La historia ya la sabemos todos: Johnathan Parker (un Unax Ugalde del todo desorientado) es un bibliotecario que llega al pueblo de Passo Borgo para trabajar con el conde Drácula (aquí encarnado por el alemán Thomas Kretschmann, quién arrancó más risas que escalofríos, lamentablemente). Ya será demasiado tarde cuando descubra que el conde es la maldad personificada, un ser de las tinieblas que anhela recuperar a su amor pasado y que tiene atemorizado a todo aquél que no le rinda pleitesía absoluta.
La bella mujer de Parker, Mina (una anecdótica Marta Gastini) es la viva imagen de la póstuma esposa del conde, lo que aumentará el espíritu de reconquista del vampiro enamoradizo hasta límites empalagosos. La oportuna llegada del famoso cazador de vampiros Van Helsing al poblado (un inútilmente esforzado Rutger Hauer) servirá para enfadar aún más a Drácula, que ya sólo piensa en recuperar su tan ansiado pasado y dominar a todo ser viviente. En sí, la historia es la misma resobada de siempre, y los pocos elementos diferenciales que contiene el film de Argento son del todo irrelevantes (véase, en vez de Transylvania ahora están en Italia, personajes menos concurridos o ninguneados como el bibliotecario, mayor contenido de carne femenina que en adaptaciones más serias...) y en ningún momento parece que el sistema 3D (un atraso todavía en mi opinión), sirva para mejorar el resultado final, muy mediocre en cualquier caso.Ambientada con decorados de sonrojante cartón piedra (¡¡menudo tren!!), con un reparto tan variopinto como imposible (españoles, italianos, holandeses y alemanes hablando entre sí en un inglés de mercadillo) y diálogos propios de novelas de bolsillo, el director de Suspiria nos golpea con la que quizás sea su obra más decepcionante, y eso que las 3 últimas eran de juzgado de guardia.
La única manera de no salir huyendo tras sus primeros minutos es dándole la vuelta a su propósito y convirtiéndolo en una experiencia tristemente divertida (¿dónde se ha visto que al salir Drácula el cine rompa a carcajadas?), traduciendo así sus imágenes en puro vodevil y creándonos nuestra propia diversión ante tal desbarajuste, aunque no sea lo pretendido por el abrumado Dario.
Estacazos que no falten, como marcan los cánones vampíricos |
Un engañado Rutger Hauer y su impotente Van Helsing |
Ni tan siquiera los esperados (y aireados) encantos de sus protagonistas (nos vendieron escotes y cachas para seducirnos) son destacables, ya que nos lo da todo al principio y el resto de metraje es de un puritanismo que espanta las aves.
En definitiva, un escarmiento para un público que aún confiaba en el genio del esteta italiano y que, como muchos pronosticábamos ya, salimos completamente desencantados, incapaces de haber vivido la historia gótica por excelencia y sin más ganas de vampiros en décadas.
Sino la peor película del Festival del 2012, ¡¡poco le queda......!!.
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