miércoles, 21 de octubre de 2015

SITGES DÍA 6 - MIÉRCOLES 14 DE OCTUBRE


El norteamericano Jeremy Saulnier lleva coqueteando con los límites de la violencia urbana desde sus inicios en el cortometraje, casi siempre acompañados de un acentuado humor negro dentro de sus propuestas. Pero no sería hasta 2013, con su segundo largometraje "Blue Ruin", que el nombre de Saulnier no empezaría a sonar con fuerza en el panorama del cine independiente, pues sorprendió en todos los festivales en los que el film se exhibió, acumulando un buen número de galardones (a destacar el premio FIPRESCI en la semana de Cannes).
Con mayor presión encima dadas las expectativas creadas, el cineasta estadounidense regresa este 2015 con su tercer trabajo "Green Room", un duro y tenso thriller indie con reminiscencias del mejor Carpenter, tratando de escalar un peldaño más en su ascensión como cineasta.
Saulnier nos presenta a una banda punk que accidentalmente son testigos de un horrendo acto de violencia durante un bolo, ni más ni menos que en un bar repleto de neonazis. Lo que debería haber sido una tarde de "música" y poco más, se convertirá en una interminable pesadilla para el grupo, ya que el dueño del local y jefe de los skinheads no tiene intención de dejarlos salir de allí....con vida.
No es casual que el film nos sitúe en un local cochambroso lleno de peligrosos cabezas rapadas, ni que nuestros protagonistas se vean encerrados en lugar hostil y luego asediados, pues todo conduce de nuevo a lo esencial en el cine de Saulnier, la eterna justificación de la violencia para sobrevivir.

La banda no sabe lo que le espera en su siguiente parada
Dotada de una buena atmósfera debido al inteligente uso de la fotografía de interiores, sencilla pero eficiente para tal propósito, Green Room nos recuerda inevitablemente, tanto en concepto como en plasmación, a "Asalto a la comisaria del distrito 13" (1976), del citado Carpenter, y a su vez, si se quiere, al clásico de Hawks, "Río Bravo" (1959) salvando ya las obvias distancias.
El planteamiento de la violencia en el film resulta en líneas generales válido y dosificado, pues no hay más remedio que acudir a ella si uno quiere seguir vivo en esas circunstancias, y pese a que por momentos haya visceralidad y cierta tosquedad en la puesta en escena que la muestra, a su vez es de agradecer que nunca sea gratuita. Incluso se acude al fuera de campo para ahorrársela cuando procede.

Encerrados en un local hostil, la banda punk deberá encontrar la manera de seguir con vida pese al asedio.
La grata presencia del otoñal y emblemático Patrick Stewart (famoso por encarnar al profesor X en "X-Men" o al capitán Picard en la saga Star Trek) como jefe de los neonazis eleva bastante el interés del film, ofreciéndonos un personaje de limitados pero intensos matices, de incomparable mirada entre plácida e inquietante y dueño de una calma tensa que sólo unos pocos pueden transmitir. Un verdadero hallazgo verle interpretar, creo que por vez primera, a un personaje malvado.
A mi juicio, el hasta ahora cine de Jeremy Saultier tiene un aspecto que le juega en contra (sin mencionar su terrible gusto musical). Una sensación de vacío ideológico, de que no hay nada más allá de la experiencia visceral y animal que nos presenta. No hay un poso posterior que analizar, pensar o redescubrir. Es un puñetazo brusco en la mesa, un viaje intenso por las emociones y las pulsiones más violentas del ser humano. Y ahí está su límite, su cara y su cruz, pues no hay mucho más que rascar tras los créditos finales. (Redactado por Jesús Álvarez).

Las obras de William Shakespeare han sido ampliamente adaptadas al cine a lo largo de los años, pudiendo encontrar versiones del Rey Lear, Hamlet, Romeo y Julieta, y por supuesto Macbeth, obra que por cierto ostenta más de 20 versiones; siendo la dirigida por el australiano Justin Kurzel la última (por el momento). Directores como D. W. Griffith, Akira Kurosawa, Lawrence Olivier, Orson Welles o Roman Polanski, entre muchos otros, se han atrevido a plasmar en imágenes los textos del gran dramaturgo inglés.
El film que nos toca, adapta fielmente los textos originales, donde Macbeth, duque de Escocia, tras una cruenta batalla recibe la profecía de tres brujas anunciándole que se convertirá en Rey de Escocia. Esa misteriosa aparición en medio de las brumas cambiará su sino para siempre, en una especie de "profecía autocumplida" por él mismo. Es decir, desde ese momento Macbeth, impulsado a su vez por las ambiciones de su esposa, hará todo lo posible para que dicho augurio se cumpla: traiciones, asesinatos, y posteriormente un reinado bañado por la violencia y la locura obsesiva impulsada por conocer otro pasaje del presagio "ningún descendiente suyo será coronado, siendo el descendiente de Banquo quien le suceda como Rey". A pesar de estas advertencias, el Rey se siente invulnerable ante cualquier peligro, pues también profetizaron que "ninguno nacido de una mujer dañará a Macbeth" y que "su reino no caería hasta que el bosque de Birnam no se moviera hasta la colina Dunsinane". Cuyo enigmático y equívoco significado no descubrirá hasta que sea demasiado tarde.


