viernes, 15 de febrero de 2019

DRAGON BALL SUPER: BROLY (2018)

El impacto socio-mediático provocado por el vigésimo filme de Dragon Ball no solo termina de aplacar ciertas dudas sobre la actual vigencia de la franquicia, sino que confirma, e incluso incrementa (sumando las nuevas hordas generacionales), el interés por la continuidad de la obra magna de Akira Toriyama.
Si bien es cierto que durante unos años, quizá demasiados, la serie permitió que se le adulterase con indigestos sucedáneos como Galaxy Touring, cross-overs con sangrantes fines comerciales o incluso ediciones de mangas realizados por aficionados tratando de darle continuidad a la trama, el hecho es que la serie canónica parecía haber tocado fondo.
Sin embargo, principalmente a raíz de la incursión del joven Toyotaro -antes Toyble- imitando el personal trazo adulto, más rectilíneo, del último Toriyama (en versiones no oficiales como Dragon Ball AF), éste lo escogió personalmente para darle el esperado relevo tras su aportación final al manga sobre el patrullero Jaco y esa delicia de capítulo especial llamado Minus, ya que aportaba la energía, talento y pasión necesarias como para avanzar la historia con garantías, y esta vez sí, bajo la supervisión de su autor original.
Mientras tanto, a modo de tanteo comercial, se estrenaron sendos proyectos para valorar la respuesta actual del público para con la serie; primero con la irregular aunque aceptable "Batalla de los Dioses" (2013) y años más tarde con una más que interesante "Fukkatsu no F" (2015) ya con guión del propio Tori, y que dieron finalmente luz verde al nuevo proyecto.
Así pues, a mediados de 2015 comenzaría a emitirse el nuevo anime, titulado "Super", narrando nuevos arcos argumentales dentro del canon, para meses después arrancar la publicación del primer tomo manga de esta nueva generación, con Toriyama inmerso en la historia y la rotulación a cargo del joven mangaka Toyotaro.

El Rey Cold presentando a su hijo ante un impotente Rey Vegeta.
Kakarotto, en una incubadora doméstica, ante la mirada de sus padres, Bardock y Gine.
Terminada la primera, y muy rentable fase de Super, se propuso una película de mayores dimensiones, que prolongara lo sucedido en el anime y recuperara a uno de los personajes más emblemáticos del Dragon Ball no canoníco, el atormentado saiyan Broly.
Es así como nace esta entrega, la más rentable de todas las existentes, y que ha invadido recientemente las pantallas internacionales batiendo récords a su paso. Gran noticia para el fan, sin duda. Fantástica para la Toei Animation, a fin de cuentas.
Se dice que el guión original que planteaba el maestro Toriyama ocupaba alrededor de 180 minutos, algo inasumible a nivel comercial (de momento, claro, pues todo se andará), y que finalmente se redujo a 100, siendo de igual modo la más larga de la franquicia hasta la fecha.
Planteada en dos claros tiempos narrativos (un flashback de hace 41 años y el posterior e inevitable enfrentamiento en la actualidad), el film de Tatsuya Nagamine trasciende, eleva e incluso actualiza la serie llevándola a otro nivel, diferente si se quiere.
Su personal impronta, que ya disfrutamos en algunos capítulos dentro del "Torneo de la fuerza", posee nervio y personalidad, quizá adquirida por haber orquestado previamente episodios de One Piece, pero que sientan de maravilla a una renovada y muy viva Dragon Ball, ahora más orgánica, plástica y de contornos más juveniles.

Chili junto a Broly y Lemo, tras la trifulca en el comedor.
Broly en modo furia, como de costumbre.

Los primeros tres cuartos de hora, con el Rey Cold presentando a su hijo Freezer como nuevo emperador, la trama en torno al miedo y frustración del Rey Vegeta, el dolor emocional y espantoso destino de Paragus y su hijo, la desaparición del planeta Vegeta, la salvación in extremis de Kakarotto, además de la casi extinción de la raza saiyan son una auténtica maravilla, unos sucesos por fin plasmados con el beneplácito de Toriyama y que cierra el debate de una vez por todas.
La historia vital tras el iracundo personaje de Broly, hijo de Paragus y auténtico protagonista de la cinta, pese a verse enriquecida merced a ciertos apuntes sobre su atormentada psicología y desvelados sus duros traumas (excesivamente planos en sus 3 apariciones previas), no llega a convencer del todo, pues a pesar de mostrar síntomas de comprensión sobre el valor de la amistad y crear vínculos afectivos diversos, sigue siendo de nuevo un pelele descontrolado que hace las veces de sparring para el dúo protagónico Gokuh-Vegeta y que obedece a su padre como si de un adolescente se tratara (que no sería el caso).
Su naturaleza salvaje y fuerza inusitada hace pensar que es él el legendario Super Saiyan, pero ese es un tema que no se atreven a zanjar aquí, quizás en perspectiva de ahondar más adelante, incluyendo su personaje en futuras entregas (o con suerte, bien encajado en el anime canónico).
El enfrentamiento final, muy esperado por el fan de nueva hornada, nos trae una de cal y una de arena. Por un lado, ocupa demasiados minutos, tornándose más agotadora que de costumbre -que ya es decir-, no propone apenas novedades interesantes sobre técnicas marciales (todo son orangutanadas) y lo que es peor, no hay un motivo lógico en esta lucha más allá del deseo de venganza ya caduco de un viejo, desquiciado y chocho Paragus. Además, ciertas incongruencias argumentales nos obligan a dar más "cancha" de la debida (¿un único deseo a Shenron?).

