Figuras de diferentes disciplinas marciales se hicieron hueco entonces en nuestras virginales mentes a base del incesante goteo de sus films, llegando casi a mitificarlos. Karatekas metidos a actores (Van Damme, Chuck Norris), culturistas famosos (Schwarzenegger), actores de apariencia ciertamente ruda (Stallone, Bruce Willis) o, como en el caso de Steven Seagal, guardaespaldas de otros actores (Seagal fue durante años, bodyguard de Sean Connery) fueron los elegidos para defendernos de terroristas, mafiosos o cualquier tipo de calaña parecida.
Cada uno de ellos conseguían éxitos muy rentables con sus films, dejando claro que la fórmula daba sus frutos y ofreciendo la oportunidad a los siempre avispados productores de elegir a dedo a un reparto pseudo-conocido, al tipo duro de turno y accionar la claqueta para empezar a matar malos en pantalla.
La cinta que traigo hoy no es una excepción, y (hasta la fecha, y os aseguro que eso ya no cambiará) sigue siendo el mayor éxito del menos querido de todos ellos, el séptimo dan de aikido, Steven Seagal.
El director Andrew Davis se encargó de filmar una película puramente de género (acción con todas sus letras) en un transatlántico y con ese toque tan americano que aderezaba este aluvión de películas, con un aire militarista cada vez más agotador y un motivo patriótico tan marcado que resultaba casi paródico. El buque de la marina "Missouri" está a punto de ser retirado del servicio, pero unos cuantos de a bordo aprovechan sus últimas horas de navegación para organizarle una fiesta sorpresa al capitán, con comida hawaiana, grupo de rock y chica playboy incluida. Poco después de dar comienzo el jolgorio, el líder de la banda musical Willliam Starnix (un Tommy Lee Jones desacertado y muy mayor para el papel) le mete una bala entre ceja y ceja al comandante de mayor rango en la sala, comenzando así un peligroso asalto al barco urdido por unos mercenarios y capitaneados por el propio Starnix, un ex de la CIA con aires de grandeza. Minutos antes, el ex-Navy Seal convertido en cocinero Casey Ryback (un Steven Seagal sin coleta) ha sido encerrado en el refrigerador por un enfrentamiento injusto con un superior y ha pasado desapercibido para el grupo terrorista.
Ryback comenzará así su andadura para evitar un enfrentamiento armamentístico de dimensiones gigantescas que amenaza toda la costa oeste de Estados Unidos, contando sólo con la ayuda de su elevada preparación militar, con miss julio de 1989 (una Erika Eleniak recauchutada) y los pocos hombres que ha conseguido liberar.
2 buenas razones para ver el film |
En cambio, si sabemos a lo que nos enfrentamos, saldremos satisfechos por su indudable dosis de entretenimiento testosterónico y socarronería machista. En secreto de confesión, considero a Steven Seagal un actor muy mediocre incapaz de transmitir nada, limitadísimo para recitar cualquier línea de guión creíble y que quizás, sea el actor más merecidamente encasillado de todos los tiempos. Si a esto le sumamos una partenaire de lo más insufrible (aunque con unos grandes atributos pectorales, eso sí), el nivel interpretativo deja mucho que desear.
De hecho, la contribución de Erika se debe simplemente a que, en realidad, era Miss Julio en playboy de 1989, tal y como dicen el el film. Ni tan siquiera la aportación de Tommy Lee Jones eleva el nivel del reparto, que mejor es olvidarlo por completo. Sin duda, los modelitos de la Eleniak es lo más irritante de la cinta (más incluso que los continuos fruncimientos de Seagal), y demuestra que el encargado de vestuario resultó un auténtico farsante incapaz de entender la situación que había en pantalla (esa gorrita con el mechón por delante... puaj). Esquivando la absoluta falta de química de la pareja protagonista (con affair impuesto añadido), tan sólo nos queda centrarnos en la sucesión de momentos repletos de tiroteos, acción sin descanso y comentarios graciosos (funcionan más de lo que parece, un punto a favor para el guionista), donde ahí sí logra tener más crédito el film.
Su desenlace, pese a ser plano y algo burdo, nos regala momentos disfrutables, como cuando Seagal hace explotar el helicóptero, esas conversaciones con los altos mandos del Estado Mayor (donde no falta el típico -Despierte al Presidente!!-) y la acción en el interior del navío, filmadas con solvencia y oficio.
Rodada con demasiadas similitudes con "La Jungla de Cristal" (1988), se erige como la aportación más significativa en la tan irregular filmografía de Seagal, con un personaje adaptado a su personalidad y un trasfondo moral acentuado, lo que sin duda, le otorgó cierta empatía con el público de la época, aún susceptible por la reciente Guerra Fría.
Así pues, "Alerta Máxima" es un film de acción al uso, con tipo duro de por medio (con toques a lo MacGyver) y una trama lo suficientemente estable como para entretener al respetable. Mucho más indicada para un público adolescente con ganas de mucho ruido y totalmente descartable para el espectador más conservador, que no le verá el poco encanto que sí tiene para mí.
Estuvo sorprendentemente nominada a dos estatuillas de la Academia en 1992, estrictamente orientadas al aspecto sonoro, pero que dicen mucho de la profesionalidad de los montadores. Sufrió una secuela 3 años después, que, aún siendo más floja que la original, me torturaré con ella y analizaré más adelante en el blog.
Uno de esos títulos que solo merece cubrirse de polvo olvidada por todos en una estantería oscura de videoclub de extrarradio. Lamentable de inicio a fin con el infumable Steven Seagal al frente. Admiro como te torturas gratuitamente con semejante bazofia. Ya añoraba una crítica tuya donde saliera alguna imagen de pechuga al aire...
ResponderEliminar