sábado, 11 de febrero de 2012

LADRÓN DE BICICLETAS (1948)

“O la encuentras pronto o no la encuentras nunca”, este es el consejo que la Santera da a Antonio Ricci (Lamberto Maggiorani) a quién, en su primer día de trabajo, le es robada su bicicleta. Esa bicicleta, su más preciado bien en ese momento y que pasará a ser la gran protagonista de la película.
El ladrón de bicicletas, película ambientada en la Roma de la posguerra (basada en la novela homónima de Luigi Bertolini, 1946) fue nominada a los Oscar de 1949, obteniendo el premio de la crítica. Además conseguiría el Globo de Oro y el Bafta ese mismo año.
Una empobrecida Italia, tras la 2ª Guerra Mundial, acuñó el término NEORREALISMO, para constatar el estado auténtico del país en esos momentos.
Se usa la calle como escenario, los barrios populares, en parte también debido a que los estudios cinematográficos habían sido destruidos por la guerra; y la apuesta, como en esta película, por actores no profesionales, hacen un análisis desgarrador de la situación del momento.
Los guiones, cortos y concisos del gran Cesare Sabatini, reflejan la tristeza, la desolación de la Roma de ese momento.
El humilde matrimonio Ricci, Antonio (Lamberto Maggiorani) y Maria (Lianella Carell) viven, o más bien sobreviven, como pueden, en un barrio popular romano junto a sus dos hijos, un bebé y Bruno (Enzo Staiola), un espabilado chaval de 5 años.Antonio, tras mucho tiempo en paro acaba de encontrar trabajo, como pegador de carteles publicitarios. La única condición que le piden es que ha de llevar su bicicleta: -“Si no te presentas mañana con la bicicleta, no hay nada que hacer”-. Para recuperar la bicicleta, empeñada en el Monte de Piedad, tiempo atrás, deben vender todas las sábanas de casa, pero están tan contentos todos, que vale la pena el esfuerzo. ¡Qué felicidad la primera jornada laboral! Antonio está contentísimo con este trabajo con el que podrá sacar adelante a su familia. Con su flamante uniforme, llevará a Bruno hasta la escuela, montado en su preciada bicicleta.Existe una gran complicidad entre padre e hijo.Y empieza ese primer ansiado día de trabajo; cuando está colocando un cartel (paradójicamente, uno de una despampanante Rita Hayworth), un muchacho le roba la bicicleta, ante la más absoluta impotencia de Antonio, que pasa de la euforia a la desesperación en un minuto.La cara de Antonio lo dice todo, la postura de sus manos, los ojos, la posición de su cuerpo, parece decir, no puede ser, no puede ser...la cámara lo enfoca fijamente. Es uno de los momentos álgidos de la película. Tras denunciar el robo a la policía, Antonio va en busca de Bruno, su pequeño, que lo lleva esperando bastante tiempo a la salida de la escuela y que lógicamente, la primera pregunta que hace a su padre es dónde ha dejado la bicicleta, el más preciado bien de la familia Ricci en aquel momento. El padre triste y cabizbajo, no sabrá que contestar. María, la madre, es el reflejo de la desesperación humana.
A partir de aquí empieza un periplo donde padre e hijo se lanzan a rastrear todos los rincones de Roma, en busca de su bicicleta. Hay una imagen de los dos sentados, impotentes, donde el hijo que siempre mira a su padre orgulloso, parece derrotado (imagen de la izquierda). Denota una gran expresividad este niño, y también el padre, desviando la mirada hacia un punto indefinido. Es un momento desgarrador, de los que más me marcó la primera vez que vi la película, si me permitís la licencia. La imagen del hijo que idolatra a su padre, sin una palabra de diálogo, solo la música de Alessandro Cicognini. Estas miradas de hijo a padre, se sucederán a lo largo de todo el film, los ojos de Bruno, lo dicen todo, no harán falta las palabras.


A partir de aquí el ritmo de la película es más rápido y todos vivimos con padre e hijo, intensamente, la búsqueda de la bicicleta.
A lo largo de este ir y venir se producen tres momentos muy significativos que nos reflejan la difícil situación social del momento, incluso escenas en las que el humor italiano por excelencia, surge aún en los los peores momentos:
El primero es cuando Antonio, en medio del mercado, identifica al ladrón cuando éste se encuentra hablando con un mendigo, y por segunda vez se le escapará el malhechor. Padre e hijo perseguirán a este mendigo (magníficamente interpretado, por el también nobel, Carlo Jachino) hasta una casa de caridad. Aquí se ve la cantidad de gente que tras la guerra no tenía siquiera para comer. Pero no conseguirán sonsacarle ninguna información del ladrón.
Otro momento se sucede tras discutir padre e hijo. Antonio, con el poco dinero que le queda, decide invitar a su hijo a un restaurante, como si nada sucediese. La mirada de Bruno se cruza con la de un niño rico en la mesa de enfrente: la chulería del niño rico que lo tiene todo, frente a la timidez de Bruno que espera su pizza con una ilusión tremenda, lo dicen todo. Al salir de la comida van a visitar a la Santera (la típica mamma italiana pero “que ve más allá”), y que pese a la crítica situación económica que se vive en el país en ese momento, y posiblemente, a causa de esto también, siempre tiene la casa llena de creyentes que van a confiarle sus más preciados secretos.


