De hecho hay varios puntos a lo largo de su desarrollo que apuntan a un querer homenajear en cierta manera el cine de esos años, como ahora comentaremos.
Nuestra historia empieza con la llegada de David, un joven encantador que se ha desplazado hasta la casa familiar de Caleb -su compañero de armas que murió en combate- con la intención de transmitir un mensaje que el fallecido le pidió que llevara a su familia. Gracias a sus excelsos modales, todo corrección de escuela militar, por supuesto; la familia recibirá con los brazos abiertos al apuesto recién llegado por distintos motivos: la madre anhelando conocer los últimos pensamientos de su hijo y tener algún nuevo recuerdo suyo; Luke el hijo menor, encontrará en él al hermano mayor que le ayude a superar el acoso que sufre en el instituto (impagables sus lecciones con frases del tipo "Si se meten contigo en clase, lleva un cuchillo al colegio, prende fuego a sus casas con sus familias dentro...”); el padre, por su parte es un hombre frustrado que encuentra en el recién llegado un compañero perfecto para compartir una cerveza y dialogar. En casa solo Anna, una díscola adolescente que combina sus estudios con el trabajo de camarera, parece desconfiar de tan modélico inquilino y se decidirá a investigar quien es el tal David, pues el resto de la familia le ha pedido que se quede en casa hasta que tenga claro hacia donde encaminar sus pasos tras acabar de licenciarse del ejército.
Pero tras unos primeros compases donde la corrección de David, rayando lo excesivo incluso, empieza a mostrar un comportamiento violento o incómodo totalmente imprevisible, siempre con la intención de ser una "ayuda" ante cualquier problema que se le presente a la familia -realmente con escenas muy conseguidas y divertidas a pesar de su gravedad, que arrancaron muchos aplausos entre el público-. Tenemos aquí una variación del género home invasion, pues si bien es cierto que el sujeto en cuestión ha sido invitado por la propia familia, no es menos verdad el hecho que este no tenga ninguna intención de marcharse y oculte sus verdaderas intenciones, pudiendo ser tan peligroso como los jóvenes protagonistas de Funny Games de Haneke.
En este tramo del film a pesar de usar ciertos clichés del género y el centrarse en mostrar el perfil psicológico de David (con miradas fijas a la cámara, sus gestos, un lenguaje corporal robotizado y unas acciones que dejan bastante claro que estamos ante algún tipo de perturbado), podríamos decir que el tono es bastante serio.
Sin embargo, en su segunda mitad cuando se destapa todo el cotarro, entramos a un tono que puede interpretarse como autoparódico, de igual manera que The cabin in the woods o Tucker & Dale contra el mal, hicieran con el género slasher. Y es aquí donde volvemos a encontrar esa mayor influencia-homenaje al cine ochentero, empezando con una música electrónica muy de la época, el centrar su resolución en un instituto donde las persecuciones entre asesino y jóvenes tienen como marco de fondo para más inri un decorado propio de Halloween, incluida niebla artificial, enfatizando aun más esa sensación nostálgica y tal vez un homenaje a la obra homónima de Carpenter con La noche de Halloween. Y un final interpretable como una última veneración al que solían tener films como el comentado antes o Viernes 13...
The guest se disfruta tomándosela como un juego, un mero divertimento en el que tenemos que concederle ese look revisionista repleto de humor negro, acción y mala baba; pero también poemos extraer un mensaje lanzado a la linea de flotación del ejército y al excesivo militarismo americano, pues si te alistas solo tienes dos opciones: morir en combate o volver completamente desquiciado.
(Redactado por Marc Ventura)
En el Festival de Sitges del 2003 hubo una película coreana que cautivó al público merced de una extraña mezcla de géneros, una hibridación de comedia y ciencia ficción llamada Salvar al planeta Tierra, guionizada y dirigida por Jang Joon-hwan, poco apreciada por la crítica del momento, pero que terminó por convertirse en una cult movie a reivindicar junto a otras joyas como Welcome to Dongmakgol. Han tenido que pasar 11 años hasta que este cineasta haya rodado un nuevo trabajo, presentándolo en Sitges para disfrute de los aficionados del cine asiático. En esta ocasión se aleja del tono utilizado en su ópera prima, para adentrarse en el thriller con un trasfondo de venganza (todo un clásico), pero con un toque muy particular -simplemente hay que ver los créditos iniciales, una auténtica delicia, como en su momento los de Sympathy for lady Vengeance (2005) para empezar a intuir lo que nos espera-.
Está más que aceptado que el carácter, valores y la conducta de las personas vienen condicionadas en gran medida por la propia experiencia y el contacto diario con la gente; siendo la familia uno de los pilares en esta formación. Podríamos preguntarnos si es cierto eso que dicen de "de tal palo tal astilla" o si somos libres para elegir nuestro propio camino sean cuales sean los condicionantes que nos rodean.
