
Cuenta la historia de Dora, su nuevo marido Bruno y su hijo Marco (del matrimonio anterior) que se instalan en un chalet que parece estar dominado por fantasmas, y donde sucedieron cosas terribles que llevaron a Dora al desquicio.
Esos transtornos que sufrió se debieron al presunto suicidio de su difunto marido en ese mismo chalet, en circunstancias que ella no logra recordar. Tras someterse a meses de terapia psicológica, intentará recuperar la normalidad cuanto antes y por eso vuelve al lugar de los hechos para combatir sus miedos y deshacer el malestar que tanto le agobia. Pero la cosa no podía ir peor, el niño comienza a cambiar y parece poseído por algún agente ectoplásmico que atenta contra la salud de su madre, creando un ambiente de terror absoluto y desgracias continuas.


Resulta algo tediosa cuando intenta meter al espectador dentro de la cabeza perturbada de Dora (pareja de Dario Argento en la vida real), no siendo del todo creíble y sobrándonos muchas explicaciones.

El tercero en discordia, Bruno, es piloto y se pasa gran parte del metraje fuera del hogar, cosa que me recordó al padre de Oliver Atom en Campeones (Tsubasa para el entendido), pero que además guarda un inmenso parecido con éste. Ya sólo faltaba darle un esférico a Marco y a soñar con la versión en la gran pantalla de Captain Tsubasa...
Subrayaré la escena del cúter aéreo como un instante bastante chocante y el énfasis general que le pone Daria Nicolodi (Dora) para que la cosa funcione, consiguiéndolo a medias.
No se le puede criticar demasiado a la película de Bava pero es fácil observar sus limitaciones, cansándonos un poco con el efecto "corta y pega" que hacía de sus films.
Fue galardonada como la película con mejor guión en el festival de Sitges de 1978 y actualmente está considerada como una de las más aclamadas cintas de su autor, aunque yo no comparta ese criterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario