A partir de los años 50 el modelo tradicional de cine americano se vio abocado a un cambio por diferentes motivos. Por un lado tras muchos años de lucha, en 1949 un fallo judicial confirmó que las grandes
Majors estaban infringiendo la ley antimonopolio en la industria del cine, al controlar todos los procesos desde la producción, la distribución e incluso la exhibición en las salas de cine. Viéndose obligados a partir de ese momento a desprenderse al menos de uno de esos ámbitos, cedieron el de la exhibición en salas dando un punto de libertad al sistema que hasta ese momento no existía. Otro factor que iba a modificar los hábitos de los espectadores sería la llegada del televisor a lo largo de esa década a los hogares americanos, perdiendo la exclusividad que hasta el momento habían tenido los cines como único medio para ver películas. Sin embargo, los grandes estudios movieron ficha para hacer más atractiva la experiencia de ir al cine, llegando los años de las grandes producciones y los nuevos formatos panorámicos para dar un valor añadido a las grandes pantallas de las salas. También aparecieron los
drive-in, los cines al aire libre en los que familias, amigos o parejas iban a disfrutar de una película desde la privacidad de su propio coche, y que en el filme que trataremos a continuación tiene un papel destacado. Años más tarde en los 60, el modelo de trabajo Hollywoodiense iba a entrar en crisis y se empezaría a gestar lo que se denominó com el
New Hollywood, con la llegada de una nueva oleada de directores (
George Lucas,
Spielberg,
Coppola,
Scorsese...) que supieron darle un nuevo aire al cine con sus trabajos. Asistimos también a la aparición de producciones de bajo presupuesto que se convirtieron en míticas (como
Easy Rider que costó solo 400.000$ y recaudó más de 60 millones), en las que se trataban historias que hacían hincapié en las inquietudes que el ciudadano americano tenía por aquel entonces, usando un nuevo enfoque y lenguaje cinematográfico que el visto hasta entonces de la mano de los directores clásicos.
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Orlok agotado escuchando su agenda de mano de su asistente... |
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Sammy Michaels intentando convencer al veterano actor para que no abandone el cine... |
Un punto interesantísimo y que merece ser comentado por como resultó de clave en la gestación y el resultado final en la concepción del filme de hoy, es quien estaba detrás del proyecto. Nada más ni nada menos que
Roger Corman, ejerciendo funciones de productor aquí, le ofreció la oportunidad a
Peter Bogdanovich para dirigir su primera película -posteriormente destacaría con La última película (
The Last Picture Show, 1971) o Luna de papel (
Paper Moon, 1973)-. Sin embargo tendría que aceptar unas duras condiciones si quería gozar de esa oportunidad: Contaba con un reducidísimo presupuesto de tan solo 125.000$, tenía que reaprovechar material de una película antigua de
Corman, El terror (
The terror, 1963), y podía/debía contar con
Boris Karloff, quien había terminado un trabajo con
Corman pero al que aun le quedaban unos pocos días antes de que expirara la fecha límite de su contrato, por lo que solo podría trabajar con él hasta entonces. A pesar de estas dificultades aparentes para conjugar todos estos elementos,
Bogdanovich supo encontrar una hábil forma de darle sentido y además convertirse en un auténtico homenaje a una de las figuras clave del cine de terror clásico.
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Escena de una aparentemente familia feliz... |
La historia nos presenta a Byron Orlok (
Karloff) un mítico actor octogenario cuya carrera le ha encumbrado como una de las grandes figuras del cine de terror clásico, y que tras haber rodado su última película, decide retirarse de forma definitiva del cine al ser consciente de la baja calidad de los últimos proyectos en los que se ha visto embarcado, y porque la realidad de la sociedad actual supera con mucho los terrores y miedos sugeridos en sus películas -
Soy un anacronismo que debería estar en un museo- llega a confesar para justificar su decisión. Sin embargo, un joven director llamado Sammy Michaels (el propio
Bogdanovich), ha trabajado en un guión que puede venirle como anillo al dedo a Orlok y tratará como sea de convencer al anciano actor por el que siente una gran admiración, para que acepte el trabajo y además de vuelta atrás a la decisión de no asistir esa misma noche a dar un breve discurso en un drive-in donde se va a proyectar su último trabajo.