Nunca viene mal algo de picante, como el chili...

Vegeta en modo God, en un momento álgido de la cinta.

Gokuh pidiendo tanda.

Por contra, ofrece un nuevo panorama visual hasta ahora inédito. Un despliegue de recursos plásticos emocionantes, movimientos ultra suaves con transiciones mejoradas y un complejo compendio sonoro con ecos al rock (con un tema central magnífico), que convierten este combate en uno de los más psicodélicos y caleidoscópicos de cuantos haya tenido la franquicia a lo largo de sus más de 30 años de existencia. Algo digno de aplaudir, que sorprende y que sin duda marca una progresión dentro del nivel medio de realizaciones hasta la fecha.
El mero hecho de no caer en lo fácil, en el corta y pega de costumbre, de no recurrir al aún embrionario pero muy tentador Migatte no gokui (traducida como "doctrina egoísta") u otras técnicas más o menos gratuitas (como aquel invento del puño del dragón), además de procurarnos un desenlace final bastante original, nuevos personajes con gracejo y un combate épico entre Broly y Vegeta, el film a cargo de Nagamine atisba nuevos y esperanzadores horizontes, abriendo sendas inexploradas para devolver a la serie un nuevo vigor, oxigenándola, adaptándola, en definitiva, rejuveneciéndola sin mancillarla.

Broly desatado, un imparable saiyan con necesidad urgente de terapia.

Gogeta en Blue, aparentemente el guerrero definitivo.

"Dragon Ball: Broly" pues, no solo pasa con nota el duro test en taquilla y obtiene el calor unánime del fan, que aplaude un nuevo y valiente episodio entre nostálgico y próspero, sino que contribuye y enlaza con el arco actual de la serie, fluyendo a todos los niveles.

Como es costumbre, termino haciendo un alto en el camino para repasar la etimología propia de los personajes aún inéditos en mis análisis.Comenzaré por los nuevos saiyans:
- La madre de Gokuh, de nombre "Gine" (vista ya en el mini manga Minus) proviene del término "aubergine" en inglés, o sea, "berenjena".
- La médica "Nion", de onion, cebolla.
- Kale y Caulifla son "Col rizada" y "Coliflor" respectivamente.
- El acompañante de Paragus en la nave se llama "Beets", de remolacha en inglés, Beet.
- El compañero de Bardock, "Leek", significa literalmente "puerro" en inglés.
- "Taro", el saiyan de bigote que les da la bienvenida, es un tubérculo que suele florecer en arrozales (aunque quizás obedezca a alguna broma de orden interno entre los componentes del equipo de realización, pues Tarou suele ser muy común en Japón).
Los dos outsiders que llegan al planetoide Vampa son "Remo" (o Lemo), obviamente de "Limón", y Chirai (o Chili), de Lichi.
Del ejército de Freezer tenemos a "Berryblue" (de blueberry, o arándano azul) y el científico Kikono (de Kinoko, o seta).
Y aunque breve, la presencia de "Jiren" me invita a aclarar que su nombre probablemente provenga de la fonética china para describir la flor de loto, aunque hay diversas teorías, algunas bastante graciosas por cierto.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

BLOODY CHAINSAW GIRL (2016)

