sábado, 24 de noviembre de 2012

JUEGO DE NIÑOS (2012)

Salimos del cine tras atragantarnos con la ópera prima del enmascarado director Makinov (making off...), un cineasta centroamericano que no nos descubre su rostro, y que bien podría haber estado escondido en algunas butaca del cine expectante a la reacción del público (mejor así, porque sino creo que hubiese salido manteado).
Su film en cuestión, Juego de Niños (Come out and play), no era más que un innecesario remake mexicano del (a su manera) clásico del terror español a cargo de Ibáñez Serrador Quién puede matar a un niño, ahora toda una obra maestra si entramos en comparativas.
La historia ya la conocemos. Una pareja de turistas (ella con embarazo incluido) está de vacaciones por México y deciden alquilan una lancha para visitar un islote algo remoto.
Lo que no se esperan es que el lugar se encuentra desolado y misteriosamente dominado por niños poseídos que, movidos por alguna fuerza desconocida, deciden dar caza a cualquier adulto que se les cruce, con un sadismo y frialdad inhumana.
El calco con el original es tal, que quizás haya significado el remake más absurdo de la historia del cine moderno, trasladando simplemente la trama (con absoluta sinvergonzonería además) a su México natal, y copiando descaradamente escena por escena hasta provocarnos antipatía.
No tiene el menor atisbo de convertirse en una posible obra homenajeadora una vez descubierta su infiel coyuntura, y es más bien una cinta tan moribunda como fallida de obligado arrinconamiento crítico y comercial.

Los niños armados hasta los dientes y con sólo una idea en su poseida cabeza... matar a los adultos.
La palpable atmósfera de terror diurno expuesta en la cinta original no se consigue plasmar en esta ocasión, y ni el buen intento por parte de los actores (sobre todo del yanki Ebon Moss-Bachrach) hace válido este intento por dignificar el producto, prescindible y oportunista como pocos.
Si bien es cierto que desde un punto de vista menos cinéfilo y purista, el film puede llegar a entretener e incluso sorprender (únicamente a quién no conozca el original), su condición de película menor le perseguirá siempre y, personalmente, creo que se le irá enterrando hasta condenarla al ostracismo cinematográfico (merecido por eso).

Huyendo de los monstruitos
Reduce su puesta en escena a una descuidada fotografía en general (punto fuerte de la anterior), a unos diálogos previsibles e insulsos y a una acción de parvulario (los niños casi no dan miedo, la verdad), limitando así su posible encanto y convirtiéndose sin quererlo en una borrosa adaptación.
En definitiva, un film desmerecedor de mayor análisis y "casi" una pérdida de tiempo para el espectador, ya que rehacer una película de éxito cada vez me parece más inútil (aunque hace unos días me relamí con Maniac, que es la excepción que confirma la regla).

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