miércoles, 3 de agosto de 2011

REMBRANDT (1936)

El día de Navidad de 1936 se estrenó la primera y hasta la fecha mejor adaptación cinematográfica sobre la figura del genial pintor Rembrandt Van Rijn. El artista holandés está encarnado por un fantástico Charles Laughton, que lleva sobre sus hombros la película sin problemas y convierte al personaje en un individuo angustiado, amargado y melancólico con total convencimiento y credibilidad artística.
Se centra en la época cumbre de su carrera, cuando no le faltan discípulos a quién enseñar su arte y su valía resulta incontestable. Tras el fallecimiento de su esposa de manera inesperada, se vuelve taciturno, y eso se refleja en sus obras, que se ven acentuadas de oscuridad y melancolía.
Arruinado y sin rumbo, conocerá a su nueva musa, Hendrickje, que le devolverá su ilusión por la pintura pero de la que saldrá nuevamente demolido por terribles circunstancias que acabarán por perjudicarlo seriamente, hasta llevarlo a la tumba. Este drama biográfico enfoca la parte más psicológica del gran artista holandés, sus desafortunadas vivencias y su inestabilidad mental, pero no resalta (o lo hace muy por encima) ninguna obra en concreto ni explica en profundidad alguna de sus pinturas maestras, como a un servidor le hubiese gustado más. Tan sólo la secuencia de la presentación de su cuadro más emblemático "La Ronda de Noche" en sociedad y su mala acogida por los mosqueteros hace mención a sus pinturas, pero me fastidia ligeramente que se base en un dato ficticio, ya que esa obra fue aclamada desde el principio, y no se le criticó por ello.
La escenografía es adecuada y bella, pero los exteriores que pretenden ser Ámsterdam, no son más que unos cuantos trucos de unos estudios de Inglaterra, que situándonos en aquellos años no desmerecen en absoluto, pero que distrae nuestra atención irremediablemente.
             La elocuencia del genio sumado a su genialidad atemporal ofrece momentos del todo disfrutables, como su opinión sobre las mujeres (impagable) o sus disputas con los habitantes de su ciudad natal, que lo despechan por su supuesta presuntuosidad. Aprovechando mi reciente estancia en Ámsterdam tuvimos el honor de visitar el lugar donde vivió Rembrandt muchísimos años, su taller, su salón e incluso las herramientas de planchado de sus obras, y puedo confirmar que no es, ni de lejos, lo que se muestra en el film. Si a esto le sumamos ciertos datos incorrectos al conjunto, caigo en la cuenta de que estamos ante una realización poco fiable, nada rigurosa y que sólo explora la persona y el artista, no su entorno ni detalles.
Antes he subrayado el espléndido trabajo de Laughton, pero debo confesar que su escueto metraje (85 minutos) apresuran su caracterización y disminuyen nuestra empatía hacía una figura tan complicada, convirtiendo el trabajo del actor en misión casi imposible, que sin duda, Charles salva admirablemente.
Podría decir que me esperaba mucho más y que, sin ser muy fanático ni seguidor de la vida y obra de Rembrandt, me he quedado algo hambriento tras su visionado, que me ha resultado demasiado ligero y con pocas pretensiones.

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