Nos situamos allá en los años 90, en un pequeño pueblo del sur de España, de poco más de 800 habitantes en el que se respira un anclamiento total en las tradiciones del pasado, en algunos aspectos con un toque feudal con el hombre fuerte del pueblo que da trabajo o lo quita a su antojo y al que todos rinden pleitesía. Un lugar en el que no hay policía (solo un grupo de guardas forestales), tampoco leyes (imponiéndose la ley del más fuerte o el de las tradiciones), ni un triste cementerio, ni futuro para las nuevas generaciones que solo tienen dos opciones: quedarse allí y seguir las mismas vidas grises de sus padres o se marchan a la ciudad para tener mejores oportunidades. El título viene a referirse a esa sensación que trasnmite de que allí todo es cuadriculado e inamovible: los terrenos, las viejas casas y lo más importante, las mentalidades de los que allí viven. Tanto es así que incluso las noches de luna nueva hay toque de queda y se obliga a la gente a encerrarse en sus casas para salvaguardarles de los furtivos que deambulan por los bosques cercanos y quien sabe si de otros peligros...
Esteban y Carlos pensando en la venganza y en encontrar al culpable |
Le tengo que conceder que los primeros 20-30 minutos de la película son verdaderamente prometedores, la presentación de la situación en el pueblo está bien estructurada y en unos breves minutos logran que nos hagamos una idea del ambiente reinante, con una narración en dos líneas temporales (antes y después del incidente) al que se suma una voz en off por parte de Carlos dando sus impresiones a lo que vivió, y que sirven para que empecemos a plantearnos que pudo pasar realmente esa fatídica noche. La tensión que se respira en el ambiente es creíble y permite que nos metamos en una trama que nos tememos va a ser dura y que presagia una venganza en toda regla.
La banda de rock de estos amigos (María, Javi, Carlos y Esteban ) |
Si a esto le sumamos la poca definición de los personajes, que en algunos casos responden a clichés muy básicos (Rodrigo el cacique del pueblo con ese look fachoide, el guardia forestal atolondrado y borrachín), junto a unas actuaciones algo justitas (aunque hay que tener en cuenta el hecho que se trata de actores noveles en algunos casos), hacen que cueste cogerles cariño y empatizar con ellos. Aquí voy a destacar el trabajo del actor que hace de Antonio, hermano retrasado de Carlos, y que sí consigue que sintamos simpatía hacia ese inocente personaje que encarna; y al propio Carlos (bien interpretado por un joven Samuel Galiardo) que en algunos momentos con su mirada sabe transmitirnos ese rencor y odio que necesita purgar.
Distrae sin problemas y no se hace larga en ningún momento, una película humilde con buenas intenciones y que tal vez pase algo desapercibida por parte del público que suele buscar títulos de mayor calado. Todo aquel que se decida a verla no saldrá defraudado, pero sí quizás como me ha pasado a mí, con ese sabor agridulce de una historia que se ha quedado a medio camino de lo que podía haber llegado a ser.
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