David Summer (
Dustin Hoffman) es un matemático americano que se traslada a vivir al pueblo de su mujer Amy, al extremo sur de Inglaterra, en busca de una mayor sensación de tranquilidad y sosiego, tan necesarios para avanzar en su profesión. David es un hombre tímido y respetuoso, con la suficiente elegancia como para tolerar que algunos indeseables pueblerinos incomoden a su hermosa mujer, hasta el punto de pasar por alto ciertos comportamientos abusivos.
Su llegada al lugar no es bienvenida, ya que se consigue palpar la hostilidad en cualquier ambiente, desde el bar del pueblo hasta en su mismísimo nuevo hogar, el cual están ayudándole a restaurar unos cuantos tipejos de baja calaña.
El arrollador sex-appeal que desprende Amy (
Susan George), provocativa y sensual como pocas (doy auténtica fe, ya que salgo prendado de sus encantos, de ambos), levanta más que pasiones a su paso, y el asunto se complica cuando incluso los utiliza como herramienta para combatir su aburrimiento, entonando a los lugareños sin entender las consecuencias que eso pueda causar.
Cuando una noche su gato aparece colgado en el armario cual
David Carradine, el asunto pasa a mayores. El declive del matrimonio es evidente debido a las circunstancias, y la presión externa del ambiente se filtra hasta ellos, llegando a ser interna.
Una tarde, mientras a David se lo llevan expresamente a cazar, Amy recibe la visita de uno de los chicos, con el que incluso mantuvo una íntima relación años atrás. Tras un breve forcejeo inicial, Amy es violada con cierta permisibilidad por su parte, como si cumpliera extrañamente un deseo o fantasía inconfesable. Una segunda violación, esta vez menos consentida y de manera mucho más brusca por parte de otro "bully" del pueblo, convertirá la experiencia en una auténtica pesadilla.
Cuando de manera accidental, David atropella al extraño y enigmático Henry Niles y le da cobijo en su propia casa hasta la llegada de asistencia médica, se verá envuelto en un problema mayor, pues la gente del lugar acusa a Henry de asesinato y vienen a matarlo.
David defenderá entonces su casa, su matrimonio y su vida al precio que haga falta, reaccionando con las mismas armas que sus agresores, y con mayores dosis de violencia.
El excelente
Sam Peckinpah firma esta magnífica película que bien podría definirse como un western moderno, trasladado a la Gran Bretaña sureña pero con todos los ingredientes del género; la cantina, el sheriff (aquí un alcalde), el forastero (David) y los rifles, sumándole a todo ello, un incremento de la violencia y la crueldad hasta la fecha insólitas, hecho que provocó que un tercio de la sala saliera prematuramente indignada del cine el día de su estreno.
También significa a nivel personal mi reconciliación con
Dustin Hoffman, que en las últimas décadas se ha dedicado a escoger papeles insustanciales y acomodándose en un registro más fácil para él, pero que aquí demuestra un estilo y una candidez interpretativa muy personal, con lo que ha recuperado un espectador conmigo.
La película destaca por un inicio con cierta complicidad con el espectador, ya que descubrimos a la vez junto con David el nuevo paraje británico y viviremos muy cerca suyo los primeros indicios de hostilidad, creándonos una fuerte empatía con el personaje principal, enseñándonos en pocos minutos la situación que prenderá más adelante y embaucándonos con los encantos de su irresistible mujer. Un ritmo narrativo ascendente y una sencillez técnica muy de agradecer convierten el desenlace central en un verdadero disfrute, destacando grandes escenas como la violación de Amy (de un magnetismo inconfesable y un erotismo desbordante), la humillante sesión de caza de David o diversos aspectos del montaje que lo convierten en un film perturbador, desconcertante e incluso asfixiante (sobre todo a la hora de trasladar el estado paranoico de Amy en pantalla o con esa incesante música de gaitas). Quizás, como aspecto más debatible, seria el suceso final con Henry, que ocasiona un clímax impresionante del film, pero acusa ciertas licencias argumentales menos convincentes.
Un buen acompañamiento musical y una actriz perfecta para la ocasión (pienso acordarme de esos pezones el resto de mi existencia), convierten a esta suculenta película en una de mis favoritas de
Peckinpah hasta la fecha (aunque confieso que me quedan muchas por disfrutar), con lo que mi satisfacción es evidente. Una gran película que no dejará indiferente a nadie y que ha sufrido un remake hace pocos días por la industria hollywoodiense, resultando de menor interés, evidentemente.