domingo, 13 de mayo de 2012

BLADE (1998)

Adaptación libre del homónimo cómic de la Marvel (original de 1973) que nos presenta a un personaje híbrido entre humano y vampiro (nacido de una recién convertida) que se dedica a proteger a la humanidad de los chupasangre. Blade (un Wesley Snipes en forma) mantiene los mismos poderes que un vampiro pero con una ventaja sobre ellos, él sí puede ver la luz y tolerar el ajo. Por desgracia, también conserva su misma sed de sangre, que sacia con un suero especial cada vez que entra en crisis.
Junto con su compañero Whistler (Kris Kristofferson), al que rescató de una matanza vampira, formarán un tándem vengativo para acabar con ellos.
Cuando el vampiro "convertido" Deacon Frost (un inconsistente Stephen Dorff) se revela contra sus "pura sangre" por intentar salir de las sombras, verá como su plan para dominar a los humanos y eliminar a Blade no será tarea fácil..
La propuesta inicial del film conjuga elementos, a priori, interesantes, como pueden ser la guerra silenciosa contra los vampiros, la búsqueda incesante para encontrar nuestra redención personal (caso de Blade) o el simple hecho de llegar a ver posibles dilemas raciales en todo ese contexto de sangres (humanos, convertidos, puros o híbridos).
La película ofrece un primer bloque (20 minutos) frenético y muy entretenido, con suficientes estímulos visuales como para mantenernos sujetos al sillón (la primera escena de la lluvia de sangre en la discoteca con la música techno sonando ha quedado ya para el recuerdo). El abanico de personajes logra que nos situemos fácilmente en el contexto, que nos dejemos llevar por el justiciero de gafas de sol y que compartamos su misión, sin empatizar mucho con él, todo hay que decirlo, pero siguiéndole bien los pasos.


Tras esos minutos iniciales la cosa se va apagando inevitablemente llegado a su meridiano, coincidiendo con el inflado protagonismo de la "chica" de turno, la hematóloga Karen. Su aportación (como personaje y como actriz, a cada cual peor) lastima el film de manera considerable, estropeando lo que hasta el momento, prometía ser algo diferente (el antihéroe que no lo quieren ni unos ni otros y que lucha casi contra sí mismo).
La apreciable ínterpretación de Kris Kristofferson no será suficiente, pero ayudará a equilibrar sutilmente el ambiente (él, en el taller, escuchando a la Creedence y mostrando una completa insensibilidad hacia la humanidad), y pese a su desafortunado final (recordar que sorprendentemente sigue saliendo en sus dos secuelas) ya no volverá a captar tanto nuestra atención como lo consigue en esta primera entrega.
Unos flojos efectos en general (muy desafortunadas las volatilizaciones vampíricas) y una historia estirada sin complejos (el resurgir del vampiro completo es, en realidad, una tontería) dejan en evidencia un prólogo que prometía más, y que se acaba convirtiendo en un divertimento de feria entre vampiros de tercera.


Quizás la morbosa actuación de Stephen Dorff como Deacon Frost pueda despertar atracción y rechazo a partes iguales, pero sí dota a su rol de un carisma peculiar y no desentona demasiado en el global, siendo posiblemente, el personaje más original de la cinta (sin contar a Blade, claro).
Algunos momentos absurdos (Blade tratando estúpidamente de curar con algodoncitos a su compañero o el insufrible sermón del malvado plan final de Frost) junto con otros gratuitos (ese inexplicable vampiro mórbido que les da información...) me obligan a catalogar esta "sobrevalorada" Blade en el lugar que, según mi criterio, merece. Si bien es cierto que sus dos secuelas descienden en calidad (sobre todo, la tercera, un mero circo) y que su posterior serie de TV (protagonizada por el rapero de Onyx Sticky Fingaz) resultó un fracaso estrepitoso, consideremos ésta como la mejor de cuantas se hayan filmado, aunque no sea motivo de peso como para que florezcan adjetivos más favorables hacia ella.
¿Resultado?, un intento medianamente entretenido y bastante superficial de un personaje que quizás, no merecía tanta atención (fue un secundario al principio en cómics de Drácula) y del que, por una inapropiada seriedad conceptual (debería tomarse más en broma a sí misma), acaba por resultar ciertamente necia.
Es apta para todos los públicos, pero no es necesaria para ninguno.

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