Allá por febrero de 2010, la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinema realizaba un listado (mediante votaciones internas) de los 15 cineastas más influyentes de la primera década del nuevo milenio.
Directores de peso tales como Clint Eastwood, Quentin Tarantino o David Lynch se sumaban a otros mucho menos afamados como Apichatpong, Kiarostami o Wang Bing, para completar esa jugosa lista. Sin embargo, ninguno tuvo el honor de ser el más votado, y por ende, ser considerado el autor de mayor influjo cinematográfico de los últimos años.
Ese estimulante reconocimiento, de manera sorprendente, recaía en el norteamericano de raíces neerlandesas Gus Van Sant, dueño de una filmografia tan personal como revolucionaria, que no siempre contentaba a todos los paladares.
Muchos especialistas han diseccionado su trabajo fílmico en 3 etapas bien distintas: la primera, de 1985 a 1993, comprende films como "Drugstore Cowboy" o "Mi Idaho Privado", donde centraba su discurso en las relaciones homosexuales, las drogas (como paraíso artificial para evadirse de la realidad), los diálogos verborreicos y unos tonos ocres, de esencia otoñal en su puesta en escena, donde las nubes y el horizonte cobraban protagonismo.
Gus Van Sant |
El estrepitoso aunque previsible fracaso del film, "obligó" al cineasta a volver a su "zona de seguridad", rodando de nuevo una cinta muy parecida a "Will Hunting" con actor solvente de por medio (Connery) y sin correr demasiados riesgos (que se acabó convirtiendo en una más que correcta "Descubriendo a Forrester").
La sensación de esclavitud creativa que sufría Van Sant desembocó entonces en un brusco giro en su carrera, comenzando así su tercer y tan peculiar discurso fílmico (del 2002 hasta nuestros días).
Muy influenciado por el cine austero, reflexivo y eventualmente contemplativo del húngaro Béla Tarr, el cineasta de Kentucky se auto purgó con un film-ensayo muy difícil pero libre, y sobre todo, único en su especie, la cinta experimental "Gerry".
Con Matt Damon y Casey Affleck como único reparto (Ben no pudo participar para redondear la ironía), el film se podría definir como algo más de 100 minutos de paseo por el desierto, con prolongados silencios y ausencia de guión, pero con una sensación de libertad y de belleza visual contemplativa muy significativa.
Con sus siguientes obras (con la muerte, el tiempo y el espacio como aspectos recurrentes), Van Sant se adentra en personajes complejos de psicologías introvertidas o retorcidas, como es el caso de "Elephant", "Paranoid Park" o el extrañísimo biopic de Kurt Cobain, "Last Days".
Anne Heche y Viggo Mortensen, emulando a los actores del original |
Ahora sí, centrándome en el film que nos ocupa y dentro de la comentada segunda etapa, Gus Van Sant escogió realizar el remake de Psicosis de entre los proyectos que le ofertaron para poder así rodarlo "plano a plano", tal y como Hitchcock lo concibió en 1959, pero esta vez a pleno color y contemporizando el conjunto (actores de moda, actualización de diálogos...). El resultado acabó siendo del todo desconcertante para algunos, insultante para otros y absolutamente innecesario para el resto.
Vince Vaughn, inoperante como Norman |
Mismos decorados, misma situación. |
El nuevo Motel bates "renovado", como reza el cartel (...) |
En esta versión de 1998 la atmósfera no se palpa, la música no funciona ni cuaja y el actor más relevante de la función, Vince Vaughn no sabe qué hacer con su personaje de Norman. Todo es igual pero nada se parece, o lo que es lo mismo, resulta fallida como fotocopia del original.
Un arriesgadísimo y maltratado copia y pega |
William H. Macy como el detective Arbogast, quizás el único por encima del original |
Personalmente, creo que no es tan grave para el cine e incluso se deja ver, aunque se hunda en cuanto empiezan las comparaciones, por costumbre demasiado viscerales. Curiosa e irónicamente, el sello autoral de Van Sant no se pierde del todo, ya que se acaricia la homosexualidad (ver mover el culo a Vaughn es delirante), las psicologías complejas, la presencia de nubes y horizontes, las drogas (la compañera de trabajo) y como no, la obsesión por la muerte. Incluso vemos a Gus Van Sant como Hitchcock, en su misma secuencia. Y es que al final, hay motivos para adorarlo, o al menos, eso creo.
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