Toca disfrutar de una golosina nipona de consumo nocturno muy desprejuiciado (esperada para los amantes de este género) titulada "Bloody Chainsaw Girl". Una nueva demostración de que los japoneses, en lo referente al cine más gamberro, sangriento y pasado de tuercas, son los mejores. Sin discusión.
Quien no tenga referentes sobre este tipo de producciones podría padecer un fallo cardíaco o un desprendimiento de retina durante su visionado, o incluso sentirse desorientado por la sobredosis de referencias desconocidas con las que tropezará.
Por el contrario, si se está más o menos familiarizado con el inconfundible modo de entender el nuevo gore nipón, se volverá a encontrar con un festín hiper canalla, una nueva orgía hemoglobínica y descarada repleta de colegialas armadas, casquería ilimitada y un humor de otra galaxia, donde sólo se busca la diversión y el disfrute sensorial a toda costa, sin mayor complicación.
Un ejemplo de cómo los japoneses se desprenden durante aproximadamente 1 hora y cuarto de la gran cantidad de corsés de una sociedad reprimida y antisocial; una vía de escape para desahogar su rutina y ver en pantalla lo que siempre han querido hacer en sus pensamientos más oscuros; véase, verle las tetas a las escolares buenorras, trocear miembros humanos con una sierra eléctrica o hincharse a ver bragas mientras luchan dos chicas a muerte. En fin, el sueño de muchos chicos... japoneses.
Esta "Bloody Chainsaw Girl" nos vomita ya en sus primeros 10 minutos una dosis inconfundible de todos estos elementos, con un inicio de la acción frenética y delirante, presentándonos a la guapa Giko, la colegiala de marras, armada con una sierra eléctrica eliminando a mansalva a un grupito de ex-alumnos alterados, infectados y robotizados (todo junto), en una especie de apocalipsis mutante. Nada más y nada menos.


Una suerte de película desquiciada donde todo vale, pues hay proyectiles vaginales, cabezas cercenadas con pies metálicos, sangre a borbotones o absurdos ninjas de cuarta; y como ya es costumbre, nos deleita con las esperadas batallas a muerte en las azoteas con armas imposibles, profesores de instituto trastornados o subtramas de lo más surrealistas (¡¡ese examen de maquillaje!!). Todo esto acompañado de un ritmo non-stop y muchas ganas de juerga visual. En fin, irresistible.
Si bien es cierto que la película tiene momentos en que se desinfla en pro de secuencias menos inspiradas, no se le puede acusar de tomarse en serio a sí misma en absoluto, pues ni pierde su espíritu sinvergüenza ni aspira a más que a darnos carnaza que exorcice nuestros deseos más oscuros.


Se trata pues de un film moderadamente aceptable, si bien inferior a mejores producciones del género como "The Machine Girl", "Sukeban Boy" o "Mutant Girls Squad", y donde lo importante es llegar a contentar a un público muy fiel que ansía cada vez más desfase de locura y tripas; eso sí, todo desde una perspectiva dulcemente ingenua, algo irresponsable pero muy divertida. Una mezcla tan sugerente como imposible de comprender desde nuestra mirada occidental.

lunes, 10 de diciembre de 2018

LA AUTOPSIA DE JANE DOE (2016)

En 2010, el noruego André Øvredal firmaba uno de los found footage más interesantes que el agotador subgénero pueda ofrecer gracias a su documental "Troll Hunter". Era pronto para aventurarse, pero ya ofrecía suficientes elementos como para no perderle la pista al escandinavo en su carta de presentación.
En 2016, presentó su siguiente apuesta de terror, "La autopsia de Jane Doe", en el marco del festival de Sitges, sin duda hecho a medida para dicho proyecto.
Su película, bastante más ortodoxa que su arriesgado trabajo sobre trolls, es una experiencia muy satisfactoria, un relato terrorífico llevado con maestría y peculiar gracia, sin atentar a la inteligencia del amante al género, ni con intención alguna de provocar rechazo al neófito usando códigos o complicadas referencias.
"La autopsia de Jane Doe" (Jane Doe es el nombre que reciben los cadáveres femeninos sin identificar en EEUU), presenta al médico forense Tony Tilden y su aprendiz e hijo Austin, responsables de las autopsias en su propia funeraria de toda la vida.
Una noche lluviosa como cualquier otra, reciben un cadáver sin identificar de una mujer que la policía ha encontrado enterrada en un sótano, en circunstancias muy extrañas, y proceden sin más a su consiguiente autopsia.
Poco a poco se irán desvelando los misteriosos secretos que esconde dicho cadáver; pues no será tan rutinario como ellos pensaban además de provocar un vendaval de sucesos inexplicables.
Particularmente, creo que un film de terror necesita siempre de una atmósfera adecuada, una historia fascinante y ciertos códigos narrativos idóneos para no caer en lo mil veces visto. Øvredal parece que lo tiene claro y dispone del talento suficiente como para lanzarnos un film de mucho mérito, por momentos sensacional y en su mayoría muy laudable.


