viernes, 9 de septiembre de 2011

ANATOMÍA DE UN ASESINATO (1959)

Admito que el género de los dramas judiciales me entusiasma, y resulta tan manido que cuesta encontrar piezas de buen calibre. Por eso cuando descubro una joya de estas características no me queda otra que pregonarlo a los cuatro vientos para que salga a la luz de nuevo y alguien más la disfrute.
Confieso que es la primera película de Otto Preminger que tengo el placer de degustar (Skidoo no la aguanté pese a estar Groucho) y me ha dejado una sensación del todo agradable.
Un teniente del ejército norteamericano asesina fríamente al presunto violador de su mujer Laura. Para defenderlo en el juicio ella contrata los servicios del abogado Paul Biegler (James Stewart), un letrado incisivo e inteligente que se implicará en cuerpo y alma para salir adelante con el caso.
El fiscal no le pondrá las cosas fáciles a nuestro honrado hombre de leyes y el juicio se celebrará con un marcado uso de la ironía, mucha triquiñuela legal y alguna que otra desventaja, ya que serán 2 abogados contra uno.
Yo recomiendo su visionado en dos partes. En primer término disfrutar de su notable primera hora, donde nos explicarán inteligentemente los detalles del caso, el pasado y presente de nuestro abogado y los aspectos legales básicos que nos harán salivar de cara a la segunda mitad. Tras un descanso para analizar nosotros mismos el asunto e incluso debatirlo en casa, volvemos a darle al play a nuestro DVD para disfrutar de unos 100 minutos asombrosos, repletos de grandes conversaciones y a un grandísimo nivel interpretativo.
Mi valoración del film fue incrementándose a medida que avanzaban los minutos, creando una emocionante mixtura de contenido mostrando lo más vil del ser humano (nunca nos creemos las intenciones del teniente), lo más oscuros deseos sexuales (Laura parece disfrutar de su situación, zorreando arriba y abajo pese a los declarados abusos y maltratos) y una extraña sensación de honradez inmerecida del abogado hacia su cliente, que tiene todos los números para tener la culpabilidad pero que lo defiende a capa y espada. Un nivel de actores profundamente implicados nos trasladan sin titubear a una historia judicial maravillosa, que incluso provocó controversias de todo tipo (todas las buenas historias de juicios deberían causar eso). Su libre enfoque, los temas a tratar y las palabras usadas fueron suficientes para que prohibieran su exhibición en Chicago o para que el padre de James Stewart se enfureciera con su hijo y lo criticara duramente. Síntomas inequívocos de una generación ya gastada y obsoleta incapaz de entender el cambio hacia la libertad de expresión.
Las palabras "malsonantes" causantes de levantar tanta polvareda (bragas, zorra, violación, cosas así...) son ahora de lo más corriente (menos mal), pero en aquella época resultaron tan opuestas al gusto general que se recortó y montó el film sin el permiso ni consentimiento de Otto, que años más tarde la retocaría hasta ser la edición que llegó a nuestras tierras. Los secundarios están sublimes, ambos fiscales con nominación al Oscar incluida, pero por encima de todos está la actuación colosal de Stewart, un titán que dejó un personaje para enmarcar en la historia del cine. Personalmente también disfruté mucho con el juez en cuestión, un verdadero abogado militar que clavó una perfecta actuación y nos deleitó con una presencia abrumadora y un sarcasmo excepcional.
Nominada a 7 Oscars en 1959, fue la gran perdedora ese año ante la abusona Ben-Hur, que lo ganaba todo. Incluso Charlton Heston le arrebató la estatuilla al gran Stewart, estuvo reñido cuanto menos.
Si habláramos de sus puntos más débiles podrían argumentar un exceso de metraje (160 minutos a este nivel de atención merece verse en dos capítulos) o incluso un clímax algo precipitado que nos presenta un postre de menor calidad respecto a los platos anteriores, pero es simplemente porque estamos saciados y nos cuesta saborearlo.
En definitiva, un gran clásico del cine sobre juicios con un caso tremendamente interesante y muchas conversaciones para enmarcar, perfecto cásting y excelente fotografía en Blanco y Negro.
Se posiciona segunda en mi ránking sobre este género, muy cerca pero por detrás de aquella excelente 12 hombres sin piedad (1957), una obra maestra absoluta e indiscutible.

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