sábado, 16 de junio de 2012

1984 (1956)

Sin ninguna duda se trata de la obra más emblemática de George Orwell, de la que hasta ahora solo creía que existía la versión rodada precisamente en el año 1984 con John Hurt como protagonista. Sin embargo hay dos versiones anteriores, la primera de ellas en formato de serie de televisión adaptada por la BBC y protagonizada por Peter Cushing  y Yvonne Mitchell  en el año 1954 (dicen que es la mejor), y la segunda rodada solo dos años después también en el Reino Unido que es la que tratamos hoy. Aunque ya hace unos años que vi la versión más moderna, sí que recuerdo que sin disgustarme fue una decepción, seguramente porque había depositado muchas expectativas después de leerme el libro y el film creo que no supo reflejar las emociones del original.
Sin embargo, con ésta he encontrado una obra que en ciertos pasajes mediante ciertas imágenes cargadas de intensidad y fuerza han logrado transmitirme una sensación malsana, opresiva y de una falta total de libertad, dejándome mejor regusto. Si buscamos otras obras que tengan ciertos puntos en común con 1984 (ciencia ficción, estados totalitarios, etc...), sin duda podemos enumerar Un mundo feliz de Aldous Huxley, que nos muestra un futuro en el que la humanidad supuestamente ha alcanzado una sociedad perfecta y feliz, libre de guerras y otras penurias. Para lograr esta presunta "perfección" han erradicado por el camino todo lo relacionado con la cultura, el arte, literatura, la religión o la familia al haber impuesto la reproducción artificial. De ésta obra solo existen dos flojas adaptaciones realizadas para la televisión y que dejan bastante que desear, la rumurología situaba no hace mucho a Ridley Scott  como el encargado de llevarla

El Día del Odio... exaltación al más puro estilo del partido nazi.
a la gran pantalla, pero parece que el proyecto ha quedado aparcado, no sé si de forma definitiva o temporal. Otro título ineludible y que sí tuvo su adaptación cinematográfica de la mano de François Truffaut  es Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (tristemente fallecido la pasada semana a los 91 años), que también refleja una sociedad esclavizada por el gobierno, por las drogas y el conformismo imperante, donde la quema de libros es una profesión y objetivo de dicho gobierno que lo justifica diciendo que es para evitarles el sufrimiento generado al leerlos y así puedan ser felices. Si pasamos de la literatura escrita al género del cómic también podemos encontrar algún ejemplo que nos sitúa en un futuro distópico como en los anteriores casos, como en V de Vendetta de Alan Moore  y David Lloyd, teniendo esta obra muchas similitudes con la propuesta por George Orwell, adaptada hace unos años al cine de una forma bastante notable.

Trabajando en el Ministerio de la Verdad para cambiar el pasado...
1984 es una feroz crítica a todos los estados autoritarios que utilizan el miedo y el odio para mantener controlados a sus ciudadanos y de esta manera perpetuarse en el poder (una obra claramente influenciada por la Rusia de Stalin  y que actualmente nos recuerda mucho la situación de Corea del Norte y el modelo de adoración hacia un gran líder y de una sociedad engañada y enajenada que se cree amenazada continuamente desde el exterior). La película arranca con un prólogo en el que se nos relata como tras una cruenta guerra nuclear que tuvo lugar en el año 1965, el mundo se dividió en tres grandes estados policiales: Oceania, Eurasia y Estania; quienes acordaron prohibir las armas nucleares aunque no así la guerra, ya que manteniendo un conflicto continuado veían que podían imponer un control absoluto con mano de hierro sobre la sociedad y perpetuarse en el poder. De esta forma se creó El Gran Hermano, una entidad que lo es todo: Comandante en jefe, un vigilante todopoderoso que mantiene su cerco las 24 horas del día sobre todos ellos mediante pantallas omnipresentes, juez y verdugo que amenaza la vida de cualquier ciudadano que ose saltarse alguna de las restrictivas leyes impuestas.
¿Adónde huir si hay ojos en todas partes?
La sociedad asimismo se encuentra dividida en tres clases: una pequeña minoría que ostenta el poder conforma el Partido Interno, otra algo más numerosa es el Partido Externo que se encuentra vigilada estrechamente por El Gran Hermano  y es la encargada de hacer realidad sus directrices: vigilancia sobre toda persona sospechosa, regularización del sexo o de modificar/eliminar las noticias del pasado que puedan ir en contra de sus intereses. Y la tercera que aglutina la inmensa mayoría de la población que vive en los suburbios de las ciudades rozando la miseria y goza de una relativa libertad al estar considerados casi como animales sin capacidad intelectual (mano de obra y para de contar).
La historia se centra en Winston Smith, (encarnado por un Edmond O´Brien  que me ha convencido con su actuación) uno de los trabajadores del Ministerio de la Verdad  encargado de cambiar el registro del pasado, que ha empezado a hacerse preguntas y a saltarse algunas normas que se alejan de lo dictado el Partido. Además por si esto no fuera poco, a pesar de la prohibición empieza a tener una relación clandestina con Julia (Jan Sterling), también miembro del Partido y perteneciente a la Liga Antisexo. Ambos saben el riesgo que corren simplemente para poder verse a solas, hablar y tener algo de privacidad, pues de ser descubiertos por El Gran Hermano  se les inflingiría un castigo ejemplar en la temida Habitación 101. Su única salida es unirse de alguna manera a la resistencia que planta cara al Gobierno para intentar escapar del sistema en el que se encuentran encadenados.

Wilson y Julia saltándose las leyes: juntos, leyendo...
Si bien es verdad que la película no es totalmente fiel a la novela y que tal vez a mitad de su metraje se centra mucho en la relación entre Wilson y Julia, no se le puede negar que consigue su cometido al hacernos partícipes de la paranoia creada por el Gobierno y de una sensación de falta total de libertad. Ciertas partes están logradas, como la excelente secuencia de la celebración del Día del Odio (que pone la piel de gallina) donde se conmina a los ciudadanos a odiar a los otros estados y a negarse a aceptar la paz (Paz es guerra  es una de las frases lapidarias de la obra). Todos los males de esa sociedad se reflejan en otras frases memorables que dejan bien claro el tono general (Libertad es esclavitud  o Ignorancia es fuerza).
La ambientación es un acierto también, por un lado la utilización de suburbios oscuros donde se desarrolla gran parte de la acción crean una sensación de tensión constante, un aire de clandestinidad que contrasta con la pulcritud y orden que impera en los Centros de Control del Partido; también el vestuario está bien elegido, el de los miembros del Partido Externo recuerda al uniforme de los comunistas chinos en la época de Mao y el de los miembros del Partido Interno al de los nazis de las SS. Nada es casualidad aquí, como ya comentábamos, se critica a los estados autoritarios y algunas de las figuras de la novela son claros reflejos del mismísimo Stalin  o Trosky. Un clásico del cine fantástico de clase B de los 50, poco conocido quizás en parte por su fracaso en taquilla en su momento pero que a pesar de lo ajustado de sus recursos logra su cometido principal, saber transmistirnos la esencia de la novela, que no es poco.

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