En seguida entramos de lleno en su fascinante sala de autopsias, fría y húmeda, con pizarras y utensilios médicos propios de la morgue donde los cuerpos refrigerados hacen una compañía tan silenciosa como espeluznante. La entrada en escena del cuerpo nuevo, sin rastro de traumas o evidencias de muerte y el minucioso seguimiento de su autopsia nos atraparán en silencio, manejando con brillantez las pausas, el creciente suspense y el macabro humor que salpica el film.
Que decir tiene que no acusa apenas problemas de ritmo ni cojea en su narrativa aunque nos sitúe en un único espacio gran parte del metraje, pero sí puede provocar síntomas claustrofóbicos y herir sensibilidades por su, por momentos demasiado explícita, puesta en escena.
En opinión del que aquí escribe, sostengo pues que se trata de un film sensacional, repleto de aciertos de toda índole y un golpe en la mesa de un cineasta emergente y cada vez más interesante. Aplaudimos iniciativas como ésta, ajustadas a un escaparate en concreto como es el festival fantástico de Sitges, de eso no hay duda, pero no por ello menos estimables.

sábado, 8 de diciembre de 2018

THE EYES OF MY MOTHER (2016)

Al joven neoyorquino Nicolas Pesce (con tan sólo 25 años) le debemos la sesión más inquietante del festival 2016 gracias a su inolvidable ópera prima "The eyes of my mother". Un sorpresón que anunció, sino confirmó, un nuevo talento emergente para nuestro deleite en las siguientes décadas, pues es un excelente ejemplo de alumno aventajado (en la opinión del que aquí, humildemente, aporrea el teclado), y que en él recae en este cercano 2019 el remake de "La maldición", la ya clásica cinta de horror nipón de Takashi Shimizu.
Pesce nos obsequió con una trágica y tremebunda historia de una familia de campo americana, y nos permite fisgonear en la vida de una mujer imposible de olvidar, de nombre Francesca.
De niña, Francesca, estaba muy unida a sus padres y en especial a su madre, que además hacía las veces de profesora. Una tranquila tarde como otra cualquiera, un extraño se acerca "amablemente" a su casa y pide ir al baño. Nadie esperaba que poco después, la pobre niña sería testigo de brutales asesinatos, torturas y carnicerías extremas en absoluta conmoción; lo que le llevará, ya en su edad adulta (interpretada por la muy inquietante Kika Magalhaes), a ser una mujer peligrosamente inestable, altamente perturbada, solitaria y dueña de uno de los comportamientos más desquiciados que el cine recuerde.
Si a esta durísima historia de psicologías anómalas, le sumamos además una puesta en escena compuesta por un inesperado (pero genial) tratamiento del blanco y negro, con movimientos de cámara suaves, casi quirúrgicos, y una ambientación sonora tremendamente acertada, tenemos el shock asegurado.


Nicolas Pesce mueve su cámara hacia una vida tan fuertemente golpeada, y afectada desde tan tierna edad, que se comprende sin mucho esfuerzo los consiguientes transformaciones radicales y descontroladas en el carácter de la protagonista, donde su mundo nada tiene ya que ver con el real y buscará, de la forma que sea (la parte más interesante, sin duda, del film) compañía, de cualquier tipo y al precio que sea.
Sin nada que envidiar, en lo que a salvajadas se refiere, a brutales clásicos como "La Matanza de Texas", "Las colinas tienen ojos" o incluso "Martyrs", aunque construida sobre unos pilares más estables y con un gusto cinéfilo mucho más atinado, sin caer en lo absurdamente grotesco ni gratuidades de guión.



Una pequeña obra maestra que emerge con fuerza dentro de un género tan apabullado de ofertas y relamido hasta el infinito, que merece una mención especial por desmarcarse y ser, a su modo, casi única. Habrá que seguir con especial atención a este nuevo cineasta, pues podemos estar ante un nuevo maestro del terror (si no se deja absorber por una industria que a todos engulle). Crucemos los dedos...aún queda talento en este mundo.

jueves, 6 de diciembre de 2018

REVENGE (2017)

Allá en los años 70, en plena era del exploit y de las sesiones grindhouse, era bastante común encontrarse con filmes de Serie B conocidos como rape & revenge. Películas en las que una chica incauta (o grupo de jovencitas) eran torturadas/violadas/masacradas por un grupo de psicópatas o desalmados masculinos para después ser ajusticiados por las mismas chicas o familiares.
El infame film de Wes Craven, "La última casa a la izquierda (1972)" es una de las piezas clave de tan políticamente incorrecto subgénero. En estos tiempos de dictadura moralista, es cada vez menos común toparse con estos trabajos, o por lo menos encontrarlos con la mala baba y gamberrismo que tenían sus congéneres setenteros.
"Revenge" es una nueva muestra de este rape & revenge de nueva hornada, que valga la ironía, acaba resultando “más revenge y menos rape”. Un filme que presenta varias particularidades: la primera, su procedencia; es francesa y por tanto perteneciente a esta nueva oleada de gore galo sin complejos; y en segundo lugar, se trata de la ópera prima de Coralie Fargeat.
El trabajo de Fargeat ha resultado ser toda una sorpresa y un producto tremendamente disfrutable, visto desde la perspectiva de una película sin prejuicios y de pura diversión con casquería. En ella, nuestra heroína pasa de ser la mayor pija del extraradio, con sueños de convertirse en modelo y muy bien provista de unos tremendos atributos físicos que harían palidecer a Irina Shayk, hasta, tras sufrir una serie de catastróficas desdichas, pasar a convertirse en una Lara Croft gore, una Rambo femenina dispuesta a vengarse de sus torturadores. Una obra provista de un cúmulo de situaciones imposibles de pura ciencia ficción (nuestra protagonista sobrevive a una serie de accidentes verdaderamente mortales), que si se superan y se entra en el juego de la pura fiesta, resultará una experiencia muy gratificante.



