domingo, 4 de noviembre de 2018

ASHER (2018)

La tarde del viernes, con Ron Perlman como invitado de honor en el Auditori, asistimos al estreno mundial de su primer proyecto como productor (además de reservarse el papel protagónico), en el thriller de tono crepuscular "Asher".
Lo poco que sabíamos sobre dicho proyecto no resultaba muy prometedor, pues timoneaba el director de la ridícula "Instinto Básico 2", el argumento sonaba a un mil veces visto y la pareja ¿estelar? no auguraba mucha química en pantalla, sin olvidarme del papelito de un ya septuagenario Richard Dreyfuss. Sin embargo, esos prejuicios estaban casi todos equivocados; y digo casi, porque a pesar de ofrecer material de interés, no todo fueron sorpresas positivas. Lamentablemente.
La historia de un ex-agente del servicio de inteligencia israelí, ahora reconvertido a asesino a sueldo afincado en Brooklyn, no sólo muestra una rara pero sin duda acertada dosificación de sus momentos de acción ad hoc, sino que además fluctúa entre el drama intimista con tintes urbanos y el thriller más lacónico, añadiendo incluso destellos de humor fino, casi imperceptibles.
El personaje de Asher (un Perlman sostenido por limitado), funciona bien mientras desempeña su letal oficio, en lo que son los mejores momentos de la cinta, ciertamente originales (su modus operandi es genial), y que invitaban a soñar con un film más potente, mejor de lo que cabía esperar. Unos diálogos inteligentes rubrican las secuencias clave, y dotan a esta "Asher" de una elegancia inesperada, además de una puesta en escena pensada y sin prisas, cercana al mejor cine de Jarmusch. Que no es baladí.


Lo que ocurre es que una vez adentrados en lo magro de la historia se nos van acumulando los tópicos, y si nos paramos a despojar la obra de su "forma" (casi siempre magnífica), para quedarnos con el "fondo", ahí comienzan los problemas. Pulsiones típicas y otra love-story no por trágica menos común, embozan el resultado final, arrastrándolo a lo convencional. Quizás precisaba de un mayor metraje alrededor del personaje central, pues su pasado queda desdibujado y podría haber sido una historia interesante a explorar.


Pero lo peor estaba por llegar, y es que su secuencia de cierre, si se mantiene así en su edición final, resulta del todo penosa, una resolución sonrojante, propia de bolsilibro, que mejor olvidarla. Impropia y tremendamente inadecuada, un tropezón argumental imperdonable que aún se puede subsanar si A contracorriente films, distribuidora de lujo en nuestro país, le pone remedio.
Por lo demás, se trata de una cinta digna, de cierta elegancia formal, con sus más y sus menos, que sobresale en este tipo de producciones por su delicado tratamiento del género y su peculiar sentido del ritmo.

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