Con faldas y a lo loco (some like it hot) está considerada por muchos como la mejor comedia de todos los tiempos (con permiso de los hermanos Marx y sus óperas). Continuamente incluida en cualquier estudio cinematográfico que se precie y encumbrada siempre a lo más alto, puedo decir desde mi humilde posición que pese a haberla visto ya por tercera vez, me sigue pareciendo un verdadero tesoro único e incomparable.
Esta joya del inigualable Billy Wilder sigue tan fresca y divertida como el día de su estreno, hace ya más de medio siglo. La fórmula de ese éxito podría deberse al magnífico trío protagonista, con un Jack Lemmon brillante en un travestismo, un Tony Curtis elegantemente divertido o una magnífica Marilyn Monroe de 33 años que con su natural brillo y fotogenia apabullaba la pantalla casi sin esfuerzo.También podría deberse a un fabuloso trabajo de guión o a una capacidad innata para dirigir como la que tenía el maestro, pero quizás sea más que todo eso. En mi opinión es la conjunción de un gran momento de todos en común, una impagable unión de talentos en verdadero estado de gracia sustentados por un hermoso proyecto, insuperable y ya mítico en nuestros días. Todo en este film funciona, los personajes, la historia, el ritmo y la música, convirtiéndola en una Obra Maestra con mayúsculas para el que aquí teclea, aunque ya me estoy quedando sin aire de tanto entusiasmo.
Guardaré más elogios para luego porque me gustaría serviros la historia en bandeja : Chicago, año 1929. En medio de la llamada "ley seca" en los Estados Unidos (prohibición del alcohol en cualquiera de sus formas, para los más dispersos) se nos presenta a dos músicos de segunda categoría (Joe y Jerry) que tratan de salir adelante actuando en cualquier espectáculo que les ofrezcan, aunque no sean precisamente legales.
Una noche, son testigos involuntarios de un ajuste de cuentas entre bandas de gánsters (recreando la masacre de San Valentín), de la que consiguen huir milagrosamente. Se verán forzados entonces a aceptar un trabajo que les permita salir del estado, dirección a la soleada Florida.
Se trata de trabajar durante un tiempo junto a una orquesta femenina, por lo que no sólo se cambiarán los nombres (de Joe a Josephine y de Jerry a Daphne) sino que deberán vestirse como tales, travistiéndose completamente.
Tras un viaje lleno de momentos mágicos en el tren de camino a Florida (con una Marilyn en su máxima expresión como instrumentalista del ukelele), deciden seguir con sus nuevas identidades actuando con el grupo femenino de música, sin perder de vista que la banda de Spats (Botines) Colombo y sus matones les pisan los talones.
Necesitaría tres reseñas para comentarla en todo su esplendor, pero no es mi intención atragantar a nadie y trataré de seleccionar los datos que me parezcan más interesantes. Para empezar no es un film completamente original, ya que se trata de un hábil remake de una comedia alemana de 1951 titulada "Fanfaren der liebe" (en España "Ellas somos nosotros") de la que Wilder supo exprimir lo suficiente como para convertirla en una adaptación sublime. El hecho de que fuera en Blanco y Negro tampoco es casual, pues pese a las insistencias de Marilyn de que fuera en color (salía ella muy favorecida), Wilder optó por el otro recurso debido a que Lemmon y Curtis lucían más creíbles de esta manera, sin que su maquillaje los delatara tan fácilmente.
El título original (some like it hot - literalmente -A algunos les gusta caliente) hace referencia a una variante de jazz conocida como "Hot", pero con el doble sentido sexual que todos captamos a excepción del censor de la época, que pensó exclusivamente en el jazz, permitiendo así al bueno de Billy titular su obra con un tono jocoso. También hay tiempo para pequeños homenajes, como el que le hace Tony Curtis a Cary Grant con su personaje de millonario (al que Cary no pareció gustarle), a Al Capone como Botines Colombo (recordar que Al estuvo implicado en la masacre de San Valentín) o incluso a Popeye, recreando su música cuando el personaje de Joe se viste de marinero.
Por otro lado, seria injusto si no descubriera el auténtico calvario que vivió el equipo de rodaje por culpa de la rubia explosiva, que causó más molestias de las se podían imaginar; y no solo por sus exigencias (el rodaje se hizo en un hotel de San Diego cercano a su casa por su negativa a viajar), o por su inesperado pero perceptible embarazo (del que tuvo un aborto espontáneo) sino porque siempre llegaba tarde a los rodajes, no memoriza sus líneas de guión y crispaba los nervios de sus compañeros de rodaje, sobre todo de Tony Curtis. Cuentan que cierto día alguien le soltó que Curtis tenía mejor culo que ella vestido de mujer, a lo que ella, tras desabrocharse la blusa y enseñar sus encantos contestó, - ¡Si!, ¡¡pero él no tiene estas tetas!!- .
Sin embargo, el principal problema no eran sus arrebatos de carácter, sino el tiempo perdido por su culpa, ya que necesitó 47 tomas para decir bien simplemente -It's me, Sugar- o más de 30 para soltar -Where's the whiskey?-, a pesar de los apuntes en grandes pizarras a su alrededor. Lo extraño del asunto es que después era capaz de memorizar extensos diálogos sin cometer errores, para sorpresa de todos los presentes.
De vuelta a la película, destacaré la antológica química entre los protagonistas, la soberbia canalización de los diálogos y su estupenda puesta en escena, con maravillosas secuencias como la del tren, la actuación musical de la Monroe, el sabueso y sus conversaciones con los mafiosos o un Jack Lemmon divertidísmo con sus maracas.
Rebuscando en aspectos menos notables me gustaría nombrar ciertas licencias argumentales (esa convención encubierta de gánsters se hace casualmente en el mismo hotel de Florida donde nuestros protagonistas están actuando) o algunos momentos menos lúcidos del metraje, que no son más que diminutas apreciaciones mías dentro de un excelente film, pero ¡¡ Nadie es Perfecto !!, como reza su final.