El film no anda escaso de aspectos grotescos precisamente, y la sangre salpica salvajemente ya desde un inicio. La dirección es verdaderamente acertada, con cierto tufo (agradecido) a videoclip y unas imágenes que contagian tensión y adrenalina. Un visionado que se hace ameno y ágil, "Revenge" es divertidísima y verdaderamente sangrienta, y hará las delicias del fan, si se logra superar sus momentos de ciencia ficción a lo Chuck Norris.

Adrián Roldán

miércoles, 5 de diciembre de 2018

THE DISASTER ARTIST (2017)

Con la concha de Oro de San Sebastián bajo el brazo, "The Disaster Artist" aterrizaba en Sitges para sorpresa de muchos, dentro de la maratón nocturna del último sábado. Desde su pre-producción hemos seguido con atención su desarrollo, pues en cuanto vimos que el guasón de James Franco ponía su lente en la ¿inolvidable? cinta de culto de Tommy Wiseau, entendimos que la espera valdría la pena. Y así ha sido.
Ante todo cabe aclarar que el film de Franco sólo se podrá disfrutar en su plenitud si previamente se conoce la desastrosa pero extrañamente irresistible pseudo-película del rocambolesco Wiseau.
Lo sencillo era huir despavorido de aquel disparate que filmó en 2003 el inefable Tommy, y por descontado también lo más saludable y prudente. Pero en una inexplicable alineación astral, todo aquello que fue "The Room", de mal hecha, filmada, montada, ideada e interpretada, se transformó en otra cosa, del todo incontrolable, que adquirió vida propia, transformándose en un monstruo del anti-cine con un efecto maravilloso, una excepción entre un millón que la convirtió en cinta de culto al instante.
Las circunstancias de aquel rodaje fueron un auténtico despropósito, un capricho temerario de un personaje enigmático con mucho dinero del que apenas se conoce nada, ni su procedencia (aunque algunas fuentes apuntan a Polonia), ni su estatus social o familiar ni de dónde ha obtenido su fortuna (él mismo financió el proyecto de su bolsillo, superando los 6 millones de dólares).
Todo eso, unido al desarmante resultado fílmico que fue "The Room", impulsaron a James Franco a retratar su propio Ed Wood, a dibujar un personaje que de pésimo y patético, se convierte en apasionante. Un chapucero inconsciente que se hace pasar por alguien de Nueva Orleans (todo indica que simplemente pasó allí una temporada), mal imitador de James Dean y de impredecible comportamiento, que sin embargo cautiva y despliega un carisma especial, que obliga a observarlo con atención.



"Disaster artist" mueve con inteligencia sus piezas, siempre respetando la figura de Wiseau pero repasando con incisivo humor su trayectoria en el cine, dándole cierta perspectiva filosófica e incluso atreviéndose a indagar sobre los valores de la amistad, algo que según parece, es fundamental para Tommy.
Una vez aceptas las normas, entiendes el cometido y logras conectar con la película (si es en grupo mejor que mejor, pues es una experiencia colectiva), la diversión está asegurada, ya que esa arrolladora atmósfera de comedia involuntaria que fue The Room, se traslada con acierto en la cinta de Franco, lo que es, sin duda, todo un éxito. Por último destacar el esfuerzo del actor norteamericano por mimetizarse con Wiseau, uno de los puntos fuertes de su película, y quizás uno de los papeles de su vida. Y no es broma...

martes, 4 de diciembre de 2018

CANIBA (2017)

