William Lustig comenzó su periplo cinematográfico como ayudante de dirección en films de contenido adulto, allá por los años 70, en su Nueva York natal y bajo el seudónimo de Billy Bags. Tras varios años en el oficio de dicho sector, dio el salto al cine de terror con este estupendo slasher deliberadamente perturbador.
Trata la historia en primerísima persona de Frank Zito (Joe Spinell, también productor y guionista), un asesino esquizoide que mata a mujeres para después cortarles la cabellera y colocárselas a sus maniquíes, como venganza personal hacía un pasado marcado por abusos maternos.El individuo en cuestión es un obeso trastornado que duerme junto a los maniquíes travestidos como sus víctimas, mientras conversa con su fallecida madre, para luego olvidarse de los cuerpos y llenar sus asqueroso apartamento de éstos dummies vestidos y "peinados" como sus desafortunadas presas.
Al entrar en contacto con una hermosa fotógrafa (Caroline Munro, vista en "El viaje fantástico de Simbad"), florecerá en él una extraña e incomprensible sensación de proximidad, como si ella pudiera paliar el dolor que siente internamente. Es ahí cuando el peligroso Frank y la bella Anna se irán conociendo cada vez más, con lo que ello comporta.
Una mirada inquietante de Frank mientras da rienda suelta a su pasión por los maniquíes. |
Si algo bueno se puede decir de Maniac es que es una película diferente, cruel y directa; de psicología complicada e imágenes de escabrosidad y sordidez innegables, que otorgan de una personalidad perturbadora a una cinta que resultó muy influyente para futuros slashers. Para empezar, la psique del protagonista es digna de estudio, con un comportamiento antisocial incómodo y autodestructivo, del cual somos cómplices todo el metraje. No os engaño cuando digo que acompañamos a Frank en cada momento del film (el 95% de los planos como poco), siendo un viaje angustioso por la continua acumulación de crímenes que perpetra el susodicho killer y sintiéndonos parcialmente culpables de sus fechorías, crudas y sin compasión.
Escenas de alto suspense (la cacería en el metro, conteniéndonos todos el aliento desde casa), la incomprensible relación entre Frank y Anna (sin perder un segundo en darle lógica) o los momentos en solitario desquicio de Frank en su casa son marca de la casa, y a buen seguro no dejarán a nadie indiferente.
Lo considero un asesino único en su especie, sin escrúpulo alguno y de comportamiento inestable que malvive en un sucio apartamento de lo más desagradable. De hecho, el claustrofóbico piso donde reside está pensado para transmitir un estado mental desquiciante y así poder ofrecérnoslo a nosotros, empalidecidos espectadores. Goteo incesante de las cañerías, tic-tac enfermizo del reloj y fuerte contaminación acústica por el tráfico más allá de su ventana acompañado de unos cuantos maniquíes ensangrentados y vestidos como sus fallecidas presas, dotan a ese lúgubre lugar de un asco que causa la mayor de las náuseas.
Un juego macabro y gamberro entre la bella y la bestia de perversidad sin límites, con el que William Lustig nos recuerda que no todo tiene final feliz en el cine de asesinos (de hecho, tiene un clímax apoteósico, con zombies, cops lerdos y demás joyas) y que suscitaría una posterior secuela en formato cortometraje llamado Maniac 2: Mr. Robbie en 1986, dirigida y protagonizada, como no podía ser de otra manera, por el egocéntrico Spinell.Momento zombie de Frank y su madre |
Con todo y con eso, tuvo una fuerte acogida en cines de medianoche neoyorkinos y lograría una repercusión nacional no exenta de críticas adversas, pero siempre suscitando interés en su visionado.
En nuestros días, con la posibilidad de conseguir el DVD en cualquier esquina, no hay excusa para no sentarse a ver una perla underground de un género en estado puro, sin cortes de censor y verdaderamente indigesto. Evidentemente, tan sólo indicado para valientes sabedores de películas de terror.
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