada logra atraparnos o que encontremos una razón para poder disfrutarla, pese a sus mencionados puntos a favor.
Habrá que esperar a futuros proyectos para saber si aquello que lograron con Inside en 2007 fue un golpe de suerte o de verdad esconden verdadero talento estos dos simpáticos franceses.
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