Los responsables del documental "Caniba", el británico Lucien Castaing-Taylor y la suiza Verena Paravel, estuvieron presentes en la Sala Tramuntana (Festival de Sitges'17) y nos hicieron una breve introducción, de manera excepcional, pues casi nunca se prestan a tales menesteres. Su nuevo trabajo prometía emociones fuertes y hacernos pasar por una experiencia estomagante, y de algún modo lo fue, pero no de la manera que supongo ellos esperaban...
El documental explora y trata de analizar la mente de un criminal antropófago, y se atreve a aproximarse a una figura imposible de olvidar, la del japonés Issei Sagawa (y de paso a su hermano Jun, otra pieza de museo). Issei, mientras estudiaba literatura en la Sorbona parisina en los años 80, se encaprichó de Renée Hartevelt, una hermosa compañera holandesa que, pese a dejarle bien claro que no estaba interesada en él, accedió a cenar en su casa el 11 de junio de 1981.
Tal cortesía fue letal, ya que tras asestarle un golpe en la cabeza con un martillo, Issei la hizo picadillo, la exploró post-mortem (me ahorro detalles, obviamente) y se la zampó poco a poco, lo que le provocaba una enfermiza y reconfortante sensación de proximidad amorosa, idílica y retorcidamente romántica.
No fue difícil detenerle y condenarle, pero por un malabarismo legal incomprensible, el nipón vive ahora tan tranquilo en Tokyo junto a su hermano, que a su vez merecería otro documental para él solito, ya puestos.
El menor de los Sagawa, de ahora 68 años, consciente ya de su repulsiva condición, nos relata sin despeinarse cómo fue todo aquéllo, qué le impulsó y por qué ya no lo volvería a hacer, pese a no poder evitar pensar en atrocidades día sí, día también (algunas, según relata, inconfesables por su extrema crueldad).
Sin duda la concepción del documental es más que sugerente, morbosa y llamativa, y aunque nos provoque rechazo social en mayor o menor medida, todos queremos indagar y saber un poco más sobre el enajenado japonés (o eso creo).


Lo que sucede es que el tándem de hipsters Lucien &Verena filman acorde con el asunto, o sea, incómodamente. Planos detalle o primerísimos primer planos desenfocados y movidos sobre la tez del protagonista, silencios prolongadísimos, secuencias en vacío y trucos desesperantes explorando espacios nos sitúan entre la pequeña línea del aburrimiento y el hastío el 95% del metraje, provocando el murmullo en el público, nervioso por ver que no pasa ni dicen nada en pantalla.
Puedo llegar a comprender que la pareja de "auteurs" huya de lo políticamente correcto como objetivo de su autoría, incluso que pretendan romper todo tipo de convencionalismos formales, no caer en lo cómodo y lanzarnos un nuevo reto fílmico, pero el resultado no es otro que un efecto somnífero, casi narcótico en la audiencia (y mucho abandono de sala).


La historia de uno de los más célebres antropófagos confesos es fascinante, no lo pongo en duda, y se agradecen esos pequeños momentos WTF que contiene el film (un repaso al manga creado por el mismo Issei relatando lo acontecido (¡de ver para creer!), secuencias pornográficas o incomprensibles parafilias), pero en conjunto se trata de un trabajo muy irregular, por momentos insoportable y que desborda cierta pedantería en su puesta en escena, más caprichosa y experimental que funcional.
Me quedo con el temerario intento de arrojar algo de luz sobre el comportamiento caníbal en el ser humano, lo que ha supuesto acercarse de la manera más desprejuiciada posible a tan complejo sujeto y la reflexión final sobre el verdadero sufrimiento de una mente tronada, tan compleja y dañada que se autodestruye día a día, tratando de controlarse.

lunes, 3 de diciembre de 2018

NOVEMBER (2017)

Tras el visionado de "November" (pre-candidata por Estonia a los Oscars 2018), abandoné la sala algo confuso, casi aturdido, con una extraña sensación de agotamiento psicológico por no haber comulgado del todo con su rarísimo discurso humorístico-folclórico, ubicado en parajes incómodamente inhóspitos, algunos casi de pesadilla.
Basada en el supuesto best-seller "Rehepapp", de Andrus Kivirähk, el film en mi opinión tiene un plus de complejidad fuera de sus fronteras, y al menos a mí, se me hizo cuesta arriba no sólo terminarla, sino también llegar a conectar con ella u obviamente entenderla del todo.
La historia de amor imposible entre una aldeana estonia y un joven que no la corresponde, todo dentro de un contexto mágico (ella recurre al ocultismo para conquistarlo), surrealista, en medio de un ambiente pagano y enfermizo, parece razonablemente atractivo. Si además se nos anuncia como una mezcla de comedia absurda, magia negra, hombres lobo y dueña un retorcido nihilismo, todo parece encajar.
Pero algo descarrila, quizás por su incomprensible arquitectura narrativa (funciona más bien a trompicones), su empeño en ser diferente o sacrificando un maravilloso uso de la fotografía en blanco y negro para explicar demasiadas cosas mal iluminadas (una lástima) y sin explotar del todo un sinfín de posibilidades.



No se le puede negar una carga dramática muy peculiar, de un romanticismo patético, y una reflexión divertidísima sobre las almas en pena que vagan por el bosque, y que a veces se instalan en objetos o animales. Todo ese conjunto de factores funciona, pero solo un rato, concretamente en su genial escena inicial, que nos auguraba quizás una obra maestra, ya que finalmente no se sostiene durante sus casi 2 horas de metraje (que nos parecen el doble en su tramo final).


