"Forbidden Planet" puede alardear de ser un referente indiscutible dentro del cine de ciencia-ficción de los últimos 40 años, convirtiéndose en precursor de múltiples filmaciones legendarias de la talla de Star Trek o incluso de la prestigiosa saga de George Lucas.
Concebida desde un inicio como pura serie B, acabó destacando tanto ante sus competidoras coetáneas que cosechó un éxito sin precedentes en dicho género cinematográfico, alzándose como la propuesta más esperanzadora para los amantes de la sci-fi en la década de los 50/60 y elevada a categoría de culto ya en nuestros días.
A nivel personal, mucho había oído hablar acerca de dicho film pero parecía que nos esquivásemos mutuamente, ya que iban pasando los años y jamás nuestro camino se llegaba a cruzar (ni por TV ni en el videoclub), y he tenido que esperar a tener más de 34 primaveras para al fin tener la oportunidad de sentarme a verla.
El momento llegó y mis conclusiones han acabado derivando un poco de las expectativas creadas hace tantos años (como suele pasarnos).
La inmensa repercusión que logró, sin duda, es digna de alabar y aplaudir, pero no por ello mi humilde valoración hacia ella debe verse afectada por el revuelo posterior a su estreno o por lo que indudablemente, luego llegara a conquistar. Su visionado, sin estruendos históricos de por medio, me ha resultado un tanto irregular, por culpa de su caprichosa mixtura entre genialidad e ingenuidad, (que no acaba de funcionar tan bien como podría) por lo que todo indica que fue esclava de su propio éxito, sin saber muy bien que realmente era innovadora.
Relata la historia del comandante Adams (un Leslie Nielsen de 30 años con cabellera oscura) y su tripulación espacial, enviados mediante misión intergaláctica a investigar la situación actual de un planeta colonial extrañamente silencioso.
Al aterrizar, serán inicialmente recibidos por Robby, un robot de asombrosa tecnología, insólitamente avanzado, creación de un misterioso y otoñal Dr. Morbius (Walter Pidgeon idóneo en su papel), que les acompañará al moderno recinto donde habitan los dos únicos supervivientes del planeta, el doctor y su provocativa hija Altaira
Tras un recibimiento lógicamente un poco hostil por parte del Doctor (el cual lleva años recluido en su inexpugnable fortaleza) éste les anticipa que la situación allí está en orden y que no hay porqué alarmarse.
También les desvelarán que todo el planeta fue desolado años antes por un enorme y transparente ser monstruoso, y que ahora tan sólo está habitado por la extraña pareja padre-hija, ambos bajo la protección del asimoviano androide Robby.
No será hasta pocos días después que se desvelará el misterio de sus insólitos avances tecnológicos, procedentes de unas muy evolucionadas culturas anteriores y de las cuales el doctor no parece querer compartir con nadie.
La película, vagamente basada en "La Tempestad" de Shakespeare (trasladando la original isla desierta aquí a un planeta desolado y el estudio de la alquimia de aquella en avances tecnológicos en esta, también acaparados por un retirado hombre cultivado), consigue una atmósfera muy peculiar que no sólo se traduce en decorados o montajes, sino en la capacidad de jugar con pocos escenarios para envolver la historia de un aura propia, significativamente desconocida para el espectador de la época.
Lo más destacado de la cinta, sin lugar a dudas, es su estética original, con un carismático robot central (luego protagonista de su propia serie de televisión), un vestuario más que apañado (aunque los modelitos de Altaira acaben irritando) y una ingenuidad artística coral muy agradable.
A nivel argumental, no consigue mantener un interés más allá de su primera parte, pues se ve asaltada por elementos románticos forzados (una relación que nadie se la cree) o efectos visuales mínimamente convincentes (obra de la Disney, con incluso nominación a los Oscars incluida) pero sabiendo retomar el vuelo en su último tercio y acabando por resultar de algún modo satisfactoria.
Unos temas musicales plenamente electrónicos obra de Louis Barron y Bebe Barron, la convierten en el film pionero de esta causa, pero se hace irremediablemente insoportable hoy en día (sintonías repetidas hasta el hartazgo dignas de tortura), tan sólo digeribles para tímpanos previamente convencidos.
Por otro lado, la presencia tan apuesta de Pidgeon en pantalla (recordemos que rozaba el 1,90m, tan adecuada para un propósito Shakesperiano) y las imágenes Kistch que de ella se desprenden, me obligan a inclinar la balanza positivamente, pese a estar por debajo de mis iniciales impresiones.
En todo caso, sin duda representó un gran paso adelante en la ciencia ficción y un punto de inflexión en la historia de cine, que se sirvió de esta obra para inspirar tantas otras joyas del género, y eso, se lo debemos agradecer.
Hace años que la vi y ahora mismo el recuerdo que tengo no es demasiado fresco, pero en lineas generales me gustó. Por otro lado hay que verla como lo que fue y lo que pudo representar para la ciencia ficción en los años posteriores, ejerciendo influencias claras. Ahora mismo me viene una a la cabeza y que es poco conocida por el gran publico, hay una saga del Doctor Who de los años 70 llamada "The brain of Morbius", que estoy casi convencido que es un pequeño homenaje. Situado en un planeta desolado, un doctor que intenta darle cuerpo al cerebro del gran Morbius... yo creo que sí... ya sabes que del Doctor de esos años soy una pequeña enciclopedia. Con todo, Star Trek y muchos otros seguro que bebieron en parte del look y planteamientos de este film, por lo que solamente con eso, ya merece ser considerada. Por cierto, no has mentado que el robot hace su aparición en la convención de inventores de Gremlins, junto a la máquina del tiempo... que guiño tan bueno.
ResponderEliminarLa historia, a priori, parece entretenida. Debe ser curioso ver como se las ingeniaban con los efectos especiales en una época donde todo se hacía a partir de maquetas (eso merece ya de por sí un punto positivo por el esfuerzo).
ResponderEliminarTambién me ha sorprendido que el protagonista sea Leslie Nielsen. Quedaré como inculto, pero siempre lo he conocido en su versión humorística.
Sí, cuesta no ver a Nielsen como el agente Drevin por ejemplo, pero es que el hombre se marcó una larga carrera, y nosotros solo conocemos la más reciente y centrada únicamente en la vertiente cómica. Un crack muy añorado, cuando necesito unas buenas risas sé que algunas escenas de la saga Agárralo como puedas, nunca me fallan aunque las haya visto 100 veces...
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