viernes, 20 de abril de 2012

SLUGS, MUERTE VISCOSA (1987)

La carrera cinematográfica del recientemente fallecido Juan Piquer Simón (Valencia, 1930-2011), es muy diferente a la de cualquier otro director español; y no sólo por cultivar el género Fantástico, casi inexplorado en nuestras tierras, sino por darles a todas sus películas ese aire internacional, rodar en Estados Unidos, en inglés y con actores (la mayoría) americanos, algo arriesgadísimo en aquellos años comercialmente hablando.
Tras la buena acogida de su "Mil Gritos tiene la Noche"(1982), sobre todo en territorio yanki, Simón se adentra en un subgénero del terror hasta el momento virgen en nuestro cine (o casi virgen, que esto nunca se sabe) como son las monster movies, ese tipo de cine de serie B americana que abundaba en los años 50, con arañas gigantes, abejas asesinas, ratas como búfalos, sapos carnívoros, etc... atacando pequeños y (siempre pacíficos) pueblecitos causando el pánico.
En eso se basa nuestro amado Piquer Simón para establecer las bases de su film, situándolo en un pueblecito cerca de Cánada, concretamente en Lyons, EEUU y aprovechándose de sus gentes para filmar donde hiciera falta, incluso en el interior de sus comisarías y utilizando coches patrulla reales.
Ya en la primera escena, Simón nos enseña sus cartas. Una parejita está pescando (ella ligerita de ropa evidentemente, como marcan los cánones...) y ocurre un inesperado ataque sangriento bajo el agua, en claro homenaje a Tiburón o a Piraña, como queramos verlo, y consiguiendo inquietarnos en tan sólo 2 minutos. Será la primera de tantas otras muertes que asolarán el lugar, llamando la atención de Mike Brady (un Michael Garfield ausente de la película) que trabaja como empleado de sanidad y cree saber qué está sucediendo.Al parecer, un ejército de babosas carnívoras ha mutado subterraneamente hasta convertirse en unos seres de lo más peligroso, llegando incluso a crecer en nuestro interior y devorarnos, multiplicándose de forma alarmante.
Las Autoridades no están por la labor y dejarán a Mike sólo en su cometido, que no es otro que salvar a los ciudadanos de Lyons de una muerte segura, muy viscosa además, como reza el título. El film de Piquer Simón (para algunos el mejor de su carrera) resulta muy entretenido en su primera mitad, decayendo inevitablemente pasado su meridiano, consiguiendo una sensación algo negativa en el espectador.
De entrada, las babosas están conseguidas, y no fue tarea fácil. Se usaron algunos ejemplares procedentes de Asturias y otras tantas de plástico que tras un uso paciente de la tecnología a su alcance en aquella época, dieron como resultado unos efectos notables, siendo con todo merecimiento galardonada en los Premios Goya de 1989.
El argumento no depara sorpresas mayúsculas, es lo que es y no hay que darle más vueltas. Pero sí me gustaría destacar que sus imprecisiones argumentales tienen encanto, con un subdesarrollo agradable que el espectador perdona con vehemencia. No es nada pretenciosa y en todo momento sabe hasta donde llega, pero ofrece lo que puede y es de agradecer.


Piquer Simón, precursor de lo viscoso
Lástima de esa segunda parte floja en ideas, repetitiva y menos elaborada, porque si hubiese seguido la misma tónica que en su primera mitad, estaríamos hablando de una pieza a tener más en cuenta.
Contiene sexo suave y reprimido, es valiente con el género, no hay sensación de miedo en ningún momento (que sí de asco, sin duda), y tal vez le sobren 20 minutos de bobina, pero comprendo que hoy en día se la rescate como una cinta de culto, dada su indiscutible personalidad cinematográfica. Actores nacionales como Concha Cuetos o Manuel De Blas aparecen casi de manera anecdótica para responder a una demanda comercial de alguna manera impuesta, pero está planteada para funcionar fuera de nuestras fronteras y así lo consiguió (de hecho, se estrenó con casi 1 año de diferencia en EEUU antes que aquí en España). Punto y aparte merece su apartado musical, con unos montajes repletos de sobresaltos inútiles y mal escogidos que sólo conseguirán hacernos sonreír, tratando de provocar intensidad donde menos hacía falta.
Hay una escena excelente que me gustaría destacar por encima del resto, y es cuando la pareja está de arrumacos en la cama, desnudos, y se encuentran con la habitación repleta de babosas. Ella resbalará siendo devorada de manera explícita y él no correrá mejor suerte.
En cierto modo, es un claro tributo a otra cinta de género llamada "Squirm, gusanos asesinos" (1976), donde sucede algo muy similar. Sin duda, una escena angustiosa y muy gore, de lo mejor del film. Para terminar, quiero aclarar que aún está por llegar el día en que a este hombre, Juan Piquer Simón, se le reconozca su trabajo con total merecimiento en nuestro país, (hay auténticos delirios freaks con él en EEUU) aunque desgraciadamente ya, él no lo verá.
En mis planes está degustar toda su obra poco a poco con la óptica que creo, se merece.

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