En resumen, una película compleja, singular, bizarra, divertida a ratos y extrañamente atractiva, pero sin duda agotadora y desquiciante, que irá muy a gusto del espectador, y que será tan odiada como adorada, sin escala de grises. Entenderé al que la considere una obra maestra, pero empatizo más con el que la considere caprichosa y ensimismada de sí misma, más vacía de lo que aparenta.

domingo, 2 de diciembre de 2018

ERREMENTARI (EL HERRERO Y EL DIABLO)

El octavo día del pasado festival de Sitges 2017 amaneció con la fuerza y atrevimiento de "Errementari", una jugosa fábula vasca que nos llega apadrinada por Álex de la Iglesia, co-productor de la misma, y que a su vez significa el debut en la dirección del hasta ahora cortometrajista Paul Urkijo.
Confieso sin tapujos que desconocía del todo la  existencia de la leyenda del errementari (herrero en euskera), y quizás por esa razón me quedé completamente absorbido por su compleja maraña genérica y diversidad narrativa, su fresquísimo descaro cómico y esa enorme personalidad que posee, algo que agradecí acaloradamente.
Pero situémonos: en una región próxima a Álava, una década después de la 1ª Guerra Carlista (1843), un cargo del gobierno se persona para investigar un suceso en la herrería del pueblo. Allí habita casi como un ermitaño, en medio del bosque, un misterioso herrero llamado Patxi, considerado por los aldeanos como un asesino siniestro y solitario que incluso se relaciona con demonios. Accidentalmente, Usue, una niña huérfana del pueblo, se cuela en la herrería y destapará el increíble secreto que allí guardaba el herrero, para así cambiar definitivamente el devenir de la aldea.
Es de ley aplaudir, por encima de todo, su valiente capacidad para no obedecer los criterios establecidos por ningún género en concreto, pues merodea con desparpajo por varios de ellos sin llegar a someterse a ninguno. En ella encontraremos atractivos rasgos de un terror de cuento sombrío, fantasioso y distendido pero no por ello menos horripilante; también se percibe un estudiado tratamiento del entramado dramático, trasladando una fábula con niños de por medio, con la suficiente entereza e inteligencia como para que su peculiar y nada obvia moraleja tenga toda lógica, además de resultar muy adulta; y por último, pero no menos importante, es resaltar su excelente y nada convencional sentido del humor, casi diría que innovador, rebelde y muy sorprendente al que, por supuesto, acabé rindiéndome.



Agradezco muy efusivamente que no nos abrumaran con feos efectos digitales, y que el estupendo trabajo de maquillaje, aunque quede forzosamente guiñolesco, tuviera una fuerte impronta personal. Incluso en su tercio final, en la bajada a las mismísimas puertas del infierno, los juegos de iluminación y recursos de fotografía den una sencilla pero emocionante sensación de irrealidad, como de imaginario juvenil sin límites. Todo un gozo cinéfilo de difícil comparación, pues es única en su especie.
Resaltar el magnífico plantel actoral, empezando por el herrero, sobrio y acertadísimo Kandido Uranga, el demoníaco e inolvidable Sartael (Eneko Sagardoy) hasta la jovencísima Usue (Uma Bracaglia), todo un descubrimiento a su edad. Un film muy especial que proyecta una fuerte sensación de novedad, con una atmósfera de ensoñación y un poso final tan agradable como humilde. Una fiesta para los sentidos que si bien no enamorará a los más puristas, que seguramente no querrán/sabrán ser cómplices, sí merece mucha atención, tanto por su fuerza visual como por su sabia y variada conjunción. Arriesgada y simpática, destaca por ser una de las mayores sorpresas nacionales de la pasada edición del Sitges 2017.

sábado, 1 de diciembre de 2018

MY FRIEND DAHMER (2017)

La vida de Jeffrey Dahmer, conocido en EEUU como "El carnicero (o caníbal) de Milwaukee", ha dado lugar a diversos documentales, películas, libros e incluso una novela gráfica, y es uno de los asesinos en serie más despiadados y tristemente famosos de la historia reciente.
Dahmer, prematuramente alcohólico, de sexualidad reprimida y del todo inadaptado, asesinó, troceó, violó, y a veces se merendó, al menos 17 hombres (la mayoría jovencitos), entre 1978 y 1991. Sentía un incontrolable impulso de consumir carne joven, pues eso le provocaba sus mejores erecciones, y después hervía sus cráneos para coleccionarlos en forma de cuencos, para sentirse más cerca de sus "favoritos".
Condenado a 15 cadenas perpetuas e irónicamente asesinado por un preso mientras cumplía su pena con tan sólo 34 años, Jeffrey Dahmer sigue siendo un caso a estudiar a día de hoy, provocando naturalmente la repulsa del mundo entero pero también fascinando a otros tantos, atraídos por este sociópata de tan desquiciado cerebro.
Ahí es cuando aparece el dibujante Derf Backderf, ex-compañero de Jeffrey durante la escuela e instituto, que poco tiempo después de la muerte del citado carnicero, creó una novela gráfica sobre sus años de estudiante, consiguiendo muy buena acogida crítico-comercial y dando lugar, el pasado 2017, a su traslación cinematográfica de la mano de Marc Meyers, que nos presentó el film él mismo en el marco del Festival del mismo año.
Si bien la figura de Dahmer ya había tenido una adaptación previa protagonizada por Jeremy Renner en 2002 titulada "Dahmer, el carnicero de Milwaukee", ésta no consiguió sino repasar de manera burda y con brocha gorda ciertos episodios aislados de sus homicidios, señalando tan sólo algunas ideas simplistas sobre su psicología y quedándose en la mera anécdota de lo escabroso, siendo un film mediocre y sin mucho mayor interés.



