Tercer western delante y detrás de las cámaras del incomparable Clint Eastwood (ha dirigido 4 hasta la fecha), y el más taquillero a la par que aplaudido por diversos críticos especializados. Ya con anterioridad, el espigado californiano firmaba las estupendas Infierno de Cobardes (1973) y El Fuera de la Ley (1976) e incluso cerraría su ya de por sí impecable ciclo del oeste de forma gloriosa en 1992, gracias como no, a su magnífica y oscarizada Sin Perdón (actualmente pasto de un remake japonés en versión samurai).
El Jinete Pálido también presume de ser la película sobre el far-west más taquillera de los 80, pese a ser un remake inconfeso de la mítica Raíces Profundas (Shane, 1953) y deberle más de una idea calcada a Sólo ante el Peligro (High Noon, 1952), ambas claras referencias para el film de Eastwood.
Aquí, la historia versa sobre un solitario jinete, aparentemente una suerte de predicador (Eastwood) que llega a un pequeño poblado minero acosado por el despiadado cacique LaHood, dueño del resto de las tierras y que ambiciona quedarse con todas. Tras su consiguiente intromisión en el conflicto, el "predicador" deberá enfrentarse no sólo al pez gordo del lugar y su séquito, sino también a un viejo enemigo del pasado, el agente federal Stockburn (el desaparecido John Russell, también presente en Infierno de Cobardes) al que le acompañan su equipo de 6 pistoleros.
Resulta difícil esquivar los elementos más tópicos del género y no fracasar en el intento; pero aún se presenta más complicada la opción de respetarlos (y usarlos) para acabar haciendo un film magnífico y con personalidad propia, como alcanza a filmar (una vez más) el maestro Eastwood.
Un enigmático forastero que pisa tierra extraña, que acaba siendo justo con los débiles pero implacable con los corruptos y que además derrite a su paso a las féminas más apetecibles del lugar (los topicazos, vamos), aquí siguen estando presentes pero de una manera soterradamente inteligente.
El personaje central es un hombre errante parco en palabras, sin destino ni pasado conocido, y que tan sólo sabemos de él que viste como un predicador y que según cuentan, ya murió.
Si a este trazado argumental le sumamos que entra en escena tras las plegarias de una hermosa niña (bueno, no tan niña ya...), podemos caer en la obvia cuenta de que se trata de una figura fantasmagórica, o como mínimo sobrenatural. Un muerto a caballo que viene a cobrarse algunas vidas, como la mismísima Santa Compaña.
Tampoco falta el jugoso componente mesiánico en el menú. Cierto es que se le puede atribuir un evidente paralelismo Bíblico al entuerto, con personajes incluso similares (el codicioso muere, los humildes rezan y se salvan, un desconocido es adorado y seguido por todos...). En fin, que quién quiera verle esa lectura cristiana, el film se presta a ello si le perdonan la violencia y los tiroteos.
La cinta presenta una puesta en escena de lo más clásico en lo concerniente a exteriores, con unas imágenes por norma estables, bien iluminadas, sin apenas primerísimos planos y con una colocación de cámaras cómoda y agradable para el espectador. Sin embargo, la novedad viene gracias al peculiar concepto de interiores.
Un enfoque mucho más triste, desolador, sórdido, de atmósfera inquietante y oscurecida son el contrapunto perfecto para crear un western muy peculiar, rico en su utilización de maniobras fílmicas.
Si además consigues alguna escena realmente indeleble como la secuencia de la violación en las minas y la llegada del "pistolero/predicador/salvador", el baile de balazos y posterior acribillamiento del lugareño o los exquisitos 20 últimos minutos (sin desperdicio alguno), estarás delante de una joya del género, una obra maestra de la mano de un experto en la materia.
Enriquecida además con una apropiadísima banda sonora, poseedora de un ritmo incuestionable, muy buenas actuaciones y unos diálogos sin paja, tan sólo podría generar alguna duda debido a su discutible y/o previsible discurso (¿alguien no sabe lo que va a pasar desde un principio?), la pretenciosa y autosuficiencia actoral del propio Eastwood (que se sabe ya legendario y determinante en sus películas sin mover muchas piezas) o pequeños recursos en su diseño (imperdonable el muñeco del perro muerto al principio del film).
De todas formas, el film es del todo aconsejable, bastante entretenido (perdonando esa estirada escena de las explosiones) y además muy estimable en su propuesta, por lo que está adecuadamente considerada como otra joya de Clint Eastwood.
Como anécdota patria, comentar que un año después de El Jinete Pálido, se estrenó en EEUU un film titulado "The return of Josey Wales", que se transformó inadecuadamente en "El Retorno del Jinete Pálido" en los video-clubs ibéricos. Otra muestra más del oportunismo de este país, simpático a veces, pero casi siempre reprensible.
Sin duda una excelente cinta como bien apuntas. Una maravilla con una gran fotografia por cierto
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Sobre todo esa fotografia de interiores, muy interesante el uso que hace Eastwood de la oscuridad y la luz de ventanales.
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