viernes, 30 de noviembre de 2018

UNA ORACIÓN ANTES DEL AMANECER (2017)

Es el turno de abordar una de las proyecciones más contundentes y angustiosas del pasado año, la co-producción franco-británica "A prayer before dawn", del parisino Jean-Stéphane Sauvaire. En su búsqueda continua de plasmar realidades incómodas, el francés apunta ahora su objetivo hacia la figura de Billy Moore, un británico que luchó por sobrevivir en una infernal cárcel tailandesa, tratando de canalizar su horror personal a través de la práctica del deporte, en este caso el boxeo.
Despojada de cualquier lubricación comercial, el film literalmente nos sumerge en su aterradora realidad, llena de injusticias, torturas psicológicas, violencia y muertes. Un auténtico descenso a los infiernos en una lucha por salir vivo de la que seguramente sea la peor prisión del mundo, donde las leyes internas son escalofriantes (el suicidio es algo habitual), se comparte celda (por así llamarlas) con medio centenar de peligrosos presos amontonados y apenas existe higiene. Un verdadero calvario al que Moore, encarcelado por posesión de drogas, tuvo que hacer frente.
Un drama intenso, incómodo y durísimo, como pocos he visto, tratando con mucho rigor sus experiencias y sin recurrir a ningún tratamiento suavizador, recreando escenas que se sienten desde la butaca como un auténtico puñetazo al estómago, compartiendo las atroces vivencias que allí sucedieron.
Con los diálogos justos y unas potentes imágenes, "Una oración antes del amanecer" no está en absoluto diseñada para tener apenas recorrido comercial, sino casi como un grito de socorro usando su cine como herramienta para reclamar derechos humanos básicos, señalar el abuso de autoridad y hacernos reflexionar sobre el poco valor que tiene tu vida en lugares como ese.



Sauvaire es completamente coherente con la elección de su puesta en escena, siendo agresiva y sin concesiones, por momentos mareante, a veces molesta, con el claro objetivo de conseguir meternos en esa atmósfera opresiva y frustrante, llena de sangre, odio e inmundicia, tanto social como física, que allí se respira. Recurre acertadamente a no subtitular la mayoría de diálogos en tailandés en el interior de la cárcel, para así estar obligados a compartir el miedo y soledad de Moore en toda su aspereza y no cometer el error de musicalizarla como si del típico film de prisiones se tratase, dándole un tratamiento sobrio e incluso rácano al apartado sonoro.
Un trabajo difícil, realista, con cierta esencia documental, donde las escenas de lucha están en un segundo plano, y que sin duda no será plato de buen gusto para muchos, aunque lo será, y con la etiqueta de cinta de culto, para otros.

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