La nueva versión, obviamente comprendida en los años de instituto que repasa la novela, seduce más por su amplia perspectiva neurótica, siempre tratando de enfocar su trastocado comportamiento social con cierto respeto y humor, pero a la vez con sentido de la responsabilidad crítica, esquivando aspectos excesivos y sugiriendo más que mostrando (como en la acertada y enigmática secuencia del coche, con Jeff y sus manos manchadas de "pintura"). Lamentablemente el patetismo del personaje se adueña del film allá por su meridiano, y acaso ahí se debilita, pues se detiene demasiado en subrayar algo que, por repetirlo, nos termina agotando.
Podríamos decir que la película funciona razonablemente bien debido a que ya sabemos de antemano quién es el personaje, pues de lo contrario, sólo se apreciará un film más sobre nerds de instituto haciendo sus "mongolismos" y palpitando sexo.
Se agradece el esfuerzo del cineasta al frente por rodar en la verdadera casa de Dahmer, su barrio real y retratar lo más rigurosamente posible su situación familiar (su madre salida de un manicomio, padres al borde del divorcio...), incluso el uso de la música acorde a sus gustos originales, pero la película no alcanza mayor entidad que la de ser una adaptación curiosa y medianamente entretenida de una novela gráfica, restándole cierta personalidad y por supuesto, originalidad.

viernes, 30 de noviembre de 2018

UNA ORACIÓN ANTES DEL AMANECER (2017)

Es el turno de abordar una de las proyecciones más contundentes y angustiosas del pasado año, la co-producción franco-británica "A prayer before dawn", del parisino Jean-Stéphane Sauvaire. En su búsqueda continua de plasmar realidades incómodas, el francés apunta ahora su objetivo hacia la figura de Billy Moore, un británico que luchó por sobrevivir en una infernal cárcel tailandesa, tratando de canalizar su horror personal a través de la práctica del deporte, en este caso el boxeo.
Despojada de cualquier lubricación comercial, el film literalmente nos sumerge en su aterradora realidad, llena de injusticias, torturas psicológicas, violencia y muertes. Un auténtico descenso a los infiernos en una lucha por salir vivo de la que seguramente sea la peor prisión del mundo, donde las leyes internas son escalofriantes (el suicidio es algo habitual), se comparte celda (por así llamarlas) con medio centenar de peligrosos presos amontonados y apenas existe higiene. Un verdadero calvario al que Moore, encarcelado por posesión de drogas, tuvo que hacer frente.
Un drama intenso, incómodo y durísimo, como pocos he visto, tratando con mucho rigor sus experiencias y sin recurrir a ningún tratamiento suavizador, recreando escenas que se sienten desde la butaca como un auténtico puñetazo al estómago, compartiendo las atroces vivencias que allí sucedieron.
Con los diálogos justos y unas potentes imágenes, "Una oración antes del amanecer" no está en absoluto diseñada para tener apenas recorrido comercial, sino casi como un grito de socorro usando su cine como herramienta para reclamar derechos humanos básicos, señalar el abuso de autoridad y hacernos reflexionar sobre el poco valor que tiene tu vida en lugares como ese.



Sauvaire es completamente coherente con la elección de su puesta en escena, siendo agresiva y sin concesiones, por momentos mareante, a veces molesta, con el claro objetivo de conseguir meternos en esa atmósfera opresiva y frustrante, llena de sangre, odio e inmundicia, tanto social como física, que allí se respira. Recurre acertadamente a no subtitular la mayoría de diálogos en tailandés en el interior de la cárcel, para así estar obligados a compartir el miedo y soledad de Moore en toda su aspereza y no cometer el error de musicalizarla como si del típico film de prisiones se tratase, dándole un tratamiento sobrio e incluso rácano al apartado sonoro.
Un trabajo difícil, realista, con cierta esencia documental, donde las escenas de lucha están en un segundo plano, y que sin duda no será plato de buen gusto para muchos, aunque lo será, y con la etiqueta de cinta de culto, para otros.
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