Y es en esta linea en la que Hwayi se mueve, para contarnos la historia de un chaval con ese nombre que ha llegado a la adolescencia tras una más que peculiar y única infancia, irrepetible sin duda alguna.
Pues 12 años atrás fue víctima de un secuestro por parte de una temible banda llamada "Los Atacantes Diurnos", que buscaba sacar un buen rescate por el pequeño, pero vio como se truncaban sus planes por la intervención policial. Si lo más normal en casos similares hubiera sido abandonar al chico o eliminarle para evitar cualquier posibilidad de que la policía diese con ellos, Seok-tae, el jefe de la banda, decide adoptarlo y criarlo. De esta forma Hwayi pasará a tener 5 padres, los miembros de la banda; y una madre (encadenada, para crear una atmósfera más extraña); acostumbrado desde pequeño en su día a día a convivir con unos delincuentes despiadados y tan metódicos, que la policía nunca ha podido echarles mano.
En este caldo de cultivo, Seok-tae ha ido criando a su retoño para que siga los pasos de sus "progenitores", adiestrado en las artes que mejor domina cada uno de ellos y se una a la banda ahora que está llegando a la madurez, un camino que por momentos parece ineludible para el joven. Sin embargo, el destino hará que Hwayi empiece a descubrir pistas sobre su verdadero pasado y se le plantee un auténtico dilema...
Hwayi: A Monster Boy logra a lo largo de sus dos horas tenerte enganchado gracias a una intensidad que nunca decae, y un guión que se reserva más de una sorpresa para explicar la historia de toda una suerte de personajes que ni son del todo blanco ni del todo negro, con matices a pesar de la crueldad que puedan exhibir en ciertos momentos. Un buen trabajo en el desarrollo de personajes y su interrelación para que los sintamos cercanos, así como las actuaciones de un plantel en el que destaca todo un crack como es Yun-seok Kim dando vida aquí al capo de la banda, y que ya demostró en el pasado su capacidad para adaptarse a papeles de villano (The Yellow Sea) o de héroe (The chaser). Sería injusto no mentar también el trabajo de Yeo Jin-gu en el papel de Hwayi, su primer largometraje, sabiendo dar credibilidad al mar de emociones y contradicciones que le asaltarán a lo largo del film. De momento uno de los mejores trabajos de los que hemos podido disfrutar en este festival, con secuencias de acción y momentos brillantes, así como la capacidad de sorprender al ligar cabos de forma demoledora. Un must see en toda regla.
(Redactado por Marc Ventura)
La reciente ganadora de la Concha de Oro de San Sebastián como mejor película y mejor director, aterrizó modestamente en Sitges con una única proyección y en el cine de menor capacidad del pueblo, el Casino-Cine Prado.
La inesperada presencia de Carlos Vermut fue gratamente apreciada por la audiencia allí presente, que calurosamente le dimos la bienvenida que merecía (confesó además que estaba algo enfermo y asistió al pase de su propio bolsillo). Al menos para un servidor, significaba el primer contacto con su persona y con su cine, pues aún no había tenido oportunidad de ver su ópera prima de 2011, Diamond Flash.
Cansado de oír demasiado a menudo que ése o aquél otro son los nuevos talentos de nuestro cine, he de confesar que mi escepticismo habitual también estaba presente con la figura de Vermut.
Sin embargo, acabada la por otro lado accidentada proyección (hubo un apagón de 15 minutos), ya siento que estoy en posición de confirmar que, para mí, esta vez esas alabanzas eran merecidas. Sin duda, Carlos Vermut tiene mucho talento dentro, aunque sea de una rara naturaleza que apenas ha emergido.
Narrativa cálida, cuidado escénico milimétrico y personajes desangelados componen un film que a menudo rezuma el típico aroma de autor, pero que sabe alejarse de cualquier rastro de pretenciosidad; a veces colmando nuestros nervios con silencios prolongados pero sabiendo recompensarnos con logros posteriores que reconfortan debidamente.
Vermut reta al espectador a pensar, a cavilar, a descubrir qué hay más allá de sus atormentados personajes, mostrando valentía al tocar asuntos punzantes como el cáncer en una niña pequeña, el sexo con humillación, el fracaso personal, los desequilibrios mentales o la violencia desmesurada. Aspectos habituales en nuestra sociedad pero que se esconden, por regla general, debajo de la alfombra.
Dos personas al borde de la crisis. |
Pasas si vas a comprar churros.... |
Estamos ante un film valiente, de sobrada inteligencia, riguroso compás y sobre todo, sabiduría en su dirección. Muy a tener en cuenta como brújula orientativa para futuros nuevos talentos españoles, en lo que yo llamaría, nuestra propia "nueva ola". Seguiremos de cerca a Carlos Vermut, se lo merece.
(Redactado por Jesús A.)
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