La película se convierte en una impactante experiencia visual, brillando en su conjunto con una personalidad propia, punto muy importante para evitar ciertas comparaciones con pretéritas versiones. Kurzel nos narra la historia con una fotografía extraordinaria, que confiere al film una atmósfera onírico-pesadillesca, en la que junto a la persistente niebla, predominan los colores rojizos y ocres. Los majestuosos paisajes escoceses y una enorme ambientación para recrear las batallas o las escenas más pausadas en los interiores, logran sumergirnos en esta apasionante historia.
Michael Fassbender y Marion Cotillard, Macbeth y Lady Macbeth respectivamente, están estupendos, destacando el uso del inglés antiguo para las líneas de diálogo (donde Kurzel introduce bastantes versos de la obra original de forma literal, dándole un toque teatral que no desentona).


El siempre interesante debate de si nuestro destino está o no escrito, cobra más sentido que nunca en esta imperecedera obra y con uno de los personajes más conocidos de la literatura universal. Macbeth, otrora un hombre noble y honorable, termina viendo como sus días acaban trágicamente habiéndose convertido en un ser despreciable cuyas manos están manchadas por la traición y la sangre inocente. Una película que ha cumplido con creces con lo esperado para arrancar este día lleno de cine.
(Redactado por Marc Ventura)



Si echamos un vistazo a la filmografía del napolitano Paolo Sorrentino, rápido nos percatamos de que su discurso cinematográfico, con mayor o menor tino, a menudo acude a los mismos cauces; el drama social, las mafias, los diferentes estadios de la vejez o la decadencia laboral, y todo ello, sin descuidar una reconfortante ironía e inteligencia en el conjunto de sus diálogos.
Su último trabajo, "La Juventud", constituye una nueva y consecuente mixtura de estos elementos (con excepción del componente mafioso, aquí únicamente soslayado), variando la dosificación de los mismos y añadiendo otros nuevos que sin duda enriquecen la propuesta; como son la sutileza cómica y la exquisitez musical, éste último ya como un protagonista más.
En su anterior trabajo, "La gran belleza" (2013), ya asistimos al maravilloso dominio de la composición musical y técnica fílmica de Sorrentino, amén de un montaje genial dentro de un compendio no menos extraordinario (aquella incomparable escena de la discoteca).
Relevo de aquella, La juventud es heredera de una atmósfera similar, entre sensitiva y reflexiva, que aquí ofrecen dos ancianos retirados en un lujoso hotel de los Alpes, Michael Caine y Harvey Keitel, ambos soberbios. Mientras tratan de encontrar tranquilidad en ese apartado paraíso alpino, Fred y Mick, reconocido director de orquesta el primero, bloqueado cineasta aún en activo el segundo, recibirán visitas de familiares, amigos, misses e incluso de un emisario de la Reina Isabel II que, en cierto modo, les obligarán a reflexionar sobre el sentido de sus vidas y enmendar algunos asuntos tan personales como dolorosos.


Madura, tierna, elegante y exquisita son adjetivos perfectamente apropiados para describir "La Juventud" de Paolo Sorrentino, una película sin insultantes artificios, limpia y rica en capas de lectura, y que aunque por momentos parezca ensimismada consigo misma, sigue siendo una experiencia irresistible.
El equilibrio de sus ingredientes consiguen una solidez insólita dentro del cine de autor (que lo es), y en gran parte se debe a una apuesta valiente de aunar elementos de sofisticación cultural con refinamiento cinematográfico que nos recuerdan al mismísimo Fellini (no en vano hay un claro homenaje a "Ensayo de Orquesta" (1979) en la secuencia de créditos finales).


No hay duda de que Sorrentino se mueve en esa delicada línea que hay entre la genialidad y la pedantería, y si bien hay cierta arrogancia en los movimientos de su cámara (recreándose en lo bella que sabe que es una escena), o se le acusa de ser autocomplaciente con su propia esencia, alcanza sin embargo cuotas muy altas de excelencia en buena parte de su cine, en general impecable e hipnotizador.
Una obra maestra que supera, en mi opinión, sus trabajos previos y que aún conteniendo aspectos tambaleantes como el dibujo de algunos secundarios (excepto Jane Fonda, formidable en su cameo casi autoparódico) y alguna bromita chirriante (¡ese Maradona!) resulta impecablemente bella. Toda una experiencia sensorial y sensitiva para todo tipo de públicos, no únicamente para los más emotivos. (Redactado por Jesús Álvarez).

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