
En un principio, se trataba de filmar el espectáculo directamente del teatro, pero el problema para lograr un sonido aceptable obligó al director a rodar dentro de un estudio, que por aquella época, aún estaban sin insonorizar.
Tirando de ingenio, metieron las ruidosas cámaras en cabinas, se llegaron a forrar las paredes con arpillería y mojaron todos los papeles que salen en el film para evitar ruidos indeseados, todo para trasladar de la mejor manera posible el trabajo de los alocados Marx al mundo del cine sonoro.


El secreto de su componente imperecedero se debe básicamente a la monstruosa genialidad del trío protagonista, ya que cada uno aporta un tipo de anarquía cómica sin igual.
Mientras el mudo Harpo persigue chicas haciendo sonar su bocina y desafiando constantemente a la figura de la autoridad (aquí, un policía) de manera desquiciante y el personaje de Chico se las ingenia de todos los colores para rascar un dólar a quién le pase por delante, Groucho arremete a su vez contra todo el mundo con su imparable ingenio y locuacidad, siendo único en su especie y demostrando porqué se le considera el mejor cómico de la historia del cine.

Como siempre, el guión aquí es un mero trámite para dar cabida a las gamberradas de los Marx, que por suerte, siempre se acaban saliendo del margen argumental para jugar al juego que mejor conocen, hacer comedia por el placer de hacerla, sin límites establecidos.
Groucho satisfará nuestras expectativas en todo momento, y no sólo por tener la mejor bandeja posible para un cómico (la Dumont) sino por agilizar la historia con sus idas y venidas que no sólo vuelven loco al espectador, sino también a los cámaras. Sus aspectos técnicos son anecdóticos, casi de atrezzo, pero suficientes para condensar momentos impagables como la secuencia de la doble habitación de hotel con el delirante juego de puertas, la estrafalaria escena final con esa gratuita fiesta de disfraces imposibles o la subasta de las parcelas, una ácida crítica contra la imperante inflación inmobiliaria.
Si somos capaces pues de aguantar sus estrictamente soportables momentos musicales sin enojarnos, saborearemos el inicio cinematográfico de los mejores cómicos de la historia, inigualables y aún incomprendidos por algunos, que nos regalaron su genialidad por vez primera.
Curiosamente, los hermanos Marx no quedaron nada satisfechos con el resultado del film hasta el punto de querer comprar los derechos del mismo para destruirlo, hecho que hubiese desconsolado a más de uno, entre los que me incluyo.
Contiene 4 escenas en su día censuradas, todas con un componente sexual de por medio, tan ingenuas como breves, pero suficientes como para justificar el sueldo del censor, que quizás sea el oficio más detestable dentro del mundo del cine.
Terminaré mi primera reseña Marxista con una expresión que Groucho dispara mientras trata torpemente de enamorar a la millonaria y confusa Dumont:
- ¡Señora Potter!, ¡Un paso en falso y seré suyo...!, simplemente genial.
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