
Mientras espera el próximo tren hacia la capital, encuentra una feria cerca de la estación y decide entrar para distraerse, respirar aire nuevo y relajarse. Uno de los entretenimientos que allí encuentra es un juego donde tratas de averiguar el peso exacto de un pastel, que si determinas correctamente, te acabas llevando.
Stephen no se lo agenciará a la primera, pero tras la inesperada ayuda de una intranquila tarotista, conseguirá el peso exacto, haciéndose con un pastel que esconde más de un secreto.
Pronto descubrirá que se ha llevado por error un objeto de incalculable valor estratégico para los nazis, comenzando de esta manera un calvario personal repleto de asesinatos, espionajes y acusaciones hacia su persona, de la que deberá librarse si quiere salir con vida del entuerto.


Argumentalmente lineal (seguiremos siempre una única trama en primera persona al lado de Stephen), su mayor encanto radica en una ambientación cercana a lo irreal, como si en todo momento se tratara de un posible sueño psicótico del protagonista. Escenarios con un extraño aroma bélico (la zona de bombardeo del principio del film) casi poéticos, son compatibles con otros mucho más sobrios e incluso con alternativas sesiones de espiritismo de alta clase social.
Sin demasiadas pretensiones intelectuales, el film de Lang seduce más por su sencillo entramado de intriga que por ser un thriller tan eficiente como en él era costumbre, consiguiendo ser un honroso hermanito menor dentro de su irrepetible filmografía.
La interpretación de Ray Milland (escogido entre otras cosas por ser auténticamente británico) no llega a ser fascinante, y consigue que por momentos se diluya nuestro interés por la trama, desdibujándose un poco en su parte central.


Divagaciones personales aparte, la película funciona en su cometido de manera notable, con un agradable visionado mínimamente empañado por puntuales altibajos (no de guión, sino de realización), pero con un arreglo final que consigue contentar al espectador, que sale de la función entendiéndolo todo, en estado de absoluta complacencia.
En definitiva, estamos ante un trabajo que se sitúa por debajo de las grandes obras del maestro pero que conserva un propósito claro, llegar a hacer buen cine aunque sea con las manos medio atadas y con un tema tan prohibitivo como era el nazismo, sin llegar a la crítica directa pero con cierto aire provocador. Recuperadla, vale la pena sacar nuestras propias conclusiones hacia ella y vivir su atmósfera.
Igual que en "Más allá de la duda" que comenté hace poco, un Fritz Lang a medio gas saca adelante de forma muy decente un film que en otrs manos podría haber sido un bodrio. Ya sabes que me tocas la fibra sensible iniciándote en pelis del maestro Lang...
ResponderEliminarTe vuelvo a recomendar dentro de su filmografía la de "Furia", que además tiene como actor a Spencer Tracy, me gustaría saber tu opinión al respecto.