miércoles, 7 de noviembre de 2018

EDERLEZI RISING (2018)

Atraídos por una siempre atractiva premisa de ciencia ficción espacial y bastante a ciegas por ser una ópera prima, nos decidimos a entrar en "Ederlezi Rising", del serbio Lazar Bodroza. Se nos anuncia, minutos antes de proyectarse, que el film contiene una suerte de relación decididamente tórrida entre un humano y una androide con I.A. (encarnada por la actriz porno estadounidense Stoya), algo que incrementa, como es natural, nuestro interés inicial.
Situados en el año 2148, y sin apenas recursos en nuestro planeta, algunas grandes compañías se dedican a colonizar nuevos mundos. Es el caso de la avanzada corporación soviética Ederlezi, que envía a Milutín, un astronauta yugoslavo, de viaje a Alfa Centauri para instaurar conceptos ideológico-políticos allí.
Nimani, una robot humanoide de avanzadísima tecnología, le "asistirá" en sus necesidades durante el largo trayecto, siguiendo en todo momento las reglas establecidas por un complejo software empresarial. Cuando un cada vez más inestable Milutín trate de desconfigurarla con afán de humanizarla, todo se complica y el viaje toma un rumbo inesperado.
La película de Bodroza, muy blandita y sin apenas ritmo, se queda muy lejos de alcanzar sus propósitos, tanto formales como filosóficos, dentro de un contexto que ni funciona ni interesa, y mucho menos convence.
El 95% de la cinta transcurre en el interior de una supuesta nave con intención de alcanzar nuestro sistema solar vecino, Alfa Centauri (situado a más de 4 años/luz, nada menos), pero ya tardan más de 6 meses en llegar a Saturno, por lo que perdemos cualquier rigor de temporalidad realista. Además de mostrar el interior de la astronave como si de un sótano de discoteca se tratase, con un panel de risa y amplios espacios del todo innecesarios. Un desastre conceptual inválido y grotesco, a todas luces erróneo.


Más allá de estas florituras cosmológicas, más o menos relevantes, la historia no ofrece mucho más que un romance poco estimulante (y muy poco tórrido he de decir), entre un inestable, impredecible y poco fiable astronauta ¿o ingeniero? altamente traumatizado y su cyborg customizado acorde a sus predecibles y peligrosos impulsos. Algo incomprensible como decisión empresarial, pues está destinado al desastre.
La supuesta "humanización del androide", leitmotiv sin sutileza alguna, apenas aporta matices ni invita tan siquiera a la reflexión, pues el film se ve superado por el asunto que trata, sin éxito, de abordar.
Únicamente algunos recursos de iluminación y la reconfortante presencia de Stoya (de madre serbia y ex de Marilyn Manson), dan lumbre a tan oscuro proyecto, y pese a que sus esfuerzos caen en saco roto, es ella la única que se graba en nuestra retina al terminar la proyección, y no solo por su marcada sexualidad, sino por impregnar de cierta elegancia un producto menor.

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