Aquí se produce el único momento cómico de toda la película, uno de esos personajes esperpénticos, que De Sica, siempre introdujo en cada uno de sus films, aparece aquí: un chico muy poco agraciado que acaba de conocer a una mujer y viene a consultar a la santera por el futuro de esta relación, con toda su ilusión y ésta sin más, le responde: -”eres feo, feo, feo...”-.
Después será el turno de Antonio, que le preguntará a la Santera por su bicicleta y ella le contesta: “O la encuentras pronto o no la encuentras nunca”.
 Al poco de salir, Antonio se cruza con el ladronzuelo, pera esta vez andando. Es la tercera vez que lo ve, y no se le puede escapar; lo perseguirán Bruno y él hasta la misma puerta de su casa. Allí es arropado por todo el vecindario (todo gente de escasos recursos y amigos de lo ajeno, también) , y registrando la casa y todo, no consiguen encontrar la bicicleta.
Antonio ya no puede más, está desolado, deja a Bruno encargado que lo espere un momento, que regresa pronto, y en un arrebato decide robar él una bicicleta, con tan mala suerte que es descubierto e interceptado al momento. Bruno ante el escándalo que se forma, acude corriendo al lugar y se pone a llorar inconsolablemente, al ver a su padre humillado y derrotado. El llanto de Bruno le salvará a Antonio de ir a la cárcel. Antonio no es un ladrón, pero es la desesperación de un padre de familia, llevada al extremo. No hay más diálogo, simplemente padre e hijo se dan la mano y regresan a su casa, con las manos vacías.
Un argumento simple, pero que narra hechos reales, pues en aquel momento poseer un medio de locomoción, como una bicicleta era algo preciadísimo, era condición indispensable para conseguir alguno de los pocos trabajos que se daban. Se le da una especial importancia al mundo del trabajo, a la vida cotidiana, es lo que da a esta película (y todas las rodadas bajo este movimiento neorrealista) un tono de crónica, de documento si cabe histórico, reflejo de la situación social del momento.
Pienso, salvando las distancias en el tiempo, que vuelve a ser una película actual, en cuanto a mensaje social.
Os aconsejo, a poco que podáis, ver la película en versión original, ya que son de tal expresividad los diálogos que aunque no sepáis italiano, seguro que lo entendéis (excepto algún personaje como el mendigo que utiliza el dialecto romano).
Una de mis películas favoritas, sin duda alguna.




Agradecemos profundamente esta colaboración a Sonia Gracia, una excelente cinéfaga y mejor persona. Esta es, sin duda, la primera de otras muchas aportaciones suyas al blog. Cada vez somos más, y por consiguiente, mejores.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias Sonia por la colaboración, espero que te animes a seguir dando tu opinión en otras películas. Ladrón de bicicletas la tengo pendiente desde siempre. Hace poco he conseguido el DVD editado por Criterion, con una muy buena remasterización y extras, por lo que verla solo es cuestión de encontrar el momento adecuado. Dentro del neorealismo te recomiendo la de Umberto D, no sé si la has visto, pero tiene todos los ingredientes que comentas de la Italia de posguerra y en este caso se centra en la vida de un jubilado que malvive junto a su perro, retratando las duras condiciones que les tocó vivir a los más mayores que estaban solos, esos años en que el país estaba reconstruyéndose.

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  2. Gracias a vosotros Marc, por darme voz en este proyecto tan apasionante que estáis llevando, de verdad.
    Ha sido un placer poder comentar y expresar mi modesta opinión sobre una película que me gusta tanto.
    Este corto, pero intenso género, como fue el neorrealismo italiano marcó una época y tienes razón, De Sica en Umberto D y Milagro en Milán, también, continúo desarrollando y casi denunciando la situación decadente de la Italia de posguerra. Siguió utilizando las calles como escenario y actores no profesionales, en su mayoría.
    Gracias también por la recomendación del DVD editado por Criterion. Supongo que ya te habrás animado a verla.
    CARPE DIEM

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  3. yo que soy mayorcito a todos los que generalmente se contactan, les puedo contar que he visto en el cine casi todas las peliculas del neorrealismo italiano -que a no dudarlo han marcado mi gusto en lo que respecta a películas y me impiden apreciar el cine de EE.UU. que nos invade, ante la profundidad humana del neorrealismo, me resulta un material carente de contenido, solamente efectista-.
    saludos a todos, era solo una expresión.
    P/D
    vale lo mismo para la zaga de cine frances de aquellos años.
    mariano

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