lunes, 15 de octubre de 2018

FESTIVAL DE SITGES 2018: MIÉRCOLES 10 DE OCTUBRE (DÍA 7)

Atraídos por una siempre atractiva premisa de ciencia ficción espacial y bastante a ciegas por ser una ópera prima, nos decidimos a entrar en "Ederlezi Rising", del serbio Lazar Bodroza. Se nos anuncia, minutos antes de proyectarse, que el film contiene una suerte de relación decididamente tórrida entre un humano y una androide con I.A. (encarnada por la actriz porno estadounidense Stoya), algo que incrementa, como es natural, nuestro interés inicial.
Situados en el año 2148, y sin apenas recursos en nuestro planeta, algunas grandes compañías se dedican a colonizar nuevos mundos. Es el caso de la avanzada corporación soviética Ederlezi, que envía a Milutín, un astronauta yugoslavo, de viaje a Alfa Centauri para instaurar conceptos ideológico-políticos allí.
Nimani, una robot humanoide de avanzadísima tecnología, le "asistirá" en sus necesidades durante el largo trayecto, siguiendo en todo momento las reglas establecidas por un complejo software empresarial. Cuando un cada vez más inestable Milutín trate de desconfigurarla con afán de humanizarla, todo se complica y el viaje toma un rumbo inesperado.
La película de Bodroza, muy blandita y sin apenas ritmo, se queda muy lejos de alcanzar sus propósitos, tanto formales como filosóficos, dentro de un contexto que ni funciona ni interesa, y mucho menos convence.
El 95% de la cinta transcurre en el interior de una supuesta nave con intención de alcanzar nuestro sistema solar vecino, Alfa Centauri (situado a más de 4 años/luz, nada menos), pero ya tardan más de 6 meses en llegar a Saturno, por lo que perdemos cualquier rigor de temporalidad realista. Además de mostrar el interior de la astronave como si de un sótano de discoteca se tratase, con un panel de risa y amplios espacios del todo innecesarios. Un desastre conceptual inválido y grotesco, a todas luces erróneo.


Más allá de estas florituras cosmológicas, más o menos relevantes, la historia no ofrece mucho más que un romance poco estimulante (y muy poco tórrido he de decir), entre un inestable, impredecible y poco fiable astronauta ¿o ingeniero? altamente traumatizado y su cyborg customizado acorde a sus predecibles y peligrosos impulsos. Algo incomprensible como decisión empresarial, pues está destinado al desastre.
La supuesta "humanización del androide", leitmotiv sin sutileza alguna, apenas aporta matices ni invita tan siquiera a la reflexión, pues el film se ve superado por el asunto que trata, sin éxito, de abordar.
Únicamente algunos recursos de iluminación y la reconfortante presencia de Stoya (de madre serbia y ex de Marilyn Manson), dan lumbre a tan oscuro proyecto, y pese a que sus esfuerzos caen en saco roto, es ella la única que se graba en nuestra retina al terminar la proyección, y no solo por su marcada sexualidad, sino por impregnar de cierta elegancia un producto menor. 

J.A.


Cuando se cumplen ya 20 años del estreno de "El Show de Truman (1998)", y con su director Peter Weir y el gran Ed Harris como invitados al certamen de Sitges, se volvió a poner en la palestra aquél profético y cada vez más atinado argumento, que sin saberlo, nos avanzaba un mundo totalmente vigilado por las grandes compañías, atiborrándonos con anuncios cada dos minutos, convirtiéndonos en sus patrocinadores involuntarios y anestesiando nuestras mentes con mensajes subliminales que lamentablemente, ya damos como habituales.
No era la primera vez que el mundo del cine abordaba dicha temática, cierto, pero sin duda el film de Weir logró aproximarse más que ningún otro a la realidad que ahora nos toca vivir. Algoritmos que memorizan y estudian nuestras búsquedas online, cámaras en cada esquina y buena parte de nuestra intimidad seriamente asaltada, por no decir tontamente regalada, es la cara oculta de una sociedad teóricamente avanzada que trafica con nuestros datos personales como quien hace recuento de su rebaño.
Ahondando de nuevo en esta misma reflexión sobre la actual manipulación social y la esclavitud consumista y/o consumidora, el festival proyecta una propuesta cinematográfica de semejante trasfondo crítico y muy particular visión del borreguismo establecido, explorando a través de otra óptica, esta vez más terrorífica, el mismo terreno.
"Await Further Instructions", segunda película del británico Johnny Kevorkian, presenta en primer término a una joven pareja formada por Nick y Annji, de visita el día de nochebuena a la casa de los "muy conservadores" padres de éste, con el nerviosismo que eso acarrea, pues ella es de etnia hindú y se temen lo peor.
Las 3 generaciones de los Milgram se reúnen pero no parecen entenderse, aunque no será hasta la mañana siguiente, el día de Navidad, cuando descubran atónitos como una extraña y viscosa masa negra recubre toda la casa sin dejarles salir, aislándolos casi completamente. Únicamente unos desconcertantes mensajes aparecen periódicamente por televisión, actualizándoles la situación de emergencia y dándoles instrucciones cada vez más inquietantes si quieren sobrevivir.

Los Milgram en Nochebuena, la crispación aumenta...

El trabajo de Kevorkian, envolvente y hasta cierto punto críptico, presenta diferentes aciertos sobre todo en sus esfuerzos estéticos (el propio diseño de la masa negruzca) aunque luce una puesta en escena próxima a lo convencional, sin apenas intuición autoral, incluso percibiéndose en exceso televisiva. 
Algo externo parece fagocitarles
Aunque por momentos consiga ser asfixiante y casi terrorífica, lo cierto es que tras su ingenioso recurso del televisor dando instrucciones (está en la sinopsis, no estropeo la trama), y una vez entendido, casi machacado, el subtexto de una sociedad que te ordena y manipula como quiere, la cosa se estanca dramáticamente, sin atreverse a seguir metiendo el dedo en la llaga y tornándose previsible, gratuita, fútil e incoherente (el comportamiento del padre no obedece a la lógica del personaje, por poner un ejemplo).
Estamos ante un buen film, sin más, que logra sus mínimas pretensiones de base (el mensaje se capta rápido), pero culpable de simplificar en exceso un muy complejo entramado sociocultural, y salimos de su visionado sin que el tema nos haya suscitado más preguntas, pues se vende a los códigos funcionales de género. Lástima, pues podría haber volado mucho más alto si su mirada se hubiese tornado más atrevida, más punzante.

J.A.

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