viernes, 6 de septiembre de 2013

INDISCRETA (1958)

Ahora ya sé que no sintonizo con las llamadas comedias sofisticadas o de "humor fino", es un hecho. Y todo se lo achaco a Groucho Marx. Él es el culpable.
Sus enormes dosis de humor irreverente me hacen ver ya a la alta burguesía como una gran farsa, un montón de gente trajeada, borracha de billetes que pasean sus cochazos y sus vestiditos entre copa y copa del mejor champán y que, sin el menor de los Marx de por medio, no me hacen ni pizca de gracia.
Como ya me ocurriera con la tan sobrevalorada  Desayuno con Diamantes, mi acritud hacia el género se refuerza ahora gracias a este film de Stanley Donen, Indiscreta (Indiscreet).
Donen y Grant, se conocieron un año antes en el rodaje de "Bésalas por mi" (Kiss them for me, 1957), en donde ambos se hicieron grandes amigos. A raíz de ahí, crearon su propia empresa de producción cinematográfica, a la que llamaron Grandon (jugando claramente con sus sílabas entremezcladas), para poder filmar sin las típicas imposiciones de los estudios.
De esa manera, llegarían a rodar 3 films conjuntamente. El primero, éste que hoy rescato, filmado en territorio inglés (claro, más económico que en los USA), seguidas de las famosas "Página en Blanco" (The Grass is Greener, 1960) y Charada (Charade, 1963), ésta última ya posteada en el blog.
Tampoco fue casual la elección de la actriz de origen sueco Ingrid Bergman, puesto que Grant se sentía muy cómodo a su lado (digamos que tenían "estaturas compatibles"), y así repetirían aquella química que desprendieron juntos en el film de Hitchcock de 1946, "Encadenados" (Notorious).
Donen buscaba ahora huir de la ordinariez que resultó Bésalas por mi y quiso recuperar una obra teatral de Norman Krasna titulada King Sir, que recordaba de Broadway.
En esa comedia fina, con clase y estilo a la que aludía el cineasta norteamericano, situaba a dos maduritos (ella, actriz de éxito británica, él, un "american playboy" disfrazado de hombre de negocios) en un encuentro casual en Londres, donde se enamorarán a primera vista.

Al principio todo son risas...
Una sobrecargada sala de estar para un sobrecargado espectador


Lamentablemente hay un pero. Él dice estar casado, y por supuesto, ella le cree (aunque siguen adelante con su amor).
Una vez su relación pasa "a mayores", se descubrirá la verdad y el lío está servido. Como podéis ver, estamos ante un guión realmente apasionante, aunque tan sólo en el sentido más estricto de la palabra, por supuesto.
Entiendo que el film (endeble de por sí) se sustente en mayor grado sólo por la presencia de la pareja protagonista; eso sí, ambos ideales en sus roles además de estupendamente vestidos para la ocasión. Pero si echamos un vistazo en profundidad al resto de aspectos, vemos como la cosa no aguanta demasiados análisis.
Un exceso de sofisticación acaba por empañar casi todas las escenas del film, donde encontramos un barroquismo formal irritante (¿pueden haber más adornos en una pared o encima de una mesa?) y una sensibilidad harto teatral, seguido de un incesante y cansino entrar y salir de puertas muy al estilo Hawks (pero sin su talento).

Un fantástico recurso para meterlos en la cama
El amor es tan fuerte que ya duele
El supuesto humor o comicidad de la cinta brilla por su ausencia, y sólo les hará cierta gracia a esos mitómanos incondicionales de la pareja, porque no paran de acaparar planos. De todas maneras, insisto en que ellos son el salvavidas del film, ya que protagonizada por cualquier otro dúo, seguramente hubiese sido defenestrada ipso facto.
Su moralizante historia alrededor de gente pudiente que se compran yates, van al ballet y viven en hoteles de lujo (sin ápice crítico por ningún lado) en vez de agradarme me ofusca, como lo hizo Audrey Hepburn desayunando delante de su joyería favorita en Manhattan. Me supera, me irrita. No puedo evitarlo.
De todas formas, haciendo un titánico sobreesfuerzo por conectar con el propósito del film, puedo vislumbrar una muy buena dirección artística, una elegante (aunque recargada) puesta en escena y 3 secuencias para recordar: El "grouchiano" baile escocés de Grant (una joya), el recurso anticensura split-screen de Donen para meterlos a ambos entre sábanas (excelente), o la inquietante secuencia del paseo por Londres, donde un coche de seguridad les acompaña sin descanso por las oscuras calles británicas.
Como es costumbre, sufrió un remake en 1988, de mismo título pero factura televisiva. Sin ningún interés imagino...no he tenido el honor.

El simpático momento de Cary Grant y su bailecito
La escena final, todo un desengaño....o no.
Para terminar, citaré una frase del cuñado de Ingrid Bergman en el film, cuando dirigiéndose a su mujer en pleno baile le dice:
- Yo soy muy viejo para este tipo de fiestas......¡siempre lo he sido!.


2 comentarios:

  1. Una deliciosa película. Ver a Cray Grant siempre te alegra el día.

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    1. Quizás sea una de de esas películas que funcionan mejor en tu cabeza antes de verla (Donen, Grant y Bergman suenan a garantía), pero aislada y analizada sin sucumbir a su encanto es verle las costuras al entuerto. Un poco decepcionante para mi.

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