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Gran guiño con Karloff asustándose de su propio reflejo en el espejo... |
Paralelamente,
Bogdanovich nos introduce una segunda línea argumental que a priori nada tiene que ver con la anterior, donde pretende explicarnos la historia de Bobby Thompson (
Tim O´Kelly), un personaje basado en la persona real de
Charles J. Withman, un estudiante de la Universidad de Texas, ex-marine para más señas, que armado con un rifle de francotirador sembró de víctimas un campus universitario (lo que comentábamos del nuevo cine que tocaba hechos que preocupaba e interesaba a la sociedad del momento). De igual forma, asistiremos a las andaduras de este joven veterano de Vietnam que encarna el puro terror en sí mismo, al tratarse aparentemente de un joven de clase media-alta de la sociedad americana sin problemas, pero una bomba de relojería como se demostraría más tarde.
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Bobby Thompson a punto de empezar a sembrar el terror... |
La película se puede analizar a múltiples niveles y es interesante desglosarlos. Por un lado el ejemplar homenaje que el director sabe rendir tanto a la figura de
Karloff (prácticamente la única diferencia entre él y
Orlok, aparte el nombre, sería que el actor británico no se llegó a retirar
como aquí sí ocurre y aun rodaría un par de filmes menores posteriores a
Targets antes de morir). Pero sin duda
alguna esta obra serviría como merecido homenaje a una de las más grandes
figuras del género del terror. Podemos hacer extensivo este homenaje al cine de terror clásico, del que certifica de cierta manera su defunción aquí (merced de
las escenas que se insertan de
The terror a lo largo de su metraje y la presencia de un agotado y octogenario
Karloff), para dejar paso al nuevo terror que se instauraría a partir de ese momento en el cine, más cruento y realista (aquí de la mano del personaje de Bobby Thompson). Dejando atrás -con permiso de la
Hammer- los tenebrosos y oscuros castillos góticos, las criaturas creadas por los
mad doctors como Frankenstein, mitos clásicos como la Momia, Drácula o El hombre lobo. Llegaba la era de un terror mucho más cruel si cabe, un terror cotidiano y real que podía asestar un golpe terrible e impredecible de la mano de cualquier ciutadano de a pie.
También se puede llegar a ver el filme desde cierto punto de denuncia y hacer reflexionar a los espectadores del porque de la aparición de fríos asesinos como Thompson en la vida real.
El filme funciona con ambas historias trabajando en paralelo, aparentemente del todo inconexas y dificilmente conciliables, sin embargo el inteligente guión sabe combinarlas perfectamente para alcanzar un largo clímax final, tenso, angustiante y lo mejor de todo, muy redondo. Es innegable el excelente ritmo e interés de ambas, como el contraste que suponen una y otra en todo momento. Ese tira y afloja entre Orlok y Sammy, en una "simpática" historia del
cine dentro del cine que deleitará a todos los fans del séptimo arte y en especial a los que como un servidor tienen en la figura de
Karloff uno de sus grandes referentes cinematográficos; mientras que la linea argumental de Bobby Thompson se va tornando cada vez más oscura y fatalista a medida que avanzan los minutos, en los que asistimos como mudos testigos a su creciente locura. Un choque entre lo fantástico y lo real podríamos decir.
La película tiene grandes momentos que se me han quedado grabados en la retina: como la escena sobrecogedora de Bobby disparando en la autopista, donde se muestra
despreocupado y frío ante los actos que está a punto de cometer,
tomándose un refresco y unas chocolatinas antes de empezar a disparar
sobre los coches que circulan y hacernos partícipes de la masacre desde
el punto de mira de su rifle (ver fotos). Toda la secuencia del drive-in en el último tercio de la obra es de una tensión encomiable y nos regala una de las mejores imágenes con Orlok avanzando al mismo tiempo que la proyección que se está viendo en pantalla del personaje que encarnó
Karloff en
The terror, creando uno de esos momentos casi mágicos que solo el cine nos puede regalar. Si a ello le sumamos unas buenas interpretaciones, tenemos en nuestras manos un thriller de enorme interés que curiosamente es bastante desconocido entre el público en general y que esconde una pequeña joya que no debería pasarse por alto. Para mí un clásico y un referente desde este momento.