Otro de esos clásicos que leas donde leas y hables con quien hables, si tiene un poco de bagaje cinematográfico, acaban por recomendarte y recordarte una y otra vez para que no te la pierdas. Sin embargo, no me digas porque, siempre me costaba encontrar el momento para sentarme a disfrutar de ella. ¿Sería que la temática de un gigoló vestido de cowboy no me parecía lo suficientemente atractiva? Vete tú a saber.
Pues nada, la vi hace poco y realmente me gustó mucho y encontré muy buena tanto la interpretación de John Voigt, dando vida a un gigoló de baratillo (memorable) como la de Dustin Hoffman, en su papel de medio tullido, que también lo borda.
A grandes trazos, el viaje de un joven e inocente paleto de Texas a la Nueva York soñada para forrarse ejerciendo de chico de compañía, es el punto de arranque de esta mítica película. La inocencia y desconocimiento que refleja la cara de Voight son de lo mejorcito que he visto en mucho tiempo, además en VO pone un acento de pueblerino genial, ya que viene de la Texas más profunda. Dustin Hoffman también hace un gran papel y da mucha penita en su papel de enfermo crónico. Juntos vivirán y malvivirán todo tipo de situaciones para pasar el día a día.
Dura en lo que explica, como lo explica y la situación social de los protagonistas, llegando a ser patética en ciertos momentos. Situada en los 60, es la primera peli que enseña la parte sucia y menos glamurosa de una ciudad como Nueva York, mitificada hasta entonces en el cine como meca del sueño americano. Luego a partir de los 70, otras pelis ya volverían a enseñar los barrios bajos, la pobreza y los descastados de la gran ciudad, pero esta fue pionera.
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